Y yo, que me he muerto tantas veces al ver matar a un toro, hoy reclamo _como Girondo_ un fin de fiesta a la altura de mi encaste: noble, temperamental, atávico.
Reclamo que el descabello no tarde.
Que sea limpio, definitivo, certero.
Que la espada no yerre.
Que la mano no tiemble.
Que el torero no humille.
Que la plaza no calle.
Y que venga... ¡Que venga la luna a besar mi sangre sobre la arena!.