Aspecto general de la parcela adquirida
En el caso concreto del estuario del Miño, de un tiempo a esta parte el paisaje está siendo rápidamente transformado con diferentes fines, sobretodo para aprovechamiento agrícola y ganadero. Grandes extensiones de árboles frutales en sistemas intensivos con altas necesidades de aportes artificiales de agua y nutrientes, unido a un —en demasiadas ocasiones— abusivo manejo por parte de ciertos propietarios de ganado, comprometen la supervivencia de las últimas y exiguas manchas ocupadas por bosques de ribera, un hábitat reducido ya a su mínima expresión y que está catalogado como de interés prioritario para el conjunto de la Unión Europea.
Lo que antes era un paisaje rural en mosaico en el que se daban la mano cultivos y bosques con humedales y prados, es ahora sustituido por monocultivos de manzano, aguacate o los omnipresentes viñedos. Terrenos acotados y reconvertidos en pasto, sirven de pretexto para ir “ganando” más y más espacio a la vegetación espontánea natural... Y lo que es peor, superficie incluida bajo el paraguas de varias figuras de protección (ZEPA, LIC...) es sistemáticamente eliminada y destruida.
La parcela linda con una zona de vegetación acuática alimentada por un regato, situación que incrementa notablemente el valor ecológico de la misma.
Existe la errónea concepción de que las tierras dejadas “a monte” son tierras abandonadas, improductivas, que lo mejor que se puede hacer con ellas es obtener rendimiento económico a costa de su explotación... En realidad, sembrar monocultivos, de lo que sea, supone un empobrecimiento del paisaje en general y del suelo en particular, ocasionando una enorme pérdida de biodiversidad y favoreciendo el uso de pesticidas dañinos para el medio ambiente.
Preocupados por esta situación, y con la firme apuesta por una conservación activa de los últimos retazos de nuestra naturaleza, un grupo de cuatro amigos —César Agustín Blanco Arias, Ángela Saa Martínez, Leire Méndez Fernández y el que escribe estas líneas— hemos formalizado el acuerdo de compra de una finca rústica ubicada en la parroquia de San Miguel de Tabagón (O Rosal), dentro de los límites de la Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) “Estuario del Miño”. Una parcela de 1.200 m2 de bosque de inundación dominado por sauces, condenados a desaparecer si no fuera por la providencial respuesta de César, que alertado por las intenciones de su propietaria, inició los contactos necesarios para proceder a su adquisición.
Numerosos retoños de roble y otras especies despuntan desde el suelo del bosque
El 2 de marzo firmamos ante notario las escrituras correspondientes y celebramos con orgullo la custodia de nuestro bosque, un lugar que será consagrado al cuidado de la naturaleza. Pero este es un proyecto concebido como un pequeño gesto... Sabemos que no es suficiente con salvar una parcela, sólo una entre muchas bajo la sombra de la amenaza constante. Queremos que cunda el ejemplo, queremos transmitir y demostrar que hay otra manera de hacer las cosas. Que el bosque merece respeto más allá de su valor de mercado o catastral. Para nosotros ese es el significado profundo de la vida.