Así nuestra Logia es una Logia de San Juan y como todos los masones tenemos por patrones a los dos santos juanes. Toda la Masonería especulativa, en todo el mundo, celebra las dos fiestas solsticiales de los dos sanjuanes: el de verano, que toca ahora: el San Juan Bautista, y el de invierno, en diciembre: el San Juan Evangelista.
La celebración de esta fiesta se cree que es una herencia de los antiguos Collegia Fabrorum, gremios de constructores de la antigua Roma, más tarde transmitida a los gremios de constructores medievales, los masones operativos, manteniendo el carácter iniciático de los constructores romanos. Los Collegia Fabrorum celebraban la fiesta del dios Jano en los dos solsticios, era el dios que cerraba y abría las puertas solsticiales en el ciclo anual.
Esta historia nos hace entrar plenamente dentro del territorio mitológico, el cual junto con los sistemas simbólico y social, son los tres sistemas propios de la vida humana. Estos tres sistemas siempre van juntos y se manifiestan en cualquier actuación humana, pero más concretamente se ponen de relevo en todos los actos rituales. Los rituales masónicos son una prueba de la interacción de los tres sistemas mencionados.
Con el cristianismo las dos fiestas de Jano pasaron a ser las de los dos santos Juanes, y todavía se siguen celebrando en las mismas fechas, en las inmediaciones de los dos solsticios. (Véase la Estrella Flamígera, 3: 22-28). Pero la fiesta del Bautista es doble, pues el 24 de Junio se celebra su nacimiento, mientras que el 29 de Agosto vuelve a aparecer en el santoral para conmemorar su degollación.
San Juan Baptista, a diferencia del Evangelista, tiene una biografía transparente, la cual casi nos permite seguir sus pasos, sospechar su iniciación entre los esenios y conocer los detalles de su famoso martirio.
Es probable que existiera una estrecha relación entre los esenios y Juan Bautista y que la primera comunidad cristiana adoptara ciertos elementos esenios. Cómo es sabido, los esenios fueron una secta judía de Palestina formada probablemente por una escisión de la secta farisaica en el siglo II aC (150 a C-132 dC). El centro geográfico de los esenios fue el NW del mar Muerto, cerca de las actuales ruinas del Qumram. Se habían separado de las autoridades religiosas y del culto oficial del templo de Jerusalén y tenían reglas propias de comportamiento. Vivían en comunidades monásticas y renunciaban a la propiedad privada, obedecían a un superior responsable, imponían un periodo de prueba a los recién llegados y celebraban ágapes comunitarios y baños rituales para los iniciados; estudiaban la Ley en sus mínimos detalles y practicaban la plegaria común y el trabajo manual. En su celo por una vida austera, los esenios practicaban, además, el celibato. Su principal interés era conservarse puros y mantener la santidad requerida a todo buen judío.
Al examinar la historia de Juan Bautista y la de Jesús, queda claro que nos encontramos en territorio mitológico. Las dos historias parece como si se reflejaran la una en la otra. Ambas nos hablan de nacimientos milagrosos. Juan nace de una mujer vieja. Jesús nace de una mujer joven. La madre de Juan es estéril. La madre de Jesús no es fecundada. Juan nace en el solsticio de verano, cual el sol empieza a menguar. Jesús nace seis meses después, en el solsticio de invierno, cuando el sol empieza a crecer otra vez. De aquí que el Bautista, refiriéndose a Jesús, dije: “es preciso que él crezca y que yo disminuya” (Juan, 3, 30). Juan nace bajo el signo de Cáncer, que para los antiguos representaba la puerta que cruzaban las almas cuando salían de la encarnación y entraban en la inmortalidad. Juan bautiza con agua, y Jesús, con fuego y espíritu. El nacimiento de Jesús se celebra en la fiesta pagana del sol que regresa, el 25 de diciembre. El de Juan Bautista se celebra en junio y sustituye una fiesta pagana del agua que se celebraba en el solsticio de verano.
El bautismo era un rito fundamental a las religiones mistéricas. Ya en los himnos homéricos se dice que la pureza ritual era la condición para lograr la salvación y que se bautizaba a las personas para borrar todos sus pecados anteriores. En los textos de las pirámides vemos que el faraón egipcio era objeto de un bautismo ceremonial antes de que tuviera lugar su nacimiento ritual como encarnación de Osiris. En algunos ritos mistéricos el bautismo se simbolizaba simplemente mojando con agua bendita. En otros implicaba la inmersión total. Se han encontrado piscinas bautismales en salones de iniciación y santuarios.
En Eleusis los iniciados se purificaban ritualmente en el mar. Durante la ceremonia de su iniciación Lucio Apuleyo recibió un baño purificador y después fue bautizado siendo rociado con agua. En los misterios de Mitra se bautizaba varias veces a los iniciados para borrar sus pecados. Estas iniciaciones tenían lugar en marzo/abril, exactamente a la misma época en que, en siglos posteriores, también los cristianos bautizarían a las personas que se habían convertido, los llamados catecúmenos.
El parecido entre los ritos cristianos y los paganos eran obvios a los ojos de los cristianos primitivos. Tertuliano nos dice: “en ciertos misterios las personas se inician mediante el bautismo e imaginan que el resultado de este bautismo es la regeneración y la remisión de las penas por sus pecados”.
Según san Pablo, en un bautismo consistente en la inmersión total hay tres acciones simbólicas. Entrar al agua significa la muerte, la inmersión representa la sepultura y salir de ella, la resurrección. Esta interpretación alegórica del bautismo concuerda por completo con los ritos mistéricos, los cuales también representaban la muerte y la resurrección místicas. En la iglesia primitiva, se vestía a los recién bautizados con túnicas blancas, se les daba un nombre nuevo y se los ofrecía miel para comer. Del mismo modo, en los misterios de Mitra, a los iniciados que renacían espiritualmente les ponían miel en las manos y se la ponían en la lengua, como se acostumbraba a hacer con los bebés.
El dios del agua y el dios del fuego son los dos elementos aristotélicos encontrados que también simboliza la cabeza del dios Jano bifronte: la dualidad. La dualidad del fuego y el agua, del blanco y el negro, del bien y el mal, de la ignorancia y la sabiduría, del miedo y el valor. Y,..., de la ignorancia viene el miedo y del miedo vienen los dioses, aunque sean los del fuego o del agua.
Barcelona, San Juan de Verano Ramon Llull M FM del REAA