Luisana Colomine.
Una tos impertinente cortó por minutos interminables la alocución del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el pasado 8 de febrero en el barrio García Herreros, de Cúcuta. “Se me fue por al camino viejo” dijo, en medio del ahogo y apurando un sorbo de agua, aunque le hubiese quedado mejor “se me fue por la trocha” para adaptar la popular expresión a la jerga impuesta por sus connacionales en materia de contrabando de extracción… Santos y su combo se presentaron en aquel escenario como la viva estampa de eficiencia y hermandad. Me dio risa verlos porque ese sitio donde hicieron su performance es uno de los barrios más pobres de Cúcuta. Hubiese sido recomendable hacer el show en “La Parada”, justo donde se ubica el Puente Simón Bolívar, paso obligado de miles de colombianos y venezolanos y donde la miseria le gana terreno a la vida; allí, donde venden sin pudor los productos venezolanos, los billetes venezolanos, la gasolina venezolana. Todo aquel teatro fue para hablar de los migrantes venezolanos: “es un problema al cual no estábamos acostumbrados, no tenemos experiencia y nos toca ir aprendiendo”. Pero Colombia le saca provecho a todo y el ministro de Hacienda de ese país, Mauricio Cárdenas, seguro de que el gobierno del presidente Maduro está próximo a caer, le puso precio a lo que llama un plan de rescate de unos 60 mil millones de dólares para lo cual ya ha hecho contacto con agentes de crédito internacional. Es decir que el bachaqueo ya no es sólo con la gasolina y otros productos venezolanos, ahora también es con los migrantes y a eso le llaman “labor humanitaria”. Si Venezuela hubiese solicitado créditos internacionales para mantener a los millones de colombianos que se vinieron huyendo de los conflictos internos, tal vez habría resuelto parte de su problema económico. Pero la Patria de Bolívar solo cumplió convenios internacionales dando cobijo a refugiados, desplazados e ilegales y ahora cuentan con vivienda, salud y educación. Con la excusa migratoria Santos se suma a las amenazas contra Venezuela, hace coro con México, Brasil, Argentina y Perú para alimentar lo que prefiero llamar “vacío poblacional” a “diáspora”. Enamoran al forastero, le reconocen el título universitario (Chávez redujo la brecha académica que en esos países se agiganta), lo incorporan a la oferta profesional y llenan vacíos en sectores socioproductivos. Quizás debamos “reenamorar” a los nuestros, sacar la palabra Patria de los jingles publicitarios para hacerla sentir ardiente y viva bajo los pies…Como escribió José Vicente Abreu (Toma Mi Lanza Bañada de Plata, 1973) “…Y dices Patria solamente en lugar de tu nombre para identificarte”. Pero aquello no fue un ataque de tos. Fue un ataque de “santo” cinismo.Profesora de géneros periodísticos y periodismo de investigación en la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV). Comunista. Anuncios &b; &b;