Por supuesto me hice con el libro y, ahora que he visto la película, en los dos casos mi comentario coincide con el de mi amigo: increíble. No lo es por haber vendido veinte millones de ejemplares del libro en todo el mundo, ni por ser la película un gran éxito de taquilla. Lo es por conseguirlo sin un argumento de impredecibles crímenes morbosos en ambientes de lujo, o destapando oscuras conspiraciones de instituciones respetables. Sorprendentemente, conquista el éxito hablando de Dios (del Dios cristiano) y – lo más notable– sin campañas publicitarias, con el boca a boca.
El segundo largometraje del director Stuart Hazeldine tiene una factura discreta pero eficaz para la difícil y sugerente trama. Se puede resumir en un dilema tan antiguo como necesario de abordar en el momento presente: si Dios existe y es el Bien infinito, ¿por qué permite el mal en el mundo?; sobre todo, el sufrimiento de los inocentes.
Evidentemente, la película no entra en debates teóricos. Y es aquí donde encontramos uno de sus ingredientes más interesantes. Aborda respuestas desde el conflicto dramático, existencial, de Mack y en la relación con los personajes que él se encuentra en la cabaña. No quiero desvelar detalles para que el espectador disfrute con las sorpresas que nos depara la audaz propuesta del guion.
Un buen complemento para este visionado es el Motion Graphics Is God Good?, disponible en este enlace. Excelente en su realización y coincidente con el filme en un concepto que experimentamos en el vivir de cada día: a pesar de todos los condicionamientos, el alcance de nuestra libertad es cosa nuestra.