Sí, ya era algo tarde, seguramente era de los últimos visitantes que recibía el Museo Federico Silva, en ese momento se exhibían las esculturas de Laura Leal, Ensoñaciones, y eso era precisamente lo que me sucedía. Me sentí en un sueño o en una pesadilla en la que el terror y la desesperación se apoderaban de mí, como si alguien invadiera mi cuerpo e intentara expulsar mi propia alma, una víctima del sufrimiento eterno.
Ni siquiera me percaté de cómo sucedió pero cuando caí en cuenta ya lo sentía muy dentro de mí, aniquilando mi esencia, tomando poder en mí, doblegando mi voluntad. Era un extraño que había entrado en mi cuerpo, sentía su dolor y esa agonía infinita que los destrozaba por completo; sus ganas de escapar se convertían en mi propio deseo, era yo quien deseaba salir corriendo y ser libre para siempre.
Luché contra mí mismo, contra mis propias fuerzas. Luche por recuperar mi alma, mi cuerpo y mi ser. Sabía que alguien más me había invadido pero no lograba comprender lo que sucedía. No supe cómo sucedió pero caí en cuenta de que un espíritu se había apoderado de mí y que controlaba mis acciones. Me tiré al piso en un intento fallido de resistencia; mis ojos se pusieron en blanco y arrojé espuma por la boca. Las esculturas de mezquite y dos de mis amigos eran los únicos testigos.
En mi interior había una guerra, una batalla a muerte. Ni sabía quien ganaría; yo o el invasor. Sentí ese dolor que alguna enfermedad desconocida le causaba y al mismo tiempo la agonía de mi propia alma que luchaba por mantenerse viva. Me sentí débil y vulnerable a todo, a los impactos de un ente que quería apoderarse de mí, a la resistencia de mi propio ser que se negaba a morir. Finalmente, fui más fuerte o el invasor desistió. Poco a poco volví a ser yo mismo.
Esa misma tarde, platicando con varios amigos sobre lo que había ocurrido, me hablaron del pasado de este museo; de la terrible historia que lo envolvía y de los incontables casos de muerte que ahí se habían registrado. Resulta que hace muchos años fue un enorme hospital en donde se atendía a toda clase de enfermos, muchos de los cuales perecieron en el lugar a falta de medicamentos y atención especializada. Mucha gente asegura que sus almas todavía penan en los rincones del recinto.
Dicen que las almas quedan atrapadas en el lugar donde sus cuerpos mueren y para escapar necesitan de un nuevo cuerpo; quizá eso fue lo que me sucedió. Un alma intentó apoderarse de mí para escapar de su eterno encierro en el Museo Federico Silva o, mejor dicho, del antiguo hospital en donde encontró la muerte. De ahí que sintiera su dolor y sus enormes deseos por escapar, de ahí que una batalla sin igual se registrara en mi cuerpo.
No he sabido de más personas que hayan corrido con la misma suerte pero he confirmado la historia del recinto; hace muchos años fungió como un hospital en donde murieron cientos de personas pero también se salvó la vida de muchas otras.
Todavía no me atrevo a volver, temo no resistir un nuevo ataque y que mi alma quede atrapada en el antiguo hospital, en el Museo Federico Silva…