Vale la pena, pues, desviarse de la autopista y acercarse a pueblos como Santa Cruz de la Salceda, aunque sólo sea para descubrir los placeres de una tierra de vinos míticos y platos insuperables de la cocina castellana. Es una experiencia para los sentidos que nos reconcilia con la humildad –y la hermosura- de lo sencillo y puro.
(Fotos: D.G.Bonet)