Quizás resulte paradójico este último título en mi blog, pues ¿cómo es eso de "salvar" sin dañar? ¿No suena a obviedad? Pues efectivamente, pero como la naturaleza humana es paradójica y contradictoria, hay que recordar el camino obvio de vez en cuando. Me he planteado dedicar unas líneas a esta cuestión por ciertos fenómenos que vengo observando casi desde que tengo uso de razón. ¿Y cuáles son dichos fenómenos? Pues aquellos en los que observo a personas que se dedican a hacer algo altruista, filantrópico, humanitario, etc. y a la vez muestran la actitud opuesta, de ejercer un daño directo a otros seres humanos, como pueden ser aquéllos con quienes hay una relación más inmediata. Por ejemplo, cuando era estudiante de Medicina a veces me sorprendía que algunos compañeros, que querían dedicar su vida a ayudar al prójimo, sentían un tremendo desprecio por otros seres humanos, lo que se manifestaba en diferentes actitudes de maltrato o desprecio hacia sus congéneres (colegas o pacientes). Pude observar lo mismo en voluntarios de ONGs, religiosos, enfermeros, miembros de asociaciones filantrópicas, etc. Inicialmente intentaba no prestar atención a tan extraño fenómeno (pues me resultaba bastante molesto), pero con los años la evidencia ha sido más fuerte que mi desatención. He ido comprobando, más manifestaciones de estos comportamientos tan contradictorios, en conductas como: dedicarse al voluntariado y darle un puntapié al mendigo de la esquina, dar dinero para las misiones y tratar con desprecio a los inmigrantes del mismo país al que iban destinados los donativos, defender valores espirituales y mostrar una vida centrada en valores materiales, defender la honestidad a capa y espada mintiendo, hablar de diálogo sin escuchar, dedicar grandes sumas de dinero a una causa “noble” a la vez que se mostraban actitudes miserables con los propios colaboradores, ser sindicalista y tener asalariados sin contrato y sin seguridad social, hablar de generosidad desde el más acérrimo egoísmo, defender el bien cortando cabezas, o pedir respeto sin respetar a los demás, etc.Paradójicamente, al mismo tiempo, me encontraba con personas que alardeaban de egoísmo y de materialismo y dispuestas a ayudar ante las necesidades ajenas, con personas cuya vida se centraba en el racionalismo que se dejaban conmover por los sentimientos o a ateos fascinados por la mística.La conclusión más sencilla podría ser que las cosas no son lo que parecen y que las personas, no saben ni quienes son, ni como son. Pero hay más, también he descubierto el peligro de los egos de los “salvadores del mundo”. Que son, por ejemplo, personas aparentemente generosas, altruistas, entregadas a una causa, con la que seducen, atraen y captan colaboradores a los que no les viene a mal explotar, pues el fin justifica los medios. Ese tipo de ego, que llamaba una buena amiga “el ego del espiritual”, como uno de los más terribles, es algo con lo que todos alguna vez hemos tenido que bregar al encontrarnos con sujetos víctimas de este terrible mal. Dicho ego del espiritual, parece que, al ser “etéreo” no es captado ni por quién lo posee, siendo éste “poseído” por él, en el sentido de no darse cuenta de que detrás de sus acciones filantrópicas hay necesidad de protagonismo, de sentirse salvador del mundo, de salir en las fotos o de ponerse unas medallas. Lamentablemente estos salen más en las fotos que personas que realmente dan su vida por los demás, sin necesidad de ser vistos en ninguna foto, o incluso apartándose de los flashes de los fotógrafos.En relación a lo dicho, me parece importante que no nos dejemos engañar por apariencias de “amor al prójimo” y que no cerremos los ojos a los verdaderos héroes anónimos, que dan la vida todos los días por los demás, que aman cada brizna de hierba de este mundo y más aún a sus congéneres y que seguramente, aunque no nos lo digan en los medios, ayudan de verdad, a que este mundo no se vaya al garete. Ellos sí salvan al mundo sin dañar, pues lo hacen con amor, con un amor que les mueve sin más desde lo más profundo de sí mismos, dándoles alegría, serenidad y gratitud por el mero hecho de dar su pequeña o gran aportación a los otros. Para ellos, ser ellos mismos es dejarse llevar por ese Amor que les mueve desde lo más hondo, a darse y a dar su vida por los otros, en cada cosa que hacen, sea lo que sea lo que hagan, pues su vocación es vivir en el Ser y no en el hacer. Gracias a todos ellos, allá a donde estén y gracias al Espíritu que permite que haya corazones grandes, limpios y puros que nos provocan a seguirles y a caminar junto a ellos humildemente en la sombra que iluminan con su presencia vibrante. Que podamos tener ojos para verles y la suficiente sabiduría y humildad para seguirles.
Quizás resulte paradójico este último título en mi blog, pues ¿cómo es eso de "salvar" sin dañar? ¿No suena a obviedad? Pues efectivamente, pero como la naturaleza humana es paradójica y contradictoria, hay que recordar el camino obvio de vez en cuando. Me he planteado dedicar unas líneas a esta cuestión por ciertos fenómenos que vengo observando casi desde que tengo uso de razón. ¿Y cuáles son dichos fenómenos? Pues aquellos en los que observo a personas que se dedican a hacer algo altruista, filantrópico, humanitario, etc. y a la vez muestran la actitud opuesta, de ejercer un daño directo a otros seres humanos, como pueden ser aquéllos con quienes hay una relación más inmediata. Por ejemplo, cuando era estudiante de Medicina a veces me sorprendía que algunos compañeros, que querían dedicar su vida a ayudar al prójimo, sentían un tremendo desprecio por otros seres humanos, lo que se manifestaba en diferentes actitudes de maltrato o desprecio hacia sus congéneres (colegas o pacientes). Pude observar lo mismo en voluntarios de ONGs, religiosos, enfermeros, miembros de asociaciones filantrópicas, etc. Inicialmente intentaba no prestar atención a tan extraño fenómeno (pues me resultaba bastante molesto), pero con los años la evidencia ha sido más fuerte que mi desatención. He ido comprobando, más manifestaciones de estos comportamientos tan contradictorios, en conductas como: dedicarse al voluntariado y darle un puntapié al mendigo de la esquina, dar dinero para las misiones y tratar con desprecio a los inmigrantes del mismo país al que iban destinados los donativos, defender valores espirituales y mostrar una vida centrada en valores materiales, defender la honestidad a capa y espada mintiendo, hablar de diálogo sin escuchar, dedicar grandes sumas de dinero a una causa “noble” a la vez que se mostraban actitudes miserables con los propios colaboradores, ser sindicalista y tener asalariados sin contrato y sin seguridad social, hablar de generosidad desde el más acérrimo egoísmo, defender el bien cortando cabezas, o pedir respeto sin respetar a los demás, etc.Paradójicamente, al mismo tiempo, me encontraba con personas que alardeaban de egoísmo y de materialismo y dispuestas a ayudar ante las necesidades ajenas, con personas cuya vida se centraba en el racionalismo que se dejaban conmover por los sentimientos o a ateos fascinados por la mística.La conclusión más sencilla podría ser que las cosas no son lo que parecen y que las personas, no saben ni quienes son, ni como son. Pero hay más, también he descubierto el peligro de los egos de los “salvadores del mundo”. Que son, por ejemplo, personas aparentemente generosas, altruistas, entregadas a una causa, con la que seducen, atraen y captan colaboradores a los que no les viene a mal explotar, pues el fin justifica los medios. Ese tipo de ego, que llamaba una buena amiga “el ego del espiritual”, como uno de los más terribles, es algo con lo que todos alguna vez hemos tenido que bregar al encontrarnos con sujetos víctimas de este terrible mal. Dicho ego del espiritual, parece que, al ser “etéreo” no es captado ni por quién lo posee, siendo éste “poseído” por él, en el sentido de no darse cuenta de que detrás de sus acciones filantrópicas hay necesidad de protagonismo, de sentirse salvador del mundo, de salir en las fotos o de ponerse unas medallas. Lamentablemente estos salen más en las fotos que personas que realmente dan su vida por los demás, sin necesidad de ser vistos en ninguna foto, o incluso apartándose de los flashes de los fotógrafos.En relación a lo dicho, me parece importante que no nos dejemos engañar por apariencias de “amor al prójimo” y que no cerremos los ojos a los verdaderos héroes anónimos, que dan la vida todos los días por los demás, que aman cada brizna de hierba de este mundo y más aún a sus congéneres y que seguramente, aunque no nos lo digan en los medios, ayudan de verdad, a que este mundo no se vaya al garete. Ellos sí salvan al mundo sin dañar, pues lo hacen con amor, con un amor que les mueve sin más desde lo más profundo de sí mismos, dándoles alegría, serenidad y gratitud por el mero hecho de dar su pequeña o gran aportación a los otros. Para ellos, ser ellos mismos es dejarse llevar por ese Amor que les mueve desde lo más hondo, a darse y a dar su vida por los otros, en cada cosa que hacen, sea lo que sea lo que hagan, pues su vocación es vivir en el Ser y no en el hacer. Gracias a todos ellos, allá a donde estén y gracias al Espíritu que permite que haya corazones grandes, limpios y puros que nos provocan a seguirles y a caminar junto a ellos humildemente en la sombra que iluminan con su presencia vibrante. Que podamos tener ojos para verles y la suficiente sabiduría y humildad para seguirles.