No me cabe la más mínima duda de que Sánchez era perfectamente consciente de que estaba llamando a “Sálvame”, ese programa de la tele que se caracteriza ante todo por la enjundia de los asuntos que trata habitualmente – cuernos, braguetazos y traiciones - y la calidad intelectual y profesional de sus colaboradores – Belén Esteban, Lidia Lozano, Kiko Hernández, etc. Luego de dejar su impronta histórica en los anales de la televisión patria, Sánchez se nos apareció por la noche en “El Hormiguero”, otro programa en donde lo mismo te ponen al jugar al baloncesto que a hacer extraños experimentos y en medio te hacen preguntas supuestamente comprometidas.
Los que así piensan afirman también que Sánchez ha hecho bien en aparecer en “Sálvame” y en “El Hormiguero” porque de ese modo transmite cercanía y le permite llegar a una nutrida audiencia televisiva, una buena parte de la cual seguramente no sabía hasta ayer quién era el “nuevo secretario del PSOE” porque ni lee las páginas de política de un periódico ni escucha los informativos de la radio y la televisión aunque se lo ordene su médico de cabecera.
Hay quien piensa, sin embargo, que si el líder del principal partido de la oposición tiene que recurrir a los programas de entretenimiento para debatir sus soluciones a los problemas del país con Belén Esteban o Jorge Javier Vázquez es que las cosas están mucho peor de lo que pensábamos y la regeneración política de la que hablan tanto los líderes estos días tendría que empezar casi desde la escuela. De hecho, que Sánchez haya acudido a esos dos programas de televisión es un síntoma de que a los españoles aún nos falta un buen hervor democrático que, por ejemplo, nos enseñe a usar más la cabeza cuando tenemos que elegir a quienes han de gobernarnos.
Pero no quiero ponerme trascendental con este asunto ni regañarle a nadie porque vea determinados programas de televisión en lugar de otros o porque la política y los políticos que deciden sobre sus vidas y sus haciendas les importen exactamente una higa. Ni aunque esas decisiones terminen afectándonos a todos, los que vemos los programas de telebasura y los que huimos de ellos como de la peste. Por su parte, si Sánchez ve en esta estrategia de comunicación un filón para ganar votos y convertirse en un líder mediático para competir con Pablo Iglesias, que lo explote a conciencia. Tampoco se lo reprocharé aunque el año que viene monte un Gran Hermano para elegir al candidato del PSOE a La Moncloa.