Joaquín Leguina y otros muchos viejos socialistas y personas íntegras que han abandonado el socialismo de Sánchez piensan algo parecido. Leguina dice que "el PSOE ya no existe y lo que queda es propiedad de pedro Sánchez".
Cada día son más las personas con decencia que abandonan el PSOE como rechazo a la deriva de Pedro Sánchez y en el partido sólo van quedando los habituados a los privilegios, los que sienten vértigo ante el trabajo y la competitividad que les espera fuera del partido y los adictos a vivir de la rapiña, esos que sólo gracias al partido ocupan puesto bien remunerados en lo público.
Si algo ha demostrado el "sanchismo" hasta la saciedad es su falta de escrúpulos y de principios éticos sólidos. Es capaz de decir una cosa hoy y otra mañana y las hemerotecas se han convertido en una bofetada continua a Pedro Sánchez, que prometió cien veces que no pactaría con Pablo Iglesias y después lo hizo, que no se apoyaría en los independentistas y ahora la hace, etc., comportamientos típicos de un estafador que en países serios como Inglaterra, Holanda, Estados Unidos, Suecia y muchos otros sería obligado a dimitir y además tendía que haberse sentado en el banquillo de la Justicia por engaño y estafa a sus votantes.
Pero en España padecemos sin protestar ni rebelarnos esa humillación terrible de ser gobernados por personas sin valor, grandeza ni honor, por mentirosos empedernidos y estafadores que sólo buscan el poder y sus privilegios y que están dispuestos a realizar todo tipo de arbitrariedades y abusos para conseguirlos.
En la mente de los andaluces queda una imagen indignante: el PSOE, en lugar de intervenir a la golpista y violenta Cataluña, interviene a la fiel y española Andalucía. Es una injusticia lacerante, propia de miserables.
La "vendetta" humillante de Sánchez tendrá consecuencias y distanciará a los andaluces de un Estado español que se comporta con injusticia gansteril. Ya, como respuesta a la agresión, se alzan voces que dicen que Andalucía, para ser respetada, necesita contar con un partido nacionalista y hostil a los abusos de un centralismo en manos de mediocres, irresponsables y resentidos. Es decir, imitar a la rastrera Cataluña.
Francisco Rubiales