¿Por qué un tal Pedro Sánchez que hasta hace unos meses no lo conocía ni Dios, hoy se ha convertido en el rey de su partido?
Hoy, el día después de las elecciones socialistas, muchos se preguntan: ¿Por qué un tal Pedro Sánchez que hasta hace unos meses no lo conocía ni Dios, hoy se ha convertido en el rey de su partido? Varias son las hipótesis al respecto. La primera: el apoyo de Susana Díaz. Mientras Eduardo Madina fue apadrinado por "el desgastado de Ferraz" – Alfredo Pérez Rubalcaba – Pedro, por su parte, lo fue de la presidenta andaluza. La misma señora que arrasó en las pasadas europeas y devolvió a los suyos el sueño de una mayoría absoluta para las próximas autonómicas. La segunda hipótesis del triunfo de Pedro: su marketing político. Mientras Madina optó por una "campaña tradicional", Pedro desgastó las ruedas del monovolumen y las suelas de sus zapatos; recorrió de palmo a palmo todos los rincones de España. Abrazó y estrechó la mano a miles de militantes y durmió en casa de algunos. "Los lazos que se crean al ver, oír y tocar a un candidato – en palabras de María, militante socialista – son, a veces, más fuertes que el mejor de los discursos". La tercera hipótesis de la victoria "sanchista": las "malas artes". Las informaciones feas, sobre el pasado de Pedro acerca de su paso como consejero por la caja de Blesa y sus estudios en colegios privados, han pasado factura a su rival, Eduardo Madina. Las insinuaciones de que tales informaciones fueron filtradas por Eduardo para enturbiar la campaña de Sánchez han sido percibidas por el electorado socialista como una "mala práctica", por parte de Madina, para derrotar por la vía menos elegante a su rival y "compañero" de partido.
Y la última hipótesis y no por ello menos importante: la imagen de Pedro. No olvidemos que existen claras correlaciones entre éxito y atractivo físico. La figura de Pedro – 1.90 de estatura – y su cara de actor de culebrones – en palabras femeninas - ha jugado a su favor en su pugna por el cetro.
Los socialistas necesitan, lo llevamos reivindicando muchísimo tiempo desde las páginas de la crítica: un líder; un programa y un partido. Un líder que ilusione a los desencantados de Zapatero. Esta debería ser, sin duda alguna, la función principal del recién elegido. Un partido íntegro – en palabras de Pedro – que aglutine en su seno a vencedores y vencidos, sin represalias ni rencores. Un aparato que impregne los valores democráticos de tolerancia y respeto hacia la diversidad de opiniones en el seno de las delegaciones. Un partido unido en cuanto a planteamientos ideológicos, cuestión monárquica, concepto de Europa y modelo de Estado. Y, por último, hace falta un programa electoral con objetivos claros, realistas y medibles de cara a las próximas elecciones. Un programa alejado de los sesgos populistas de otros partidos incipientes. Acercarse a las utopías radicales implica caer en los precipicios de un discurso atractivo pero difícil de poner en práctica ante oportunidades de gobierno. Aproximarse a las ideologías extremas implicaría caer en el mismo error de ZP cuando hizo políticas de derechas desde las filas socialistas.
Pedro desgastó las ruedas de un monovolumen y las suelas de sus zapatos, recorrió palmo a palmo todos los rincones de España
De los tres ingredientes para levantar al PSOE de sus cenizas – un líder, un partido y un programa – la tarea más difícil será la de conseguir que parte del millón doscientos mil votantes que votaron a Podemos en las pasadas europeas, regresen a Ferraz en los próximos comicios. Para que regresen es necesario que el nuevo líder socialista desmonte la utopía de Podemos. Si Pedro Sánchez se acerca a la guarida de Pablo saldrá perjudicado, porque los votantes – que de tontos no tienen un pelo – han encontrado en las recetas populistas de Podemos la ilusión por la política; la misma ilusión que perdieron desde el "decretazo" de Zapatero y el engaño de Rajoy por sus promesas incumplidas. Por ello, Sánchez no nadará en aguas tranquilas durante su reinado socialista sino que tendrá que ubicar su discurso entre las lagunas de UPyD y los huecos izquierdistas. Moderar el discurso para hacerlo creíble será condición necesaria para que el voto útil de antaño vuelva a las aguas socialistas, y se aleje de aquellas organizaciones incipientes que tienen líder – en referencia a Podemos – pero carecen de un aparato consolidado y un programa real para gobernar España. Así las cosas, es conveniente que el nuevo líder de la "rosa" diga a los ciudadanos qué ofrece su partido a sus potenciales clientes de urnas que no ofrezcan los otros de la parrilla. Mientras no lo diga, el nuevo PSOE será un barco a la deriva.
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