Cuando preparaba hace unas semanas los apuntes para una charla tuve que volver a echar un vistazo a la Ciencia Nueva de Giambattista Vico. La edición que tenía disponible se abría con un detalle que me había pasado desapercibido tiempo atrás: la fotografía de la placa que recordaba su lugar de nacimiento en Nápoles. Se trata de una inscripción que se encuentra en San Biagio dei Librai, antigua y céntrica calle napolitana de libreros ya desaparecidos que hoy rebosa de pequeñas tiendas y de vida. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE.
Reconozco que mi manera de aproximarme a las ciudades y, en general, a las cosas, tiene poco de convencional. A menudo no me centro en lo supuestamente importante de los lugares, pues esto, supongo, ya está a salvo del olvido o el descuido. Dado que teníamos previsto un inminente viaje a Nápoles decidí, con el libro de Vico en la mano, que mi regreso a la ciudad tenía que ser mediante una cuestión de detalle, casi invisible y propia tan sólo de quienes al menos saben quién fue aquel sabio y aventurero del saber que vivió durante la primera parte del siglo XVIII. Para Vico, lo más importante era la imaginación y todo su componente creativo. La función de los datos no es más que la de la mera ilustración de la primera. La Ciencia Nueva es un libro tan delicioso como a veces delirante. El origen "divino" del Derecho lo deduce Vico de una etimología imaginaria, e imagina que el lenguaje es estética, como siglos después lo hará su admirador Benedetto Croce. A Croce, precisamente, se debe el empeño de dejar constancia con una placa del lugar donde Vico dio comienzo a su vida. Ahora que veo cómo Nápoles sigue alimentando buena parte de los tópicos que la hacen tan singular, no creo que hubiera habido otro lugar en el mundo tan apto para Vico y su desbordante imaginación. Parece mentira que
FRANCISCO GARCÍA JURADO HLGE