Inauguramos con el presente post una serie de hagiografías, el flos sanctorum de la calle, del arroyo, de la alcahuetería. Para edificación de propias y extraños, la primera flor será Marguerite Gourdan, insigne alcahueta, madame de burdeles y prodigiosa fabricante de gratos consoladores, tanto para hombres y frailes como para mujeres y monjas.
Nace Santa Margarita en Béziers y muere en París, la ciudad de las luces, el 28 de noviembre de 1783 –hoy es su ducentésimo vigésimo séptimo aniversario. La que comenzara su vida profesional como dependienta en una tienda de modas, pronto será conocida y estimada en el mundo de la milicia, merced a su matrimonio con el oficial François-Didier Gourdan y a su amancebamiento con otro oficial, de la Guardia Real, con el que concibió hija y fortuna.
Muerto el Guardia y heredada la simpar Marguerite, funda su primera casa de lenocinio de alto standing, en la que incluso se dice que adiestró en las artes fornicarias a condesa Du Barry, la más reputada amante de Luis XV.
Progresa que te progresa, nuestra heroína traslada su establecimiento a la calle Comtesse d´Artois. Dada su prolongada estancia en dicha dirección, nuestra Santa Margarita fue apodada “la Condesa” y “la Condesita”.
Compadecida de la soledad amatoria de muchas mujeres, a quienes sus esposos no lograban satisfacer, Santa Margarita bendita dedicóse a la fabricación artesanal de consoladores, vergas de madera recubiertas de vitela, para suavizar el contacto.
Le llovían los encargos: de damas, de caballeros, de monjas, de religiosos… A su muerte, se pudo leer el libro de pedidos, en el que consignaba incluso los conventos masculinos y femeninos a los que enviar los pedidos, una vez fabricados.
Contribuyó tanto a la holganza genital, que en su entierro parisino dedicáronle gentiles y sentidas coplas, una de cuyas estrofas copio, para regocijo de onanistas y del púbico en general:
¡Versalles y París están desoladas!
Todos en duelo desde esta mañana
por tan renombrada puta.
Sí, Gourdan la alcahueta ha muerto,
ha muerto como vivió,
con el consolador en el culo.
El coche fúnebre está en la puerta,
escoltado por trescientas putas,
consoladores en mano.
Sainte Marguerite Gourdan, priez pour nous!