En 604, al morir Agustín, y efectivamente, Lorenzo fue elegido obispo de Canterbury. Esta forma de sucesión no era la tradición de la Iglesia, pero las circunstancias mandaban. De hecho la confirmación romana de su episcopado no consta, y si la hubo se perdió en el tiempo. Pero en 610 ya hallamos cartas del papa San Bonifacio IV (8 de mayo), el cual le trata de “Cantuariensis archiepiscopi, legitimum successorem Augustinum”. En 613 “rededicó” a San Agustín de Canterbury la abadía que este mismo había construido y dedicado a San Pedro y San Pablo.
El principal escollo de Lorenzo no fueron los paganos, sino los obispos locales, renuentes a la “romanización” de las tierras inglesas. Es que, a la par que la evangelización de aquellas tierras, avanzaba la cultura, los usos y costumbres y la liturgia romana. La iglesia local era renuente, por ejemplo, a celebrar la Pascua en la misma fecha que la Iglesia de Roma lo hacía. Lorenzo escribió a los prelados de Escocia y las otras tierras inglesas, pero nada logró. Tampoco es que su lenguaje, con frases tipo “unos míseros celtas que viven donde el mundo se acaba no pueden saber más que todas las iglesias de la cristiandad”, ayudara mucho.
En 616 otro problema se le sumó: Eadbald, hijo de Ethelbert y Bertha, renegó del cristianismo para volver al paganismo, y con él su reino, además de tomar por mujer a su madrastra, la segunda esposa de su padre. Temiendo la persecución, los obispos Melitón y Justo se fueron de sus sedes, y muchos monjes cruzaron al continente, fundando en Bretaña. Pero el arzobispo Lorenzo permaneció allí, para reconvertir al nuevo rey. Una leyenda, recogida por Beda dice que estaba desanimado y pensaba claudicar cuando fue a orar a la abadía de los Santos Pedro y Pablo, cuando se le apareció San Pedro (29 de junio; 1 de agosto, “ad Víncula”; 18 de enero, cátedra; 22 de febrero, cátedra; y 18 de noviembre, la Dedicación) y le azotó por pusilánime, mientras le decía “¿Por qué abandonas el rebaño que te han encomendado? ¿Es que como el mal pastor vas a comprometer a las ovejas de Cristo, que están en medio de lobos? Has olvidado que por el bien de mis hijos, a los cuales Cristo me encomendó en señal de su afecto, sufrí a manos de los enemigos de Cristo, los azotes, las cadenas, la prisión, y por último, la muerte en la cruz, para que yo fuera ser coronado con Él?” Lorenzo mostró las marcas de los latigazos a Eadbald y este, temiendo le sobreviniera algún castigo semejante, abandonó el paganismo, para volver a Cristo. Abjuró de los dioses, renunció a su mujer-madrastra y prometió proteger y promover la verdadera fe. Pero en realidad no está muy claro todo este momento histórico, pues algunos historiadores, como D. P Kirby sitúan esta vuelta a la fe, bajo el episcopado de San Justo de Canterbury (10 de noviembre), en 624.
La misión de Lorenzo no despegaba, pues reyes cercanos a Kent recelaban del cristianismo, la influencia del papa y, en última instancia, que al tomar aquella fe, también tuvieran que someterse a Eadbald. Tanto era el temor que, por ejemplo, el rey Raedwald, se convirtió a Cristo, pero no obligó a su pueblo a hacer lo mismo, sino que simplemente colocó un altar cristiano en un templo pagano, celebrándose allí la sagrada liturgia. Lorenzo murió el 2 de febrero de 619, y fue enterrado en la abadía antes mencionada. En 1091, las reliquias fueron levantadas y al abrir la sepultura, una fragancia desconocida salió de la tumba. Fueron trasladadas solemnemente a la nueva iglesia abacial. Desde el siglo VIII consta su memoria litúrgica en la arquidiócesis, y en todas las iglesias de Inglaterra.
Fuentes:
-"Vidas de los Santos". Tomo I. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1914.