Después de la Ascensión de Jesús a los cielos y de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, ¿qué hizo María Magdalena? Existen, digamos, algunas leyendas.
En Oriente, se dice que marchó a Efeso, donde permaneció hasta su muerte. La primera alusión a esto se encuentra en una homilía de San Modesto de Jerusalem, del año 670. Más tarde esta leyenda va tomando cuerpo en los sinaxarios y menologios bizantinos y es comentada por Teófilo de Ochrida (1108), Teófane Cherameo (siglo XII), Nicéforo Calixto Xantopulo (siglo XIV) etc.
En Occidente hay varias versiones. Un texto del siglo IX llamado “Vita eremítica”, escrito en el año 805, dice que después de Pentecostés se retiró a un lugar solitario, donde hizo vida eremítica (algo parecido a lo realizado por Santa Maria Egipcíaca) cuyo texto traducen del griego al latín, Pablo el Diácono y Anastasio el Bibliotecario. Esta leyenda eremítica fue compuesta en Italia y de allí pasó al mundo germánico, Inglaterra y resto de Europa, llegando a identificarse este lugar como el sitio donde se dice está su sepulcro: la localidad de Saint-Maximin-la-Sainte-Baume, en la Provenza francesa. Otra versión la da el llamado “Ciclo de Vézelay”, una serie de manuscritos escritos a partir del siglo XII en los que se dice que ejerció el apostolado en aquella zona hasta su muerte, o sea, no llevó vida eremítica sino apostólica. Los textos son múltiples, pero no es cosa de entrar en ellos en este blog.
Fuera en Efeso o fuera en la Provenza francesa, yo me inclino más por la vida activa apostólica que por la vida eremítica, pues seguro que María Magdalena cumplió a rajatabla el mandamiento del Maestro de “Id y predicad a todos los pueblos….” Pero hablemos también, aunque sea someramente, sobre el culto que se le ha tributado.
Los primeros testimonios son del siglo IV, donde ya los griegos la festejaban el II Domingo de Pascua (Domingo de las Myrroforas o portadoras de mirra). Recordemos que la mañana de Pascua, Magdalena iba al sepulcro para ungir el cuerpo de Cristo, pues este rito no pudo hacerse la tarde del Viernes Santo. En el siglo V, en Occidente, aparece en las primeras “Lectiones” de los maitines de la octava de Pascua y se le empieza a dar culto durante el ciclo pascual tanto en Roma, como Hispania, las Galias, etc., pero sin llegar a tener una fiesta propia. En cuanto a su conmemoración o festividad, en Oriente es conmemorada el día 30 de junio junto con los doce apóstoles y los setenta discípulos y el día 22 de julio celebran su “dies natalis” tanto los coptos como los jacobitas, maronitas, bizantinos, sirios, etc. El día 4 de agosto la conmemoran los Sinaxarios Constantinopolitano y Etiópico. Los principales lugares de culto en Oriente son desde el siglo V, en Efeso, donde se dice que está su tumba cercana a la de los Siete Durmientes y desde el siglo X en Constantinopla donde fue trasladado su cuerpo según lo atestigua León el Filósofo en el año 905. La fiesta de este traslado es el 22 de mayo.
En Occidente, los calendarios merovingios dicen que su conversión fue el 28 de marzo y así lo celebraban y el “dies natalis”, desde el siglo X, el 22 de julio, como en Oriente, siendo los lugares de culto, Roma, la Abadía de Cluny, Vézelay (donde existen partes de “sus reliquias”) y Saint-Maximin-la-Sainte-Baume, donde se dice que vivió como ermitaña y donde se descubren sus reliquias el ¡9 de diciembre del año 1279! El culto que recibe en Oriente es predominantemente como apóstol y en Occidente, como penitente.
Resumamos: es injustamente tratada desde los primeros siglos: ¿Cómo una mujer iba a ser la anunciadora de la Nueva Noticia? El evangelio apócrifo de Piscis Sofía habla incluso de los celos que le tenía San Pedro y por supuesto, para San Pablo, “la mujer sometida al hombre”. En mi opinión, así se sigue tratando a la “Apóstol de los apóstoles” como la llamó San Hipólito de Roma.
(En la imagen, miniatura medieval románica que representa a la Santa anunciando la Resurrección de Cristo a los apóstoles, procedente de Hildesheim, Alemania).
Antonio Barrero