Desde sus 170 metros de altura la figura del arcángel custodia la bahía, escenario de mareas que, por la distancia y velocidad de su crecida, resultan ser las más espectaculares de Europa. En el verano de 2006 una inusual marea volvió a convertirlo en isla, algo que no venía ocurriendo desde hacía más de 130 años.
Tal intensidad, junto con los bancos de arenas movedizas que estas mareas dejan tras de sí, exigen gran prudencia a la hora de explorar los alrededores...
Amén de la bahía y de sus mareas, el aspecto medieval de sus callejuelas serpenteantes y las impresionantes vistas desde su abadía justificaran sobradamente una visita que bien podrá culminar en cualquiera de sus restaurantes, con la degustación de las exquisitas viandas de los prados salados (Prés salés), que los ganados de la zona adquieren por la sal y demás minerales que llegan con cada subida de marea...
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