El voto a Sánchez se ha traducido hasta ahora en un rechazo a España y en daños a la nación. El sanchismo, al aliarse con antiguos terroristas manchados de sangre, con independentista y golpistas, ha declarado la guerra a España.
Resulta evidente que votar a Sánchez equivale a golpear a España.
El sanchismo ha permitido que el independentismo crezca, que la división avance, que la economía retroceda, que la corrupción crezca, que los golpistas sean indultados y que la mentira se adueñe de España y que nuestra nación pierda prestigio y peso en el mundo.
Sánchez, con su obsesión enfermiza por el poder, ha convertido las extrañas elecciones de Julio en una “cruzada” de la España decente y digna que quiere resurgir contra el sanchismo, sus vicios, corrupciones, odios, mentiras y traiciones. La España de la lealtad, la honradez y el esfuerzo sabe que la libertad y los valores son incompatibles con el sanchismo.
La voluntad de la mayoría de los españoles, ya demostrada el pasado 28 de mayo con una derrota humillante de las izquierdas y del propio Sánchez, parece indetenible, pero hay que tener cuidado porque el malvado de la Moncloa ha decidido recurrir a las argucias y trampas para retener el poder.
Votar por correo el 23 de julio es un acto temerario del que se beneficiará Sánchez, del mismo modo que votar contra Sánchez es un acto de patriotismo.
Es tan imbécil y obtuso el tal Pedro Sánchez, incapaz de serenarse y de observar el panorama con frialdad, que, obsesionado de manera demente con el control del poder, como un Stalin de segunda mano, ha convertido las elecciones del verano en una lucha a cuchillo corto entre la España decente y la turbia marea del sanchismo, amigo y aliado de la escoria que odia a España: pro etarras, comunistas, independentistas y golpistas.
Es tan torpe y tan ególatra que ha transformado la consulta del 23 de julio en un acto revolucionario, necesario para defender a España frente al asalto pirata del sanchismo.
Francisco Rubiales