De niño quiso ser boxeador, aunque su destino lo puso en los diamantes de béisbol, también tirando golpes, pero con un bate empuñado en sus manos, aquellas que conectaron 609 jonrones en su carrera profesional y que hicieron de su nombre una leyenda. Ese es Sammy Sosa.
Ahora, gozando del buen retiro tras 18 temporadas en la caja de bateo, el dominicano se dedica a liderar su fundación, bautizada con su nombre y que ayuda a las personas de bajos recursos. Esa labor fue la que lo trajo a Colombia, donde espera, junto al Viceministerio de Vivienda, construir casas de interés social.
Se entrenó desde pequeño para ser boxeador. ¿Por qué cambió de deporte?
Mi mamá me dijo que si me dedicaba como profesional al boxeo, no iría a verme en las peleas, y por eso me retiré. Creo que, al final, escogí la carrera adecuada para mi vida.
¿Recuerda la primera vez que jugó béisbol?
Sí. Tenía 14 años y me puse a jugar en el barrio. No fui un pelotero que empezó a temprana edad, pero después todo fue mucho talento, dedicación y esfuerzo en todo lo que me propuse.
¿Qué puede decir, ahora, de sus escándalos por sustancias prohibidas y el uso de un bate de corcho en un juego?
No tengo comentarios para eso. Son cosas que están en el pasado y no me gusta tocar ese tema.
Pero ¿qué aprendió de esos momentos difíciles?
De los errores aprendes a ser mejor persona. Somos seres humanos y no somos perfectos. He tenido muchos momentos difíciles, en las Grandes Ligas y en todo, pero siempre hay que trabajar muy duro, ser positivo, perseverar e ir agarrado de Dios. Después de la tormenta viene la calma.
Es un hombre que ganó mucho en el béisbol. ¿Siente alguna frustración?
Me faltó ganar la Serie Mundial y un anillo.
Siempre está bien presentado. ¿Es vanidoso?
No me catalogo así (risas). Vivo orgulloso de lo que he podido cosechar en este mundo.
¿Qué lo motivó a tener su fundación?
Pienso en mi niñez y eso es lo que me motiva, porque no me olvido de dónde vengo. Trato siempre de ayudar a las personas: tú ayudas hoy y tu corazón está en paz.