Hoy no se habla de “hispanizar” sino de “españolizar”, pero el argumento sigue siendo el mismo. Las declaraciones de Wert, y el eco de sus compañeros de gobierno y de partido, son algo así como el reflujo gástrico de una España intestinal, irracional, imperial, que vuelve a la boca, como ocurre desde hace 500 años, para impedir que “España” sea un contrato social y no el desatino nacionalista de las clases dominantes. No nos engañemos. El recrudecimiento de la “cuestión nacional” no se produce por casualidad en el contexto de una desintegración del Estado central como garante relativo de algunos derechos “universales”. El “choque nacionalista”, cuyas raíces se encuentran en la idea joseantoniana de España, enfrenta en realidad a dos proyectos siameses que se intercambian golpes de puño mientras permanecen cosidos por la cintura. Rajoy y Mas quieren -respectivamente- “españolizar” y “catalanizar” la catástrofe; tratan de esconder bajo las banderas de España y de Catalunya el polvo de la ruina económica y social que han provocado. Los dos comparten populismo y demagogia. Rajoy tiene una ventaja: el ejército. Mas tiene una mayor: el derecho democrático a la autodeterminación.
Comprendo muy bien la preocupación de la izquierda catalana frente a una manipulación nacionalista que nada tiene que ver con la autodeterminación de Catalunya y menos aún con la emancipación social de los catalanes. Pero la izquierda española debe extremar los cuidados, como sugería Lenin, para evitar que se la identifique con los intereses nacionalistas de la “nación dominante”. Frente a la “españolización de Catalunya” preconizada desde la derecha españolista, nosotros debemos dar prioridad a la “democratización de España”. Y esa democratización implica su “desespañolización”. Al contrario de lo que podrían pensar algunos, las lenguas, las costumbres, las culturas, las religiones, amenazadas por el capitalismo, son mucho más resistentes que los derechos y los principios. El “indigenismo” va a sobrevivir sin duda a la suspensión del Estado del Bienestar y del Estado de Derecho en toda Europa. Pero defender los derechos y los principios implica la paradoja de promover la “desespañolización” de España y la “catalanización” de Catalunya. Los defensores de un federalismo republicano democrático -frente al federalismo místico joseantoniano- debemos insistir ante todo en el derecho de autodeterminación de los pueblos, lo que significa aceptar, en incluso celebrar, la eventual independencia de Catalunya o del País Vasco. La relación de fuerzas no es favorable a la izquierda en ninguna parte y, dentro o fuera de la UE, ni Catalunya ni el País Vasco (a pesar de Bildu) serán más de izquierdas ni más democráticos que España. Tampoco menos. Pero podremos quizás unir mejor nuestras filas -sobre principios comunes y no indigenismos opuestos- para la batalla más profunda que se avecina.
Fuente. http://www.atlanticaxxii.com/