Sandakan y Sepilok

Por Mteresatrilla
Sandakan, esa pequeña ciudad con aires provincianos, fue un lugar próspero gracias a la industria de la madera y a otros productos considerados de lujo, como las perlas o los nidos de aves que se comerciaban desde Filipinas hasta la China.Antes de la II Guerra Mundial, Sandakan era la capital del protectorado británico de Borneo del Norte, la actual Sabah, pero tras los intensos bombardeos tanto por parte de los aliados como por los japoneses, que la dejaron devastada por completo, la capital se trasladó a Kota Kinabalu -conocida entonces como Jefferson - a pesar de que había quedado también en un deplorable estado.Tal como sucede con otras ciudades de Borneo como Miri o Kota Kinabalu, el interés turístico de Sandakan no radica en la ciudad por sí misma sino en sus alrededores y es que en la costa este de Sabah se concentran muchas de las riquezas naturales que la isla de Borneo nos puede ofrecer. Cuando empecé con los preparativos del viaje y leí por primera vez el nombre de Sandakan, me recordó inevitablemente a Sandokán, el personaje de la novela del italiano Emilio Salgari cuya adaptación se ha llevado al cine y a la televisión en varias versiones. Sin embargo, la que mejor recuerdo fue la que protagonizó el interesante actor indio Kabir Bedi, cuya penetrante mirada atravesaba la pequeña pantalla -todavía en blanco y negro- del televisor.
El llamado “Tigre de Malasia” era un príncipe de Borneo al que los británicos habían arrebatado el trono y asesinado a su familia y por ello había jurado venganza.
Parece ser que dicho personaje habría podido existir más allá de las pantallas. Hijo de una familia noble de Borneo que se enriqueció gracias al comercio de nidos de vencejo en la zona de las cuevas de Gomatong, altamente valorados en el mercado chino. Según la alemana Bianca Gerich que ha realizado varios viajes a Borneo intentando seguir el hilo, Sandokán vivió en el siglo XIX en la zona del río Kinabatangan y no es casualidad que la ciudad de Sandakan lleve ese nombre ya que algunos de sus descendientes vivieron allí.
Actualmente Sandakan es una ciudad bulliciosa y su actividad se concentra principalmente en el puerto y calles próximas, configurando un reducido espacio entre una colina recubierta de selva y el mar. Además de callejear se pueden hacer algunas visitas interesantes como la casa-museo de Agnes Keith, la escritora británica que vivió en Sandakan cuando era protectorado británico y su marido desempeñaba el cargo de conservacionista forestal de Borneo del Norte.

La casa está rodeada de vegetación y se encuentra sobre la colina gozando de unas increíbles vistas sobre la bahía. Durante algunos años, el edificio estuvo medio abandonado y llegó a ser sede de drogadictos, okupas, yonkis y prostitutas, pero una acertada restauración ha permitido devolverle el encanto que debió tener en sus mejores tiempos. Es una casa de dos pisos encantadora, donde además de diferentes recuerdos de la escritora se exponen objetos decorativos y mobiliario que, con un poco de imaginación, te trasladan a la época colonial ayudados por las fotografías en blanco y negro que cuelgan de las paredes. Básicamente son imágenes de la ciudad de Sandakan antes de la 2ª Guerra Mundial y muchas fotos familiares. En el primer piso se encuentra el salón – comedor y en el segundo piso el despacho y una gran habitación con la cama en el centro que ella describe en sus libros como un barco en medio del mar. En su libro “Land below the wind” relata sus años en Borneo pero se dio a conocer cuando Twentieth Century-Fox llevó a la gran pantalla su obra “Three came home” donde cuenta los años que pasó en los campos de concentración después de la invasión japonesa.

Dentro del mismo recinto y a poca distancia de la casa se encuentra la “Tea House Agnes Keith”. A pesar de su nombre, no se trata únicamente de una casa de té sino de un restaurante de lujo de la ciudad. Es un lugar encantador que parece más bien un decorado de Alicia en el país de las maravillas, con campo de cricket incluido. En el jardín se disponen unas cuantas mesas adornadas con orquídeas naturales y a pesar de los precios de escándalo, no podemos resistir la tentación de sentarnos en una de ellas frente a la bahía. 

Volvemos al centro y nos dirigimos al paseo marítimo. Las calles de los alrededores están saturadas de comercios de todo tipo, agencias de viajes que organizan tours por la zona, hoteles baratos, puestos de fruta y mucha animación. El paseo marítimo es agradable, lleno de pequeños restaurantes que nos podrían recordar cualquier pueblo del Mediterráneo. Hay mucho movimiento tanto de barcas de pescadores como de ferrys que transportan pasajeros a las islas cercanas a la ciudad o a Filipinas que está a un tiro de piedra.

Nos acercamos al Mercado Central, un edificio de aspecto bastante nuevo, limpio y bien cuidado. En la planta baja están los productos de alimentación y lo primero que se encuentra son las montañas de pescado seco que a pesar de su desagradable olor tanto gusta a los asiáticos. La fruta y verdura, como siempre, es lo que da el toque de color pero la zona donde se vende el pescado fresco no se queda atrás. La gente muestra orgullosa sus capturas y les encanta que saquemos fotos de sus puestos: enormes cangrejos, gambas y muchas especies que desconocemos, como unos peces de colores que parecen de acuario.
Comemos en uno de los restaurantes situados frente al mar y a pesar de que se escapa alguna gota disfrutamos del momento.

Después de comer decidimos visitar el Parque Conmemorativo de Sandakan, lugar donde se encontraba un campo de prisioneros de guerra japonés y punto de partida de las llamadas “marchas de la muerte” hacia Ranau. Se encuentra bastante alejado del centro y cogemos un bus público. Es la hora de salida de los colegios y el autobús nos pasea por diferentes barrios y urbanizaciones. Por lo que parece, van dejando a muchos pasajeros en la puerta de su casa y los 10 ó 12 kilómetros que pensábamos hacer en pocos minutos, los hacemos en más de una hora. El chofer, una agradable persona, está pendiente de nosotros y nos deja justo delante de la entrada del parque donde nos avisa que hemos llegado a nuestro destino. Se trata de un gran parque con un lago donde hay mucha gente practicando deporte y niños jugando a la salida de la escuela. Bajo los árboles se ven algunas máquinas medio oxidadas que corresponden a la época en que aquí se encontraba el campo de prisioneros. Al final de unas escaleras se encuentra el memorial y un monumento recuerda a las víctimas australianas y británicas que murieron y a los únicos 6 supervivientes australianos de los más de 2500 prisioneros que hubo en ese lugar.

En un pequeño edificio se muestra una exposición dedicada a los POW (prisoners of war), la situación de Borneo dentro del contexto de la 2ª Guerra Mundial, las condiciones de vida en el campo de prisioneros y las marchas de la muerte a Ranau, en que la mayoría de prisioneros no llegaron a su destino, debido a las deplorables condiciones de la marcha. Una interesante aunque triste lección de un capítulo gris de la Historia.  

Otra de las visitas que casi todo viajero realiza en esta parte de Sabah, es la del Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok. Para ello nos alojamos en el cercano Sepilok Jungle Resort durante una noche, aunque se puede llegar cómodamente desde Sandakan en bus público después de unos 25 km de trayecto. El Centro está situado en una reserva de selva tropical llamada Kabili-Sepilok y ocupa unos 40km2. Los orangutanes huérfanos o heridos llegan al Centro donde les cuidan y preparan para ser reintroducidos en la selva. Dos veces al día, a las 10am y a las 3pm es el “feeding time” y les dejan fruta en una especie de plataformas de madera donde acuden algunos ejemplares mientras que otros ya no se dejan ver más por los alrededores. Siguen el mismo sistema que en el centro de Semengohh que visitamos cerca de Kuching, en Sarawak, aunque Sepilok es bastante más grande y quizás está más enfocado de cara al turismo. Eso tiene algunas ventajas pero también inconvenientes, como una mayor afluencia de público, ya que se trata de la segunda atracción de Sabah después del Monte Kinabalu, hecho que puede restar un poco de encanto al momento.

Así pues, con ganas de volver a encontrarnos con los grandes simios, poco antes de las 10 nos fuimos caminando hasta el Centro de Sepilok. El precio de la entrada es de 30RM por persona y 15RM para los menores de 18 años, además de 10RM por cámara de fotos o vídeo. Es un poco caro pero la entrada sirve para todo el día, lo que permite visitar el centro mañana y tarde, aumentando así, las probabilidades de ver orangutanes y demás fauna.  Unas pasarelas de madera que se introducen en la selva, conducen hasta el lugar donde se encuentran las plataformas. Esta hora es bastante concurrida y bajo un sol de justicia un numeroso grupo de turistas, al cual nos unimos, esperamos que se acerque alguno de ellos. Se hacen esperar, pero al final llegan unos pocos, especialmente ejemplares jóvenes, a buscar algunos plátanos y leche que les dejan en unos recipientes. Después de pasar una hora embobados con sus juegos y acrobacias seguimos las pasarelas en dirección a la salida. Además de los orangutanes hay posibilidad de ver diferentes especies animales, como ardillas voladoras, serpientes y algún que otro escandaloso cálao (hornbill). Seguidamente vamos a la sala de proyecciones donde vemos un encantador reportaje sobre los orangutanes y los proyectos del Centro de Rescate. En una sala contigua hay una exposición con magníficas fotografías acompañadas de una interesante información. Merece la pena no perderse ninguna de las dos actividades, las cuales complementan el encuentro con los orangutanes.


Volvemos al Sepilok Jungle Resort donde pasamos el resto de la mañana paseando por su bonito entorno. No se trata de un resort de lujo, ni mucho menos, pero sus jardines, su lago y todo lo que le rodea sí que son un verdadero lujo.

Después de comer volvemos al Centro de Rehabilitación de orangutanes y encontramos mucha menos gente que por la mañana, lo que es de agradecer. Cuando caminamos hacia las plataformas, un orangután sale inesperadamente y se acerca a nosotros. Han sido unos momentos para no olvidar y una de las sensaciones más gratificantes del viaje.

Aquí cerramos otra etapa para dirigirnos al este de Sabah, a la zona del río Kinabatangan, conocido como el regalo de Malasia a la Tierra.