NACEMOS INCENDIARIOS Y MORIMOS BOMBEROS. Refrán
El Sol saldrá a las 6,03h. y se pondrá a las 18,10h.
La crueldad con los animales no debiera tener futuro y menos bajo el paraguas de los vítores y trofeos. Poco dice de una sociedad que disfruta de su ocio torturando a éstos, apelando a una tradición que no atiende a la evolución. Tenemos aceptado que donde comienza la sangre termina la razón. Es máxima que aplicamos a las personas pero que, como sociedad, nos cuesta trasladar a unos animales que sufren como lo haríamos nosotros bajo el garrote del hierro.
Quienes claman libertad debieran pensar si ésta puede ser aplicada sobre el dolor ajeno y si esto puede ser justificado por la costumbre. El respeto a la vida, en el presente, es un valor que incide sobre una tradición que ha de revisar sus presupuestos. Justificar que un animal está criado para morir nos retrotrae a los viejos dogmas militares o a aquellos juicios inquisitoriales que tantas atrocidades cometieron y que marcaron la historia.
Es mejor referirse a crisis identitaria en nuestras plazas y pueblos que asumir a la tradición como un valor absoluto y, por lo tanto, inamovible. Nuestra relación con los animales no debiera ser la misma que la que tuvieron las generaciones pasadas. La relatividad de las costumbres se manifiesta en la evolución de las sociedades en las que perviven. Es por ello un contrasentido el jaleo público del dolor y el aplauso a la sangre que gotea en la arena.
Nadie duda de que algunas actividades lúdicas con animales pueden constituir un arte, de la misma forma que en el pasado los torturadores consumaron el suyo con el refinamiento en el dolor ajeno. No puede haber libertad, sobre todo cuando no se ha eligido, en la muerte. De haberla, se hallará en el arte de vivir y en el de reinterpretar nuestra relación con los animales, donde tiene que seguir teniendo cabida el disfrute con ellos, pero no ejerciendo el sufrimiento gratuito.
Mientras tanto si “muere el hombre”, elejía; si lo hace el animal, bravura y en el medio unas tradiciones que no evolucionan amparadas en el nombre de la fiesta y el ocio. Sin razón, pura sin razón.