En la Ciudad Santa supo de los Caballeros de San Juan, y se encaminó a su hospital, donde sirvió de pastor. Siete años vivió allí hasta que regresó a Occidente. Volvió a Roma, donde halló a Adriano IV en el solio pontificio, el cual le recomendó hiciera vida eremítica. Entonces Gerlach se encaminó a su tierra, vendió todas sus posesiones en favor de los pobres y se fue a Houthem, donde se acomodó en el hueco de un árbol, y allí fijó su ermita al estilo de los santos dendritas. Bajo la túnica vestía un cilicio que no se quitó nunca, ayunaba constantemente y su oración era muy elevada. Tuvo gran devoción a San Servacio de Maastricht (13 y 15 de mayo), cuyas reliquias visitaba diariamente, aunque para ello tenía que andar 10 km diariamente. Las gentes acudían a él constantemente, oraban con él y pedían sus bendiciones sobre ellos mismos o el ganado. Muchos milagros realizó, sobre todo con los enfermos y más pobres.
Fue estimado por Santa Hildegarda de Bingen (17 de septiembre), con quien se carteaba. Y sin embargo, quien más debió apreciarle, el clero de la región, le consideraba un farsante y encantador de multitudes. Incluso le llegaron a acusar de esconder oro bajo su árbol, y de que rendía culto al "espíritu de los bosques". A tanto llegaron, que el obispo de Lieja mandó arrancarle su árbol de raíz y cavar en derredor. Al no hallar nada de tesoros, claro está, y ver la humildad del santo, que obedeció tranquilamente, en compensación le construyeron dos chozas: una para vivienda y otra para ermita. Y al mismo tiempo, el obispo encomendó a los premonstratenses de Rolduc que se hicieran cargo de su vigilancia espiritual. Con estos canónigos tuvo mejores relaciones, aunque nunca quiso irse con ellos a su monasterio, sino vivir por libre. Y tanto se lo tuvieron en cuenta que a finales de 1169, cuando estaba para morir, ningún sacerdote ni religioso premonstratense quiso asistirle para morir en paz. Sin embargo, su fidelidad a San Servacio fue premiada: la noche del 5 de enero de 1170, se le apareció el santo obispo, que le dio la extremaunción y la comunión, muriendo acto seguido nuestro eremita.
Sepulcro del santo.
Como suele pasar, cuando su culto se hizo popular y su sepultura se llenaba de peregrinos, las cosas cambiaron y los vecinos premonstratenses reclamaron al santo "para sí", fundando un monasterio y administrando su culto. Y no solo eso, sino haciéndolo santo de la orden y poniéndole el hábito de la Orden. En el siglo XV se confirmó su culto, y aunque solo a nivel local, se le llama "santo". Hasta hoy se le venera como gran sanador de humanos y animales. Es especial abogado contra la peste y las enfermedades contagiosas.Fuente:
-"Vidas de los Santos". Volumen I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD.
A 5 de enero además se celebra a San Telesforo, papa carmelita.