La Calle de San Bernardo nace junto a la Plaza de Santo Domingo, tras ser bruscamente interrumpida en su trazado por la Gran Vía, va ganando fuerza y peso hasta llegar a la Glorieta de Quevedo. Inicialmente se llamó Calle de Convalecientes, debido a un hospital que allí había pero siglos más tarde heredó el nombre de Bernardo de Claraval, un santo francés perteneciente al Siglo XI. También pasó por ser conocida como la “Calle Ancha de San Bernardo”, aunque el paso de los años hizo que el adjetivo se perdiese en el olvido, que no su trascendencia.
Lo que más me gusta de esta calle es su capacidad camaleónica para hacer pasar inadvertida toda la historia y edificios únicos que alberga. Pocas calles de Madrid pueden presumir de tener tantos reclamos en tan poco espacio. Cuando uno camina por sus aceras percibe una atmósfera diferente, multitud de negocios y vías perpendiculares que siempre la ofrecen con cierta algarabía, pero ni de lejos imagina todo lo que por allí pasó. Pero basta bucear un poco en su pasado para empezar a sentir todo el peso que esta calle ha sustentado sobre su conciencia.
El crecimiento de la Calle de San Bernardo fue afín al de la ciudad, en su origen nacía a los pies de la Puerta de Santo Domingo, con el tiempo el pórtico desapareció pero la calle siguió ganando relevancia hasta ser una de las más notables de la Villa y Corte. Una prueba de ello son los innumerables palacios que comenzaron a flanquearla, entre los que destacan el Palacio Bauer, en el Número 44 o el actual Ministerio de Justicia, levantado en lo que fue el Palacio de la Marquesa de la Sonora.
Esta arteria que parte en dos el barrio fue testigo además de importantes hitos en Madrid como la llegada, en 1858, del agua desde el embalse de Lozoya. Para ello se colocó una fuente frente a la Iglesia de Monsterrat, para mostrar al pueblo este importante acontecimiento. Aquí está la instantánea que recoge aquel momento….
Además, a modo de curiosidad hay que recordar que la primera administración de la famosa Doña Manolita estuvo en una de sus orillas. Por desgracia, una calle en la que han sucedido tantos avatares también guarda aspectos menos agradables… y es que en esta vía, en la actual zona de la Glorieta de Ruiz Jiménez, estuvieron los quemaderos de la Inquisición, donde tantas personas tuvieron un cruel final.
Éste es un paseo, muy de puntillas, por el enorme peso y de los argumentos que hacen de la Calle de San Bernardo una de las más decisivas, y a la vez menos reconocidas de Madrid. Resulta imposible resumir todo lo que encierra en un solo artículo. Su pasado nos invita a recorrerla con los ojos bien abiertos. Otro día pasearemos por sus palacios, que son muchos, o por sus instituciones. En esta ocasión sólo quería poneros tras la pista de su gran trascendencia. Que a nadie le suceda como a mí, que durante tanto tiempo la traté como a una calle cualquiera. Menos mal que ella misma se encargó de quitarme la razón.
(Foto de la Iglesia de Montserrat tomada de Viendo Madrid)