Santiago de Chile 1985, 03:00. Miguel Angel Pezoa

Publicado el 24 julio 2014 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Santiago de Chile 1985, 03:00 AM


La lluvia ha cesado de caer sobre Santiago y las calles oscuras y mojadas reflejan las luces de las luminarias públicas, el frío se hace dueño de la noche y un grupo de muchachos están parados en la esquina bajo el alero de un techo que apenas cubre sus cuerpos destruidos, unas cajas de vino y algunos pitillos alimentan sus cuerpos y almas… Un auto con sus luces apagadas se desplaza lentamente con cuatro civiles en su interior, dos de ellos fuman, otro se empina una petaca de pisco para matar el frío según él. Tienen como misión encontrar la casa donde se oculta un joven militante de una organización político militar y que es acusado de participar en el atentado contra una torre de alta tensión en la comuna de Pudahuel, la que provocó el corte de luz durante la noche anterior.
En una casa pequeña, una joven pareja se da a la tarea de crear vida en medio de tanta muerte, en otra vivienda un pareja de ancianos espera en silencio tener más vida ante el inminente final de sus historias, un poco más allá hay una casa iluminada por la luz que resplandece del poste del alumbrado público, con un televisor que transmite las noticias del atentado y posterior corte de energía eléctrica, al interior de ella hay dos muchachos que aguardan en silencio y con sendas pistolas cargadas la irrupción de los “chanchos”.

Los jóvenes que estaban en la esquina tomando y fumando bajo la sombra de los arboles y cubiertos por el pequeño techo, miraban como el vehículo avanzaba por la calle lentamente, el ladrido de los perros se hizo ensordecedor, de una ventana se asoma el rostro de a señora María, una anciana que vivía sola y sabía todo lo que pasaba en su cuadra, un poco más allá se enciende un farol en el ante jardín de una casa, el vehículo que circulaba a oscuras enciende sus luces y acelera lentamente para doblar en la próxima esquina y perderse, seguramente durante la madrugada aparecerá de nuevo.

El frío ha tomado por asalto la comuna de La Florida y todo el resto de la Región Metropolitana, el silencio cómplice de las calles se hace presente cuando nuevamente aparece el vehículo sin luces en el mismo pasaje de la población buscando al muchacho, la joven pareja duerme tranquila después de dedicarse a la noble tarea de amar, los dos ancianos siguen esperando la llegada de la “pelá”, quizás demore un día más, el farol del ante jardín está apagado, la anciana señora María se vuelve asomar por la ventana, los jóvenes de la esquina han desaparecido, un par de cajas son el mudo reflejo de su paso por aquella oscura y fría estación en su andar, los dos muchachos duermen con sus respectivas pistolas bajo la cabecera, un ojo medio abierto y el oído aguzado para despertar ante cualquier ruido extraño, los perros se han dormido o se encuentran en sus refugios tratando de mantener el calor.

El grupo de agentes que viaja al interior del auto preparan sus armas, un par de pistolas al cinto, todos con una metralleta UZI unos brazaletes naranjos en sus brazos. Detienen el vehículo y bajan rápidamente y en silencio, uno de ellos se aposta detrás de un árbol, mientras otro lo hace detrás de un poste de luz, los otros dos saltan la pequeña reja del ante jardín para derribar la puerta de la casa.

Los dos muchachos ya han despertado y esperan en la oscuridad el ingreso de los “chanchos” para repelerlos a balazos, de pronto la puerta de la casa se abre tras un par de golpes de patadas y comienza el intercambio de disparos, el fuego de las UZI ilumina el interior de la casa, las dos pistolas de los muchachos responden como pueden, el enfrentamiento es desigual hasta que los jóvenes que estaban en la esquina del pasaje hace unas horas se hacen presente con un par de fusiles AK y unos revolver, los agentes se saben perdidos y tratan de huir, en el intento un “chancho” cae herido y es arrastrado hasta el vehículo que sale raudo en medio de un fuego cruzado.

Las luces de las casas se han encendido tímidamente una vez que ha silenciado el infierno, los jóvenes llegan corriendo fusil en mano y las caras cubiertas con pañoletas y pasamontañas, al interior de la casa uno de los muchachos está herido con un par de impacto de bala, la casa está destrozada. Los jóvenes toman a los muchachos, el herido de unos 17 años y su compañero de unos 20 años, los sacan a la calles mientras se acerca raudo un vehículo al cual son subidos y desaparecen dejando todo detrás, en la huida un silencio les cubre la espalda y las miradas de los vecinos que se asoman por las ventanas.

Los muchachos que aparecieron para salvar la vida de estos dos jóvenes, si bien eran del sector, vivían a unas cuadras de ese pasaje y se encontraban en la esquina todas las noches desde hacía unas semanas, cuando su contacto les informó que esa era una casa de seguridad y que llegarían unos compañeros, para que la protegieran en caso de ser necesario.

La mañana llegó plagada de noticias del enfrentamiento la noche anterior en la comuna de La Florida, donde un agente de la CNI había muerto producto de los impacto de bala recibidos durante el escape, los vecinos hablaban en los noticiarios del grupo de subversivos que habían “asesinado” al “ceneta”, mientras tanto en una comuna del sector oriente de Santiago, en una clínica clandestina, la luz de los ojos del joven de 17 años se apagaba.