Y acabamos la trilogía de artículos dedicada a estos mártires romanos hablando de las evidencias arqueológicas que confirman su existencia histórica y su temprano culto.
Si recordamos, en el Martirologio Jeronimiano y en la passio se ubica el lugar de sepultura y el culto de su dies natalis en el noveno miliario de la Via Tiburtina, pero no dicen nada acerca de qué culto recibían de la comunidad cristiana de Tívoli. Los documentos medievales, los hagiógrafos y los arqueólogos confirman la existencia de una iglesia construida sobre este sepulcro, cuyas ruinas de hecho se conservan.
En los Itinerarios del s. VII se menciona el sepulcro de la Santa y de sus hijos en dicho lugar, pero mezclados con los de otros mártires sepultados en la basílica mayor de San Lorenzo nell’Agro Verano. El peregrino que lo escribió confundió unos con otros y acabó haciendo esta breve referencia: “Sinforosa e hijos sepultados en San Lorenzo” (De locis martyrum) lo cual no era cierto, pero que confirma, pese a su error, que ya en el siglo VII estos mártires eran venerados en este lugar.
Desde este punto (s. VII) hasta el año 1124 ya no tenemos ninguna referencia a estos mártires. Pero es en este año cuando un documento habla de una iglesia dedicada a Santa Sinforosa en Castell’Arcione, sufragánea a la de San Ciríaco de Roma, y que muy probablemente ya era poco más que ruinas.
Sin embargo, la toponimia ha conservado el recuerdo de los mártires, ya que la susodicha zona del noveno miliario, en la Via Tiburtina, era conocida como Ad Symphorosa ad Septem Fratres. Y además el Liber Pontificalis, al hablar del conflicto entre el papa Pascual II y el emperador Enrique V menciona el lugar donde estaba acampado su ejército: “in campo qui Septem fratum dicitur” (en el campo llamado “de los siete hermanos”).
Bosio fue el primero en hablar de las ruinas del santuario en la milla novena, “de la que aún permanecen algunas paredes y el fondo que aun retiene el nombre de estos santos, siendo nominados por los tiburtinos como la iglesia de los Septem Fratres”. Y después de él hablaron también Baronio, Dal Piazza, Dal Volpi, Tillemont y Laderchi.
Pero nadie antes que Stevenson exploró estas ruinas. En 1878 elaboró un informe acerca del estado de la iglesia. En el exterior del ábside encontró una zona que él creía que podía conducir a la sepultura de los mártires, por lo que preparó una excavación metódica y completa, que se inició ese mismo año con la autorización de la Comisión de Arqueología Sacra y se financió con los fondos del duque Gracioli. En dos meses surgieron nada menos que dos basílicas paleocristianas, saqueadas a lo largo del tiempo y sin ningún hipogeo ni cementerio, salvo algunas sepulturas paganas diseminadas por los alrededores.
La basílica menor se dató a finales del siglo III principios del IV, por lo que queda claro que fue construida para albergar los cuerpos de los mártires, en dos grandes arcas bajo el altar, en una fosa de dos metros de profundidad. La basílica mayor se dató en el siglo V. Actualmente el yacimiento sigue en este punto y sus actuales propietarios han construido una capilla para la mártir y sus hijos, aunque está claro que los restos confirman que allí estuvieron los mártires y allí se les dio culto.
Por lo que respecta a las reliquias, la passio afirma que a finales del pontificado de Pío IV (1559-1565) los cuerpos de los mártires fueron trasladados a la iglesia de Sant’Andrea In Pescheria. Habiéndose remodelado el altar mayor, bajo éste se encontró un sarcófago lleno de huesos de mártires con la siguiente inscripción: “Hic requiescunt corpora sanctorum martyrum Simphorosae, viri sui Zotici et filiorum eius, a Stephano papa traslata”. (Aquí yacen los cuerpos de los santos mártires Sinforosa, su marido Zótico y sus hijos, trasladados por el papa Esteban). Existía un problema puesto que también se había dado un traslado de reliquias de estos mártires a Pavía, en la iglesia de San Eusebio (“Ecclesia Sancti Eusebii maioris, in qua iacent corpora sanctorum martyrum VII frantrum, filiorum Sanctae Symphorosae martyris”). El problema se resolvió con que las reliquias habían sido divididas y trasladadas a estas dos iglesias, la de Pavía por el rey longobardo Astolfo y la de Roma por el papa Esteban II. Quedaba el problema del marido de Sinforosa, llamado indistintamente Getulio-Zótico, hasta el punto de que algunos lo tenían por sinónimos, cuando en realidad Getulio estaba sepultado en Sabina. El cráneo del tal Zótico, identificado con Getulio, ha seguido sus propios avatares. Actualmente los restos de los mártires están en un arca de mármol en el altar mayor de esta iglesia, aunque se realizaron muchas sustracciones y reparticiones.
Para finalizar con este tema que, a pesar de los recortes que he tenido que hacer, se ha alargado demasiado, sólo dos curiosidades. La primera, que en la antigua iglesia de San Vicente en Roma aún se conserva la cisterna donde, según la tradición, se escondió la madre con los hijos durante un tiempo. La segunda, que en Tívoli aún es tradición que las familias tengan siete hijos, en honor a la Santa. ¡Ahí es nada!
(En la imagen, relicario de Santa Sinforosa en Roccadaspide, Italia, de donde también es patrona).
Meldelen