Entró en la Antioquía liberada con gloria y siendo aclamado por el pueblo y la legión. Pero algunos militares envidiosos le acusaron de ser un cristiano, por aquello de creer en un solo Dios. El gobernador Antíoco mandó encarcelarlo, luego fue llamado a juicio, y declaró su fe en Cristo por lo que fue torturado en una plancha de cobre al rojo vivo, pero tan pronto como invocó al Señor, la plancha se enfrió. Varios de sus soldados fueron crucificados en los árboles, pero ni uno solo renunció a Cristo. Antíoco no se atrevió a condenarle a muerte, por lo que escribió a Maximiano pidiendo consejo. Este era consciente de la valía de su General, y la admiración de la que gozaba, mandó lo liberaran y a la par “recomendó” a Antíoco hallara una razón mejor que las creencias de Andrés para juzgar a tan valeroso militar. Que buscara un pretexto, vamos.
Entretanto, ya liberados, Andrés y los 2593 soldados se dirigieron a Tarso, donde se instruyeron, confesaron a Cristo y fueron bautizados por los obispos Pedro y Nonoso. Sabiendo que ahora sí que sus vidas peligraban se adentraron en las regiones de Taxanata. Antíoco escribió una carta a Seleuco, gobernador de la región de Cilicia, ordenándole que apresara a Andrés y todos sus soldados y los matara por desertores. La legión enviada por Seleuco los halló en un barranco del Monte Tauros mientras estaban en oración, y allí mismo los degollaron, y luego los trocearon. Los mártires se dejaron sacrificar mansamente por Cristo, y las únicas palabras que se oían eran alabanzas al Señor y las exhortaciones de Andrés. Los cuerpos fueron abandonados allí, pero ya de noche, Pedro, Nonoso y sus fieles los enterraron allí mismo, señalando el sitio. Se mantuvo su memoria, sobre todo porque en el sitio donde tanta sangre fue derramada, brotó una fuente cuyas aguas milagrosas sanaban a cualquiera que se acercase con fe, el primero de ellos fue un clérigo que era atormentado por los demonios. Llegada la paz de Constantino, los cristianos elevaron en el mismo sitio del martirio y sobre las reliquias, una basílica.
Fuentes: -“La leyenda de oro para cada día del año”. Volumen 2. PEDRO DE RIBADENEIRA. Barcelona 1865.
- http://www.shepherdguild.org/id64.html