Con la ayuda del Mago Merlín (Armando Arriola), Santa Claus (José Elías Moreno) debe impedir que el demonio Precio (José Luis Aguirre) lleve a cabo sus planes para arruinar la Navidad.
Tras el término de la Segunda Guerra Mundial, el empresario K. Gordon Murray comenzó a importar cintas mexicanas a los Estados Unidos. Aunque eventualmente adquiriría cierta fama gracias a los films de terror que distribuía, sus primeras adquisiciones estaban mayormente dirigidas a un público infantil. Fue así como dio con “Santa Claus”, una desconcertante fábula navideña del guionista y director cubano René Cardona, quien durante años había estado trabajando en diversas producciones realizadas por la industria cinematográfica mexicana. Filmada por completo en los estudios Churubusco-Azteca, los cuales eran propiedad del gobierno mexicano, la película se centra en la batalla entre Santa Claus y un demonio llamado Precio, quien ha sido enviado por el Diablo para acabar con la Navidad. En su cruzada por salvar la Navidad, Santa Claus será ayudado por el Mago Merlín y una buena parte de los niños que trabajan en su taller, junto a los cuales no sólo deberá seguir los pasos de Precio, sino que también deberá evitar que este último contamine la mente de los niños del mundo.
La cinta comienza con un número musical de alrededor de diez minutos de duración, donde rápidamente son apreciables las diferencias que René Cardona realiza en la mitología clásica de Santa Claus. Para empezar, el centro de operaciones del protagonista ya no se encuentra en el polo norte, sino que está ubicado en un castillo en las nubes. En aquel lugar, ya no son un grupo de duendes los que ayudan a Papá Noel en la fabricación de juguetes, sino que son niños de diversas nacionalidades los que se encargan de dicha labor (lo que habla muy mal de la política laboral del Sr. Claus). Además, podemos ver que Santa utiliza una serie de curiosas computadoras para monitorear el comportamiento de los niños alrededor del globo (incluso tiene una curiosa máquina que tiene una boca y que transmite las palabras que dicen los pequeños). Acto seguido, somos transportados al mismísimo infierno, donde diversos demonios danzan alrededor del fuego. Es ahí donde nos es presentado el villano de esta historia, el demonio Precio, quien de no cumplir la labor que le ha encomendado el Diablo, será condenado a comer helado de chocolate por la eternidad (lo que es cruel, ya que los demonios no soportan el frío y menos el chocolate).
Básicamente, Precio centra sus esfuerzos en corromper a una niña pobre llamada Lupita (Lupita Quezadas), a un niño rico (Antonio Díaz Conde Jr.), y a tres traviesos hermanos cuyos nombres jamás son revelados. Mientras que los dos primeros le dan más importancia a la familia y a los valores familiares (por ejemplo, Precio intenta sin éxito convencer en múltiples ocasiones a la niña para que esta robe la muñeca que tanto quiere y que sus padres no pueden comprarle), los tres hermanos terminan cayendo en las garras del demonio, realizando una serie de travesuras con las cuales intentan sabotear la labor de Santa Claus. Más allá de la trama, lo que hace tan especial a esta película es lo perturbador que resulta el mismísimo Papá Noel. A la ya mencionada explotación infantil, se le suma su risa siniestra, y su costumbre de espiar a los niños incluso cuando estos están durmiendo. Lo que resulta aún más extraño, es que él tiene la capacidad de ver los sueños de los pequeños e influir en ellos. Visto de esta manera, Santa Claus es retratado como una suerte de Gran Hermano que aprueba la esclavitud infantil, lo que obviamente se contradice por completo con la imagen hollywoodense del alegre gordinflón.
Existen otras extrañas particularidades de la versión mexicana de Santa Claus. En su castillo además de los niños que trabajan para él, viven su buen amigo el mago Merlín, y Vulcano el herrero (Ángel Di Stefani). Mientras que el primero está encargado de realizar las pócimas que le permiten a Papá Noel hacerse invisible o dormir a los niños que se despiertan cuando sienten su presencia, Vulcano es el responsable de la fabricación de una llave que le permite abrir todas las puertas del mundo. Además, cabe mencionar que en esta ocasión, Santa se transporta en un trineo tirado por unos siniestros renos mecánicos. Durante gran parte de la cinta, Santa se dedica a mostrarnos su castillo, sus costumbres, y a espiar a los niños en los cuales se centra el relato. Será recién durante la última media hora de metraje, que veremos cómo este viaja a la Tierra a repartir los regalos, y a enfrentarse con Precio, quien tiene una serie de sorpresas preparadas para su archienemigo (las cuales a decir verdad, no son demasiado elaboradas).
En el ámbito de las actuaciones, estas son más bien mediocres, aunque también hay que pensar que los actores hacen lo que pueden considerando la escasa profundidad de sus personajes. Aunque el Santa Claus de José Elías Moreno resulta simpático, inevitablemente adquiere un cariz algo siniestro debido a las costumbres antes mencionadas. Armando Arriola por su parte, interpreta a un Merlín con serios problemas de memoria, por lo que en gran medida se asemeja a un abuelo algo senil, mientras que José Luis Aguirre interpreta a un demonio bastante caricaturesco. Los diálogos distan de ser memorables, e incluso hay algunos que se repiten hasta el cansancio. Por otro lado, el trabajo de fotografía de Raúl Martínez Solares es bastante mediocre, al igual que la banda sonora de Antonio Díaz Conde, que toma prestadas una serie de canciones populares y las mezcla con música navideña. En cuanto al diseño de los escenarios, estos se asemejan bastante a los de las cintas de ciencia ficción serie B realizadas en norteamérica durante los cincuenta, lo que extrañamente le otorga un encanto especial a esta peculiar producción.
Aunque al momento de su estreno la cinta no obtuvo muchas ganancias en norteamérica, con el correr de los años adquirió el estatus de film de culto, lo que llevó a que K. Gordon Murray la exhibiera durante 30 años durante la época navideña. Y es que las diferencias culturales llevaron a Cardona a crear un Santa Claus proveniente de un universo paralelo, donde solo las buenas intenciones del protagonista se mantienen y se cambia todo lo demás. “Santa Claus” es una de esas películas que deben ser vistas por su “factor alucinógeno”, aún cuando la producción sea un completo desastre. La trama en si es casi inexistente (de hecho, da la impresión de que son pequeños episodios que están débilmente ligados entre sí), hay una buena cantidad de números musicales que dejan bastante que desear (y que son utilizados mayormente para sumarle minutos al film), e incluso se tiende a estereotipar las costumbres y las vestimentas de ciertas culturas, rozando peligrosamente el racismo. En definitiva, esta película pese a todo resulta entretenida, y es perfecta para aquellos que quieran ver algo distinto a los típicos clásicos navideños a los que estamos acostumbrados.
Les deseo una Feliz Navidad a todos y un próspero Año Nuevo!!
por Fantomas.