Una vez sentados a la mesa del restaurante "Le bistrot Luzien", local muy recomendable en la zona antigua, no nos complicamos en exceso a la hora de pedir. En mi caso me decanté por una parrillada de pescado, algo muy típico del lugar, y que básicamente consta de dorada a la espalda, salmón a la plancha, merluza a la parrilla, gambones a la plancha y unos chipirones del cantábrico a la plancha, todo ello acompañado por un arroz con verduras. Resultó de lo más sabroso y jugoso, y un excelente combustible para aguantar toda una tarde de caminatas.
Ceci se inclinó por un lomo de salmón a la parrilla con una salsa "atomatada" de dudoso gusto
Y con los estómagos surtidos y bien contentos continuamos con la exploración de San Juan de Luz, comenzando por la parte resguardada de la ría, La Nivelle, y su fachada de casas típicas propia de la arquitectura de la zona. Esta parte del abra de la ría da abrigo a los barcos pesqueros y las pequeñas embarcaciones de recreo y ofrece una de las postales más reconocibles de San Juan de Luz.
La Plaza de Louis XIV es el epicentro de la animación local. Las típicas terrazas de los cafés copan parte de ella, y artistas y buscavidas de distintas índoles exponen sus pinturas o muestran sus habilidades malabares a los numerosos visitantes y paseantes que se da cita en la parte vieja de San Juan de Luz un domingo soleado y caluroso. Al fin y al cabo estas cosas demuestran que un pueblo está vivo, lleno de atractivos que hacen apetecible visitarlo.
Con todo el comercio abierto, las calles del centro se llenaban de turistas que curioseaban entre tiendas de alimentación con los productos regionales estrella como el famoso pastel vasco, cadenas de ropa, zapaterías y tiendas de surf. Siendo como era un domingo y con semejante afluencia de visitantes, te das cuenta del carácter eminentemente turístico que ha tomado San Juan de Luz hoy en día.
Abandonando las calles comerciales céntricas llegamos al paseo que bordea la estupenda playa de San Juan de Luz, la Promenade Jacques Thibaud que nos lleva a lo largo de un agradable paseo hasta la Promenade des Rochers y la pequeña colina que se eleva sobre los acantilados. Después de unas cuantas escaleras y de una pequeña ascensión por rampas, desde el relajado descanso en uno de los bancos del parque, es posible deleitarse con unas fabulosas vistas panorámicas de San Juan de Luz y de su bahía. A lo largo del paseo marítimo nos cruzamos con el lujoso Grand Hotel Loreamar, que demuestra que no solo Biarritz puede presumir de glamour en la región francesa de Aquitania.
Desde los acantilados se puede percibir el profundo olor a mar que el oleaje libera al chocar contra las rocas, amén de unas maravillosas vistas del Mar Cantábrico y de los montes que bordean a San Juan....
....y observar las técnicas de pesca de expertos pescadores alados
La tarde iba avanzando poco a poco, y con el paso de las horas el sol caía sobre el horizonte brindándonos un bonito atardecer sobre la bahía de San Juan de Luz.
Bayona
Pero antes de desplazarnos a San Juan de Luz casi a la hora de la comida, pasamos la mañana dando una vuelta por Bayona, en una soleada mañana de domingo que invitaba a ello. Y a pesar de esa bonanza climatológica, Bayona lucía elegante pero solitaria, muy solitaria. Apenas unos puñados de turistas pululaban calmados por las enrevesadas calles del centro de la ciudad, y alguna terraza de café ocupada en parte, demostraba algo de vida más allá del turista cámara de fotos en mano. Aunque lo que si que nos resultó muy reconocible de nuestra última y lejana visita fue la fachada de edificios que se levanta entre la confluencia de los ríos de La Nive y de L´Adour, uno de los rincones más bellos de Bayona.
El ayuntamiento de Bayona data de mediados del siglo XIX
Los dos campanarios gemelos de la Catedral de Santa María es una de las estampas más reconocibles de Bayona, además de ser divisables desde muchos puntos de la ciudad. Curiosamente fue uno de los pocos rincones de la localidad donde pudimos encontrar cierto gentío, ya que se encontraban celebrando una misa en la catedral seguida de una pequeña procesión de la Virgen. Anexo al la Catedral de Bayona se encuentra un formidable claustro que junto a la imponente catedral fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El paseo por las calles de Bayona resultó todo un placer, disfrutando de las estrechas y coloridas fachadas con sus persianas de madera tan típicas de esta región del país vasco-francés. Y una imagen de la Iglesia de Saint André, de estilo gótico.
Es indudable que Bayona posee un gran encanto junto a una dilatada historia. Un ciudad fundada hace más de mil años por los romanos y que ofrece al visitante atractivos monumentales como la Catedral de Santa María, el castillo nuevo, el castillo viejo, el monumental claustro anexo a la catedral, además de otros culturales como el gran museo Bonnat con miles de pinturas entre sus fondos. Pero quizás sea mejor disfrutarlo en un día laborable, con la vorágine propia de la vida cotidiana de una ciudad y sus gentes, ya que según parece el bayonés aprovecha las jornadas dominicales para hacer excursiones a las vecinas localidades costeras, dejando la suya propia semi desértica.
Las fachadas de entramados de madera pintados en vivos colores es una imagen típica de Bayona