Pero, los dos ejemplares que barajaba enviar estaban en mi estantería durmiendo el sueño de los justos y por partida doble. Al final la sinopsis, y mi afinidad con uno de los géneros me ayudó a decidir, intentar leer y reseñar el libro antes de la iniciativa era una locura y así lo entendí, no obstante lo incluí en mis desplazamientos, y conforme avanzaba en la trama me dí cuenta de que había acertado con la elección.
Avanzaba el día previsto para que Kayena enviara los emparejamientos y mi correo no llegaba, no soy de moderme las uñas, pero me entretuve en otros menesteres. Madrugaba mucho y a la hora de acostarme el mail seguía sin hacer acto de presencia. Creo que la madrileña tiene telepatía porque cuando ya iba a tirar la toalla y a enviar el libro con un día de retraso, mi bandeja de entrada sufrió un cambio y me fui, rauda y veloz a comprobarla por última vez.
Y allí estaba, la afortunada que iba a recibir mi libro, y la conocía, entiéndase que virtualmente, conocía sus gustos, y pensé que iba a disfrutar mi envío, ahora toca esperar que así sea. Con las prisas, los nervios y las incidencias en el trabajo, no me acordé de sacar fotos del paquete, se me quedó sobre el mostrador una nota que había escrito con todo el cariño del mundo, y si la rosa y el libro viajaron fue porque las llevaba más que preparadas desde mi casa el día anterior.
Con mis deberes hechos, y ya he explicado que la misión peligró en varias ocasiones, me dispuse a esperar mi Sant Jordi bloguero, que esta vez se hizo de esperar, y que dicho sea de paso llego el mejor de los días... Síiiiiiiiiiii, el 23 de abril cuando de llegué de trabajar, sobre mi cama esperaba un sobre marrón, que yo intuí que era mi presente bloguero, menos mal que no me equivoqué.
Con las ansias, no hice fotos del paquete, así que os conformaréis con las del libro y la rosa, para la que ya he pensado algunas utilidades. Con solo ver el remite, y sin abrir el paquete reconocí quien se escondía detrás del envío y el libro en cuestión, que solo unas horas antes había reservado en la biblioteca... ¿casualidades de la vida?, no sé, pero ahora ya no tengo motivos para no leerlo.