En 618 obtuvo licencia de su obispo y se fue a una soledad cerca de Tréveris, donde levantó una ermita, donde celebraba misa, rezaba, trabajaba y hacía sus penitencias. Tuvo muchos favores celestiales y apariciones. Cinco años vivió sin contacto alguno con nadie, hasta que movido por el celo de las almas, comenzó a evangelizar a los habitantes de aquellas soledades, paganos muchos de ellos, y a enfervorizar a los cristianos alejados de la fe. Esto le hizo nuevamente famoso, y muchas personas le visitaban, buscando consejo y una palabra edificante. Celebraba la misa para todos, atendía a los peregrinos, especialmente a los enfermos, les servía de comer y les entretenía. Predicaba a Cristo, rezaban juntos y más de un milagro realizó, sanando a los enfermos. Y tantos acudían, que con ayuda de todos, improvisó un hospital.
Todo iba bien, pero Dios pone sus pruebas: unos parientes (dos criadas, según la versión) del obispo de Tréveris, llamado Rústico, calumniaron a Goar, diciéndole al obispo que "el tal eremita se pasaba el día, comiendo, riendo y hablando con gente de todo tipo". Rústico mandó buscarle y la leyenda cuenta que, al otro día, muy de mañana, antes de partir, Goar dio de desayunar a unos pobres que partían e invitó a los calumniadores. Estos, para despreciarle, respondieron que preferían ayunar, aparentando piedad. Goar entonces les dio algunas cosas para comer en el camino, y él comió con los que se iban. Luego partieron rumbo a Tréveris. Casi a medio día los "ayunadores" tuvieron hambre y cuando buscaron en su bolsa lo que Goar les había dado para el camino, la hallaron vacía. Siguieron camino, hablando de la Trinidad, y de pronto aparecieron tres hermosas ciervas, que se acercaron al santo y se dejaron acariciar y ordeñar por él, lo cual fue visto como un signo de aprobación de Dios a Goar. Quedaron los calumniadores arrepentidos de su obrar, entonces el santo hizo oración, les mandó miraran de nuevo en sus bolsas, y allí estaban las provisiones.
Cuando llegaron ante el obispo, los dos insidiosos se desdijeron de todo lo que habían dicho, pero Rústico no se creía nada, por lo que quiso comprobar de primera mano la santidad de Goar. Mandó llamarle, y cuando Goar entró al salón, como no tenía donde colgar su capa, la extendió sobre un rayo de sol que entraba por la ventana. Este portento no satisfizo al obispo, que pidió otra prueba. Había allí a la sazón un bebé de tres días de nacido que había sido abandonado en una iglesia, del que no se sabía quiénes eran los padres, y el obispo mandó a Goar que hiciese al niño hablar por milagro, para saber la verdad. Goar se resistió por humildad, pero cuando no le quedó más remedio que obedecer, hizo la señal de la cruz y dijo: "Tú, niño, te lo suplico en nombre de la Santa Trinidad; dinos claramente quiénes son sus padres!" Y el niño habló con voz firme: "Mi padre está aquí, es el obispo Rústico, y el nombre de mi madre es Flavia". Entonces Rústico, al verse descubierto, tuvo que confesar públicamente su pecado. Goar animó al prelado a hacer penitencia y a invocar la misericordia divina, a la par que debía hacerse cargo del niño y de su madre. El obispo quedó sorprendido de la caridad y santidad de Goar, y desde entonces tuvo gran cariño y veneración.
Supo de su fama el rey Sigebert II, y le hizo llamar. El rey quedó admirado de la prudencia, santidad, caridad y sabiduría de Goar, por lo que quiso tenerle consigo en la corte, en Metz. El santo se resistió, pero lo vio como la voluntad divina. Además, el rey, sabiendo lo de Rústico, quiso deponerlo y nombrar al santo para la sede episcopal de Tréveris. Goar se horrorizó de aquello, pero no había nada que hacer, porque nobles y prelados apoyaban la decisión y estaba dispuestos a consagrarle obispo. Goar pidió unos días para orar en su celdilla, para pedir a Dios le mostrase su voluntad y le concedieron 20 días, que empleó el santo en implorar a Dios le librase de dignidades y de la cercanía con el mundo que conllevaban. Y Dios le escuchó, pues al cabo de 20 días, Goar enfermó gravemente y no pudo ponerse en camino a Metz. El rey le visitó y viendo su estado, le dio más tiempo para aceptar ser obispo. En esto estuvo el santo siete años, y cada vez que estaba bien de salud y pretendía obedecer yendo a Metz, enfermaba gravemente, sin poder moverse. La última vez, pidió al rey le liberase de obedecerle, y este lo hizo. Entonces Goar pudo morir en paz y sin faltar a la obediencia, el 6 de julio de 649, a los 64 años de edad.
Fue sepultado en su propia ermita, que con el tiempo albergaría un monasterio. Los peregrinos nunca han dejado de venerar a su santo, al que se le invoca por la salud de los niños pequeños, especialmente los que tienen retraso en el habla o el caminar. Su "vita" fue escrita en el siglo XI, por un monje del monasterio de Prüm.Fuentes:
-"Dix mille saints: dictionnaire hagiographique". A. SIGIER. 1991.
-"Año cristiano o Ejercicios devotos para todos los días del año". Julio. R.P. JUAN CROISSET. S.J. Madrid, 1818.
A 6 de julio además se celebra a
San Tranquilino de Roma, mártir.
Santa Ángela de Bohemia, princesa y carmelita.