Salvar a Mozart - Raphaël Jerusalmy

Publicado el 13 noviembre 2015 por Elpajaroverde
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Yo siempre digo que lo último que pierdo es el sentido del humor. Y tengo un sentido del humor complicado, no soy de risa fácil. Soy de las que les cuesta reír con los libros, de las que se quedan alucinadas mirando a los demás desternillarse con las películas cómicas o las sitcom de turno. Y no es que no entienda sus chascarrillos, es que no les encuentro la gracia, no hay más. Pero en mi día a día saco humor hasta de debajo de las baldosas de las aceras (las pobres piedras ya están muy manidas y están en huelga de chistes), yo, que parezco tan seria cuando no se me conoce (el estigma de los grandes tímidos). Intento sacarle punta a cualquier situación. Llevo la ironía por bandera y me sale por la lengua, y bien sabe Dios (o quien sea, que Dios si existe tendrá cosa mejores de las que ocuparse) que me la muerdo y mucho, so riesgo de envenenarme antes de que la ironía se transforme en sarcasmo y el veneno salga dirigido a presión (y a veces con retorno) hacia los demás. Pero si hay alguien que ostenta el número uno como receptor de mis pullas ese alguien no es otro que yo misma. Tengo una capacidad para reírme de mí misma versátil y asombrosa. Ya os lo he dicho, tengo un sentido del humor complicado. El humor es mi barrera, mi principal mecanismo de defensa, es mi último bastión. Por eso sé que cuando me falta estoy... no debería decirlo, no es muy correcto utilizar la palabra al menos por escrito, pero venga, para algo tenemos un idioma tan rico en palabrotas, vamos a utilizarlo con todos sus recursos. Por eso sé que cuando me falta estoy jodida, y mucho. Pero tras leer el libro que hoy os traigo voy a cambiar la frase del inicio de esta reseña. Lo último que se pierde no es la esperanza, tampoco es el sentido del humor. Lo último que se pierde o se debería perder es la dignidad. La dignidad, no el orgullo con el que tantas veces se le confunde (ese a esas alturas ya nos lo hemos tragado y ni nos acordamos de la indigestión). La dignidad, eso que marca la diferencia entre vivir y estar muerto en vida. La dignidad, ese reducto íntimo de cada uno, eso que nos hace ser. Eso tan difícil de definir porque para cada uno es algo diferente.
"Me he plegado sin que nadie me lo mandara. Sin necesidad de explicaciones. Por instinto."

Portada de Salvar a Mozart

La dignidad de Otto J. Steiner es la música. Ese es el leitmotiv de su vida. Así lo deja claro en su diario, que escribe para paliar la soledad y el vacío al que hace frente en el sanatorio en el que vive recluido aquejado de tuberculosis. Estamos en Salzburgo, Austria, en plena segunda guerra mundial. Steiner no ha sido criado en la cultura ni en la fe judía pero tiene origen hebreo. Y lo calla, qué otra cosa puede hacer. Lo calla como calla otras tantas cosas. Como calla que odia el bacalao con patatas de los viernes, como calla que detesta a los enfermos que hay a su alrededor porque aunque no lo quiera reconocer cada vez se parece más a ellos y se aleja del hombre que fue. Pero en su diario Otto no se calla y nos cuenta. Y al escribir encuentra un motivo para resistir, para aguantar un poco más hasta ir al encuentro con la muerte. Otto fue (es) crítico musical, y la petición de ayuda de un colega le servirá en bandeja una venganza dulce y grandiosa, una jugada maestra. Otto encuentra una vía de escape a su situación y creará la oportunidad de salvar la música, de salvarse a sí mismo y de salvar a tantos otros que como él tuvieron que callar. Eso es lo que nos cuenta en las páginas de su diario. Un diario que lleva por título "Salvar a Mozart".
"Nunca había comprendido tan bien la música como desde que ya no la escucho. Desde que he sido privado de ella por la fuerza de las cosas. Pero ella tiene otros medios para hacerse oír. No necesita gramófono. Ni partituras. El genio musical es el aliento que atraviesa La Flauta Mágica antes incluso de que ella haya emitido un sonido. Es la espera que precede a la escucha. Es el gesto, la actitud, la emoción. Nada que ver con las notas."
Otto es un cascarrabias, un refunfuñón, pero desde las primeras páginas caemos rendidos a sus pies. Lo hemos calado. El crítico musical utiliza su carácter agrio y esquivo de la misma forma que yo uso mi sentido del humor. Es una barrera para no dejar ver lo asustado que está. Otto se muere y lo sabe. Y no quiere. Y Otto tiene su propio sentido del humor también, parecido al mío, por eso nos reconocemos. Y me saca sonrisas, muchas. Y no me río porque no están las cosas de Otto como para reírse, pero me hacen gracia, mucho, sí.

Mozart WohnHaus. Foto de Razvan Orendovici

Qué maravilla poder leer un libro con todo lo que implica el contexto histórico que lleva este con tanta ligereza (y no malinterpretéis esta palabra). Qué manera de desdramatizar pero sin faltar a la vez a la verdad la de su autor. Qué gran metáfora esta novela y la vida en ese sanatorio. Raphaël Jerusalmy acompaña además su narración de una prosa muy ágil y muy fácil de leer. Su novela es muy corta y el estar escrita a modo de diario con entradas breves y sentencias cortas hace que se lea muy rápido. Sin embargo en cierto modo es un libro para leer despacio.
"Esta promiscuidad se está volviendo francamente intolerable. Ya no hay una línea de demarcación entre los moribundos y los demás, entre los viejos y los jóvenes, entre los incurables y los convalecientes. A decir verdad, yo no formo parte de ninguna de esas categorías. No soy ni viejo, ni joven, y de ningún modo soy un moribundo. Vivo en aguas revueltas. Como un guijarro en un torrente. Un guijarro que todavía rueda."
Poco más puedo contaros. Esta es una historia sencilla. Y en esa sencillez radica precisamente su grandeza. En contarnos algo tan difícil de explicar con tan pocas palabras. En decirnos tanto con tan poco.
Lo suyo sería acabar esta reseña con una pieza musical. Seguro que pensaréis que una de Mozart no estaría mal. Os equivocáis. Hay que acercarse al final de este libro para comprender que no es la propia música del compositor la que le salvará. Os invito en su lugar a que escojáis vuestro propio corte para terminar. Alguna pieza con la que os sintáis identificados, que penséis que os defina. Ponedla a todo volumen, cantadla en voz alta si tiene letra, gritadla. Que se oiga. Que sea la voz de la victoria silenciosa (y musical) de Otto. Que sea la voz de todas las pequeñas grandes victorias. A veces al salvarnos a nosotros mismos salvamos también a otros que no se pueden salvar. A veces para preservar la dignidad sólo es necesario un sencillo gesto. Tan solo hace falta ver el triunfo donde nadie más lo ve. Hallad vuestra manera. Que se oigan vuestras voces. Salvaros. Salvad la dignidad.
"El viejo de al lado ha muerto durante la noche. Sin una queja. Sin despertarnos. Nunca debiera haber dejado de canturrear. Callarse le ha cerrado los bronquios."

Sonata of Decay. Fotografía de olavXO

Ficha del libro: 
Título: Salvar a Mozart
Autor: Raphaël Jerusalmy
Editorial: Navona
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 176