Samia Yusuf Omar

Publicado el 02 septiembre 2012 por Alejandropumarino

No debe resultar difícil demostrar las excelencias propias en Somalia para obtener un billete con destino a los Juegos Olímpicos; parece resultarlo algo más, en general, mantener el estómago con un nivel de llenado lo suficientemente aceptable como para no morirse de hambre, de modo que lo de entrenar para sacarse una medallita termina por parecer imposible. Algo así debió pensar la atleta somalí cuyo nombre ilustra esta entrada: Llegó la última en las Olimpíadas de Pekin en la carrera de doscientos metros, haciendo bueno el dicho de que lo importante, es participar; y a cuya dramática carrera corresponde la imagen adjunta, para intentar después, entrar en Europa por la puerta de atrás, como tantos compatriotas suyos, y murió en el intento. La popularidad da más dramatismo a su muerte, pero no más importancia que la del resto de africanos que intentan buscar un futuro mejor en la Europa de las falsas oportunidades.

Uno queda atónito contemplando el fasto que acompañó la ceremonia de apertura en Londres y no deja de preguntarse cuantas Samias se hubiesen podido salvar con el gasto que supuso semejante despliegue de medios. Cuantas chicas de su edad podrían haber entrenado hasta la saciedad y ser capaces de conseguir una medalla olímpica. Cuantas más hubieran podido evitar morir de hambre o ahogadas en una patera. Todos los políticos de diferentes naciones y distintas ideologías, aplaudieron el espectáculo que contaba, entre otros eventos, la historia de la revolución industrial en el Reino Unido. En aquellos años oscuros, obreros sin derecho alguno y niños, perecieron en las fábricas de reciente creación y que enriquecieron a unos cuantos empresarios; mientras se escenificaba todo esto, siguen muriendo los esclavos del siglo XXI, los habitantes del tercer mundo, tratando de alcanzar la posibilidad de una vida digna.