Uno muy antiguo y que se sigue utilizando en algunos países es la horca, por el cual han sobrevivido más condenados. El último caso fue en el pasado mes de abril, en Irán.
Así es como el 17 de abril de 2014, se encontraba al borde de la ejecución. En un minuto, el padre de la víctima debía derribar la silla a la que estaba subido, y quedar suspendido por una soga que le rodeaba el cuello. De repente, la madre de la víctima subió al tétrico escenario y abofeteó al criminal, perdonándole, y tal como manda la ley islámica, si el reo es perdonado por la familia de la víctima su pena se conmuta por cadena perpetua, además del pago de una cantidad de dinero como indemnización (en este caso 36000 euros).
El único superviviente de la horripilante Gertie
“¡Quítenmelo, dejénme respirar!” fueron los gritos del joven de apenas dieciocho años Willie Francis después de soportar 2.500 voltios en la silla eléctrica. El guardia ejecutor de la sentencia le contestó que no debía estar respirando y seguidamente activó otra descarga. “¡No estoy muriendo!” gritó el reo entre convulsiones.
Antes de la ejecución de aquel 3 de mayo de 1946, otro recluso debía haber revisado el funcionamiento de la letal silla Gertie, pero debido al estado de embriaguez en el que se encontraba, no lo hizo adecuadamente.
Willie Francis había sido condenado a la pena capital por la supuesta muerte de Andrew Thomas, propietario de la farmacia donde trabajaba el joven afroamericano.
Después de sobrevivir, un joven abogado amigo de la víctima, Bertrand DeBlanc, apeló a la Corte Suprema, citando varias violaciones de sus derechos (igualdad de protección, cosa juzgada y castigo cruel e inusual), pero el recurso no prosperó, aunque el juez pidió al gobernador la conmutación de la pena, que no fue aceptada.
Un año después, a las 12:05 PM del 9 de mayo de 1947, Willie Francis pronunció sus últimas palabras: “Estoy listo para morir”.
La inyección letal que no fue tal
En 1984, Romell Broom fue condenado por secuestro, violación y asesinato de Tryna Middleton, de 14 años y que fue asaltada por su verdugo mientras se dirigía a su casa en East Cleveland, Ohio.
El 15 de septiembre de 2009, Broom se encontraba tumbado y atado en la camilla donde se le iban a suministrar todos los fármacos para causarle la muerte, pero tras dieciocho pinchazos realizados por dos enfermeros no pudieron (o supieron) encontrarle las venas.
Broom se convirtió así en el único condenado a la inyección letal que se salva de la muerte por este método.