Santiago de Compostela

Por Revistaletralibre
La Fundación de la Ciudad
En los primeros años del siglo IX (el año 813 es el más probable) el obispo de Iria Flavia, Teodomiro, por indicación de un eremita llamado Pelagio, examina el mausoleo que reconoce como el del Apóstol Santiago, basándose en la tradición oral según la cual Santiago había predicado en el "finis terrae" hispano y sufrido martirio tras su regreso a Palestina. Los discípulos Atanasio y Teodoro trajeron de nuevo su cuerpo decapitado, y para ello desembarcaron en Iria Flavia, a veinte km, y lo trasladaron hasta el monte Libredón, donde lo enterraron en un arca de piedra, dice la leyenda.
El rey asturiano Alfonso II se trasladó desde Oviedo con toda su corte y reconoció la existencia del sepulcro del Apóstol Santiago, declarándolo en ese mismo momento Santo Patrón del reino y convirtiendo el lugar en el centro de un culto capaz de aglutinar la cristiandad de Occidente frente a la expansión musulmana. La fundación de la ciudad se data en el año 830. También se construye la primera iglesia de Santiago, un sencillo templo que acogía en su interior el mausoleo de época romana.
La Ciudad cosmopolita del Medievo
La peregrinación a Compostela adquirió ya desde la fundación de la ciudad una gran importancia. Santiago se convertirá en el foco espiritual de la Europa occidental y en receptora de diversas corrientes de cultura, pero también de tesoros que enriquecen el santuario. Atraídos por ellos, los normandos realizaron repetidas incursiones por la ría de Arousa, aunque la invasión de la ciudad llegaría con los musulmanes, que, comandados por Almanzor, devastaron la urbe en el año 997, aunque respetaron el sepulcro. Con la reconstrucción se produce la primera expansión urbana de Santiago y se construye una nueva fortificación que define el perímetro de la ciudad histórica que hoy conocemos. En el año 1075 comienza la construcción de la gran catedral románica.
En 1099 accede al episcopado Diego Xelmírez, el gran impulsor de la sede compostelana y transformador de la ciudad. Figura clave de la política castellano-leonesa, su ánimo constructor lo dirigió a la catedral, al palacio Arzobispal y a las iglesias que van a acoger las nuevas reliquias traídas por él, entre ellas las de Santa Susana, segunda patrona de la ciudad.
Es tiempo de luchas entre el pueblo y el señorío arzobispal, de las que son protagonistas la reina doña Urraca, el obispo, los canónigos y abates, los caballeros y los burgueses. Desde el primer año de su episcopado, la construcción de la catedral recibe un impulso definitivo cuando Xelmírez encarga las obras al Maestro Esteban, que las termina en 1125. En ese instante, la catedral y la ciudad crecen al mismo tiempo. Cuando muere Xelmírez en 1140, la estructura de la ciudad medieval que llegó hasta nuestros días, está ya definida.
En 1168 se inicia la segunda gran campaña de edificación de la catedral, encargándole las obras al maestro Mateo, que es el artista más importante de su tiempo en la Península Ibérica. En Santiago, su figura está ligada a dos conjuntos monumentales de la catedral: el Coro Pétreo y el Pórtico de la Gloria. Finalizado en 1188, el Pórtico de la Gloria traspasó las posibilidades estéticas de su época y señaló nuevos horizontes, hasta el punto de que hoy podemos considerarlo como una de las obras maestras del arte románico y universal.
En el siglo XIII la catedral se muestra en todo su esplendor, atrayendo cada vez a más fieles de toda la cristiandad y reforzando las peregrinaciones a la ciudad. En este tiempo está ya definido el Camino Francés, el más importante de los que llegan a Compostela. Las peregrinaciones dan lugar a un fenómeno decisivo en la vida de la ciudad: la instalación de los conventos de las órdenes mendicantes, por lo general en las puertas de la ciudad. Conventos como San Francisco, Santo Domingo, Santa Clara o Belvís, crean nuevos núcleos que determinan la estructura de la ciudad histórica situada extramuros. A lo largo de la Baja Edad Media, Compostela se fue conformando también como un importante núcleo industrial y comercial: calles como la de Caldeirería, Moeda Vella, Acibechería o Concheiros testimonian la existencia de gremios ricos y florecientes.
Los siglos XIV y XV fueron tiempos de luchas de la burguesía santiaguesa contra el poder de la Iglesia, mientras la mitra compostelana sufre una importante degradación económica. La familia Fonseca, que da tres arzobispos a la ciudad, rige sus destinos desde esa época de profundas transformaciones del final de la Edad Media. En 1495 se funda el Colegio de Estudiantes Pobres, germen de la actual Universidad instituida por Alonso de Fonseca III en 1525. Desde ese momento, Santiago empieza a adquirir un fuerte carácter de ciudad académica y estudiantil.
La Ciudad renacentista
Las primeras décadas del siglo XVI suponen el comienzo de la transformación urbanística del núcleo monumental de Santiago, iniciada con la fundación por los Reyes Católicos del Hospital Real. Es la época de esplendor del plateresco. El siglo XVI comienza incorporando la dimensión civil a la ciudad y se cierra con el resurgimiento de las congregaciones religiosas. El Renacimiento sentó las bases del extraordinario conjunto de espacios públicos dispuestos alrededor de la basílica jacobea, que el periodo barroco se encargará de completar y perfilar.
El siglo XIX
Además de las intervenciones destinadas a dar un mayor decoro al tejido urbano, durante el siglo XIX se producen en Santiago dos operaciones de carácter público y de fuerte impacto en su fisonomía: la construcción del Mercado o plaza de Abastos y del parque de la Alameda. En este siglo desaparecen las murallas de la ciudad.


El siglo XX
El proyecto más ambicioso y de mayor impacto sobre la todavía embrionaria trama urbana de la ciudad moderna, durante la primera mitad del siglo XX, fue la Residencia de Estudiantes, que daría origen al Campus Sur. La actividad constructiva de la ciudad se va a centrar en ese campus durante las décadas de los años 60 y 70, un tiempo marcado por las tensiones y especulaciones inmobiliarias que dan origen al actual Ensanche.
Un hecho histórico decisivo para la ciudad de Santiago fue la constitución en 1980 de la Comunidad Autónoma de Galicia y su designación como sede de la Xunta de Galicia (Gobierno gallego) y de las instituciones autonómicas, convirtiéndose en capital política y administrativa de Galicia. Además, Compostela experimentó un fuerte impulso como ciudad cultural, comercial y de servicios, imponiéndose una redefinición del papel de la ciudad y de sus infraestructuras.
La Compostela del nuevo milenio
La dimensión que Santiago de Compostela sigue teniendo como ciudad cultural y universitaria, y como punto de encuentro para gentes de todo el mundo, alcanzó su concreción en diferentes intervenciones urbanas que, por su calidad y singularidad, participan activamente en el diálogo global de la vanguardia arquitectónica y urbanística de este nuevo siglo, como es el caso del Auditorio de Galicia, el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), la facultad de Periodismo, la reordenación de la avenida Xoán XXIII -con una gran marquesina en fuga y la dársena de autobuses como actuaciones destacadas, y en construcción la Biblioteca pública-, el Palacio de Congresos y Exposiciones, el parque de San Domingos de Bonaval, la Ciudad de la Cultura... que junto con los abundantes y cuidados espacios verdes, la apertura de nuevos espacios públicos, las esculturas diseminadas por el paisaje urbano, etcétera hacen de Compostela una ciudad en la que conviven, de una forma única, pasado y futuro. Tradición y actualidad.
Historia de la Catedral
El antecedente más remoto de la Catedral fue un pequeño mausoleo romano del siglo I en el que se dio sepultura a los restos del Apóstol Santiago después de su decapitación en Palestina (año 44 d.C) y tras su traslado por mar hasta las costas del finis terrae. Durante siglos, la cámara subterránea y la necrópolis que la rodeaba fueron asiduamente visitados por una pequeña comunidad cristiana local, de la que poco o nada se sabe, pero que debió ser diezmada hacia el siglo VIII.
En el año 813 (según versiones, 820 y hasta 830) se produjo el milagroso descubrimiento de las reliquias del Apóstol bajo la maleza del Monte Libredón. Las encontró un ermitaño que vio allí signos celestiales. Avisado por el obispo de Iria Flavia, el rey astur Alfonso II mandó a levantar una primera capilla de piedra y barro junto al antiguo mausoleo. Este templo recibió en el 834 un Preceptum regio que lo convertía en sede episcopal y le otorgaba poder sobre los territorios próximos. A su alrededor, buscando su protección, comenzaron a establecerse los primeros pobladores y grupos monacales de benedictinos encargados de la custodia de las reliquias. Eran los primeros pasos de la futura ciudad de Santiago de Compostela.
La primera iglesia enseguida se quedó pequeña para acoger a los fieles, por lo que entre el año 872 y el 899 Alfonso III El Grande hizo construir un templo mayor en estilo visigótico. Pero esta segunda iglesia fue destruida por el ataque del caudillo musulmán Almanzor en 997. El obispo San Pedro de Mezonzo la reconstruyó en 1003, en un estilo prerrománico. Este tercer templo estaba aún en pie cuando el auge de las peregrinaciones y las riquezas de Santiago, que ya era uno de los señoríos feudales más grandes de la Península Ibérica, permitieron comenzar a construir en 1075 la catedral románica que hoy se conserva, cuarto edificio sagrado sobre el antiguo sepulcro.
La Catedral románica
El rey leonés Alfonso VI y especialmente el primer arzobispo de la ciudad, Diego Gelmírez, impulsaron de tal manera la Catedral, la vida urbana y las peregrinaciones, que puede hablarse del siglo XII como el de mayor esplendor de la historia compostelana. Esta vez no se conformaron con un santuario que albergase las reliquias, sino que diseñaron una gran catedral de peregrinación siguiendo el estilo que se extendía por el Camino de Santiago. Por ella desfilarían los mejores constructores del Románico hasta llegar al Maestro Mateo, autor de los últimos tramos de las naves, las torres defensivas del oeste, la cripta y, sobre todo, del Pórtico de la Gloria, un conjunto escultórico sin igual en Europa que aun hoy preside la entrada oeste.
Cuando fue consagrada en el año 1211, la Catedral ya gozaba del privilegio de la absolución plenaria, otorgado en 1181 por el Papa Alejandro III a todo el que visitase el templo en un Año Santo Jubilar. También concedía a los fieles un valioso documento que acreditaba haber recorrido el Camino de Santiago y aseguraba el derecho de asilo en la ciudad. Convertida en meta de salvación de la Cristiandad, la catedral evolucionó con tal vitalidad que fue capaz de impulsar la construcción de calzadas, hospitales, albergues, mercados y burgos enteros a cientos de kilómetros de distancia, en las rutas que transitaban los peregrinos para alcanzarla.
Con el tiempo se irían añadiendo a la planta románica elementos góticos, renacentistas y especialmente barrocos, gracias al incesante flujo de dinero del arzobispado y de los mecenas, que encontraban en las capillas lugar de oración y eterno descanso. Mientras la estructura de las naves se conservó prácticamente intacta, el número y espacio de las capillas fue adecuándose a las necesidades del culto. En el convulso siglo XIV la basílica adquiriría trazas de fortaleza, con torres defensivas como la actual Torre del Reloj. Con el Renacimiento, impulsado por el arzobispo Alfonso III de Fonseca, se levantó el claustro definitivo, que sustituyó al claustro románico y modificó todo el lado sur y sureste del templo. Fue época de reformas internas y adición de retablos, púlpitos y esculturas para mayor gloria del culto al Apóstol.
La magia del Barroco
La mayor revolución estética llegaría al templo en tiempos del Barroco, que comenzó en 1660 por transformar el altar mayor y la cúpula; para luego dar forma a los órganos, trazar el lienzo de la Puerta Santa, embellecer la Torre del Reloj y alcanzar su mayor esplendor con la culminación, en 1750, de la estampa más icónica de la catedral: su magnífica fachada del Obradoiro.
Fue también obra de los maestros barrocos de la Catedral –Vega y Verdugo, Domingo de Andrade, Fernando Casas y Novoa- el trazado definitivo de las plazas monumentales que rodean al templo y de muchos de los edificios colindantes. Bien puede decirse que el Barroco saltó de la catedral a las plazas, a los monasterios y a las casas nobles, para convertir a Compostela en la urbe imaginativa, escenográfica y dramática que hoy es reconocida como ‘la ciudad barroca por excelencia de España’.
Tras dos mil años de historia como centro espiritual, y casi mil de su actual edificio, la Catedral se muestra hoy como un conjunto heterogéneo de espacios y elementos estéticos que dejan ‘leer’ en la piedra la extraordinaria historia compostelana. Y es que en su larga existencia el templo ha sido escenario de toda clase de episodios sacros y mundanos, que van desde la coronación de los reyes de Galicia en la Edad Media hasta el acuartelamiento de los soldados franceses durante la Guerra de Independencia, pasando por siglos de concordias y discordias, exaltaciones y linchamientos, conspiraciones políticas y esplendor religioso, ataques incendiarios y costosas campañas de embellecimiento, pompa y beneficencia, donaciones y expolios, cobros de prebendas y patrocinios, solemnes ofrendas y, sobre todo, incesantes peregrinaciones hacia la tumba del Apóstol.