Retomando un artículo del año pasado, sobre San Valentín de Roma, había prometido la segunda entrega sobre el otro Valentín, y aquí está (aunque sea un año después y por la cercanía de la celebración de su memoria). Sugiero que leáis el artículo anterior para poneros al día o por si no lo habéis leído antes.
San Valentín de Terni (Interamna o Teramo), obispo y mártir. 14 de febrero.
El primer testimonio de su martirio data del siglo V, que lo señala el 14 de febrero de 273, bajo el emperador Aureliano. Y punto. Una crónica apócrifa, añadió en el siglo VI, que había sido consagrado obispo en 197, por San Feliciano de Foligno (24 de enero) y que fue el primer obispo de la ciudad. Destacó por la santidad de su vida, su predicación y el don de milagros, entre ellos el que le dio patronato sobre los lisiados: el hijo del erudito Cratón, que llevaba años paralítico. Esta curación trajo la conversión de toda la familia y de los discípulos de Cratón, Próculo, Efebo y Apolonio, que se unieron a Valentín en la predicación. En el siglo VIII, instituida ya su memoria, otro documento da razones (legendarias, por supuesto) de las torturas y final martirio por decapitación, así como que el cuerpo fue llevado a Terni y enterrado por los discípulos (diáconos?) Santos Próculo, Efebo y Apolonio (1).
La devoción consta perfectamente documentada desde el siglo IV, porque hay testimonios de una basílica construida en su honor sobre la tumba, según la costumbre de la Iglesia siempre que se podía. La basílica fue arrasada por los godos en el siglo VI, pero la devoción continuó y la iglesia fue recostruida en el siglo VII, en que la ocuparon los monjes de San Benito. Por avatares históricos entre los papas y el poder temporal la basílica fue motivo de disputas, peleas, sitio de paz y de guerra, de debates y concilios, todo al mismo tiempo. En el siglo XIII la dejaron los monjes y poco tiempo después fue abandonada y destruida, hasta 1600, año en que se comenzaron las excavaciones para la reconstrucción. En 1605 se halló un ataúd de plomo dentro de un sarcófago de mármol y se tomó como el cuerpo del santo, la Iglesia lo admitió y se construyó una nueva basílica que ocuparon los carmelitas, donde descansan los huesos dentro de una escultura yacente bajo el altar (en la imagen).
¿Y los enamorados?
Una de las tantas leyendas que se inventaron sobre el santo, decía que Valentín, amante de las flores, siempre daba una a los cristianos a los que unía en matrimonio para recordarles que la belleza corporal se marchitaba, pero que el aroma de las virtudes podía perdurar más allá de aquella. Lo cierto es que aunque Roma celebraba las Lupercalias, fiestas de fertilidad y purificación de los campos, estas eran el 15 de febrero, y la memoria del santo el 14, por su martirio, certeramente anotada en este día, mucho antes de la eliminación de estas fiestas.
Aunque el papa San Gelasio I (21 de noviembre) prohibió dichas celebraciones paganas en el 494, no es del todo cierto que las sincretizara con la fiesta de San Valentín, poniéndole como patrón de los enamorados. Primero, porque la idea de los santos patronos es muy posterior al siglo V. Segundo, porque la fama universal de Valentín llegaría más tarde y en la época de Gelasio sería conocido en Terni y poco más. Tercero, porque las celebraciones típicamente de "enamorados" se extienden desde las zonas del norte de Europa, hacia el sur, y no desde Roma; de hecho la leyenda de la flor se recoge en "vitaes" medievales y del norte de Alemania, Bélgica u Holanda, no en las leyendas nacidas en el entorno del santo entre los siglos VI y VIII.
(1) Santos Próculo, Efebo y Apolonio, mártires (14 de febrero), fueron apresados y martirizados mientras velaban junto a la tumba de Valentín. Probablemente solo se trate de darles relevancia a costa de relacionarlos con un mártir con cierta fama, como Valentín.