“¿Quién podrá con digna alabanza engrandecer la conversación de nuestra Lea? De tal suerte se convirtió al Señor, que fue hecha la principal del monasterio, y madre de las vírgenes; que mortificó sus miembros con un saco; que pasaba insomne las noches, y enseñaba a sus compañeras mas que con palabras, con el ejemplo. Fue tanta su humildad, y abatimiento, para hacerse digna esclava del Señor, que la imaginaran por la más despreciable Sierva, si la vieran tan rendida, y humillada. (…) La vestidura sin adorno, la comida vil, la cabeza sin cuidado: pero de modo que haciendo cuanto debía, huía la ostentación de la singularidad, no queriendo en este siglo el galardón. Ahora pues por el breve trabajo de esta vida, goza de eterna Bienaventuranza, es recibida de los coros de los Ángeles, y con Lázaro en otro tiempo pobre, es recibida en el Seno de Abraham.”
Como no podía ser de otra manera en San Jerónimo, aprovecha para con ironía comparar este tránsito de Lea, con la reciente muerte de Pretextato, un conocido patricio pagano. Resalta el santo la virtud de amar la cruz y seguir a Cristo, con la falsa vanidad del mundo y el seguimiento de los propios instintos. La memoria de Santa Lea comenzó a celebrarse en la Orden Jerónima como santa “propia”, a partir del siglo XVI, cuando se integraron las veneradas discípulas de Jerónimo, como Santa Asela (6 de diciembre), al calendario propio de la Orden. En el martirologio romano entró por las mismas fechas, de la mano de Baronio.
Fuente:
-“Memorias venerables...”. FR FRANCISCO PI. OSH. Barcelona, 1776.