San Concordio, el alabador.

Por Santos1
San Concordio, presbítero y mártir. 1 de enero y 4 de julio (traslación de las reliquias).
Las Actas de San Concordio, que la mayoría de hagiógrafos da por ciertas, recogen su martirio datado en el reinado del emperador Marco Antonino. Era Concordio hijo del presbítero Cordiano, el cual le educó en el temor de Dios, el conocimiento de las Escrituras y la caridad cristiana. Cuando llegó a la edad adecuada, el papa San Pío I (11 de julio), le ordenó subdiácono. Justo en esta época estalló la persecución y Concordio le pidió a su padre le permitiera ir con el presbítero San Eutiques (19 de septiembre) para acompañarle en esos tiempos recios. “Déjame” – le dijo – “para que sea coronado donde Cristo quiere sea coronado”. Y se fue con Eutiques a Spoleto, donde a pesar de la guerra a los cristianos, predicaron el Evangelio y sanaban a los enfermos en nombre de Cristo.
Su actividad apostólica llegó a Torcuato, gobernador de Umbría, que radicaba en Spoleto. Mandó llamar a Concordio y se desarrolló el siguiente diálogo:

Torcuato: "¿Cuál es tu nombre?"
Concordio: "Soy cristiano".
T: "Te pregunto acerca de ti, y no acerca de tu Cristo".
C: "Yo he dicho que soy cristiano, y a Cristo confieso".
T: "Sacrifica a los dioses inmortales, y seré para ti un padre, y obtendré para ti favores de manos del emperador. Él te encumbrará para que seas sacerdote de los dioses".
C: "Sacrifica tú al Señor Jesucristo, y escaparás de la miseria eterna". 

Entonces el gobernador ordenó que lo golpearon con palos y lo echaran en la cárcel. Esa noche le visitaron Eutiques y el obispo San Antimio (1 de abril), que era amigo de Torcuato. Gracias a esa amistad, Antimio obtuvo que el gobernador dejara libre a Concordio. Antimio lo llevó a su casa y allí le ordenó presbítero. Su nueva condición de apóstol de Cristo no permitió a Concordio vivir oculto y de nuevo comenzó a predicar la Palabra de Dios y hacer curaciones. Y de nuevo le llamó el gobernador.

Torcuato: "¿Qué has decidido hacer para salvarte?"
Concordio: "Cristo es mi salvación, ¿a quién crees que diariamente ofrezco el sacrificio de alabanza?". 

Entonces fue condenado a ser colgado del potro y atormentado, pero alegremente gritaba: "¡Gloria a Ti, Señor Jesús!". Después de esto fue arrojado de nuevo en prisión con cadenas en las manos y el cuello, y allí alababa a Dios constantemente, cantando en voz alta: "¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!". Esa misma noche se le apareció un ángel y le dijo: "No temas el tormento, yo estaré contigo". A los tres días el gobernador envió a Concordio dos soldados con una imagen de Júpiter, que estos le presentaron diciéndole: "Oye lo que el gobernador ha ordenado; sacrifica a Júpiter o perderás tu cabeza". Y Concordio se acercó al ídolo, lo escupió y repitió sus únicas palabras: "¡Gloria a Ti, Señor Jesucristo". Y uno de aquellos soldados, le decapitó allí mismo. San Antimio envió a dos hombres de confianza que tomaron el cuerpo y lo enterraron a las afueras de la ciudad de Spoleto. En breve, una fuente de aguas curativas brotó a la vera de su sepultura.

Todos los martirologios recogen su memoria a 1 ó 2 de enero, y el 4 de julio la traslación de sus reliquias a Bisbal, en la diócesis de Gerona, España. De allí serían trasladadas al monasterio San Pedro de Besalú, donde son veneradas.
Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.