¿Os cuento un secreto? A pesar de ser de Barcelona, nunca
he acudido a las firmas de los autores en esta fecha tan señalada. Sé que mucha
gente que vive lejos pagaría por estar aquí, por ir de parada en parada para
saludar a sus escritores favoritos, pero yo —que por algo siempre he tenido
fama de rara— no me siento demasiado atraída por ello. Las colas y las
aglomeraciones son un motivo, aunque no el principal. Digamos que, en mi forma
de disfrutar de la literatura, me gusta «conocer» al autor (si se me permite
expresarlo así) a través de sus libros y, si se tercia, de sus artículos. Me
encanta analizar su obra y empaparme de entrevistas en las que habla de sus
inquietudes; ahora bien, ¿para qué
quiero un autógrafo acompañado de una dedicatoria prefabricada? No me hará
más feliz, ni me hará sentirme más cercana al escritor. Sin duda, esta parte de
la promoción de una novela no está hecha para mí.Esto se relaciona con mi percepción del «fenómeno fan» alrededor de ciertos
escritores, como Laura Gallego. A pesar de que soy consciente de lo contento (y
tranquilo económicamente) que se debe de sentir el autor cuando tiene tantos
seguidores, no conecto con esa situación en la que una muchedumbre lo corea, ni
con la actitud de esos admiradores incondicionales que defienden a capa y
espada todo lo que hace su ídolo. He ahí la cuestión: el hecho de idolatrar al
escritor no va conmigo. Puedo llegar a ser una lectora muy fiel que compra
todos los libros de sus autores preferidos y se hace pesada al hablar de ellos,
pero aun así mantengo mi espíritu crítico, y si considero que una de sus
novelas no está a la altura, no tengo ningún inconveniente en decirlo. Tampoco
me veréis enloquecida porque alguien ha osado escribir una reseña negativa de
sus libros, ni defendiendo al autor con argumentos como lo simpático y buena
persona que es (hay muchos grandes escritores antipáticos, ¿y qué?). Aunque
comprendo que las firmas y la promoción de la imagen del autor resultan útiles
para vender, yo vivo la literatura como una actividad introspectiva: si tengo
que sentir devoción por algo, que sea por el libro que ha estado en mis manos, por
los pasajes que me han enamorado, por los personajes que me han parecido
reales.Sí disfruto, en cambio, de las otras facetas de este
día: me he comprado más de un libro (y alguna vez incluso los he vendido), me
he dejado regalar rosas y he sentido el buen humor que se respira en las localidades
catalanas en esta fecha. Sant Jordi me parece un día bonito, un día en el que
el gris de la calle se llena de color con las banderas y las rosas y, por
supuesto, un día especial para todos los que amamos los libros. Pero lo de las
firmas no entra en mis planes. Tal vez me estoy perdiendo algo maravilloso,
pero a veces conocer al autor también conlleva decepciones. No pretendo
convencer a nadie; creo que es una simple elección personal. Cada uno elige deleitarse de la literatura
a su manera, y la mía es esta, a mi aire, trazando mi particular relación
entre el libro y yo, entre yo y el libro.Y a vosotros, ¿os gusta que los autores os firmen
los libros?