Inexplicablemente, una joven reportera que realizaba un reportaje sobre la novedosa sección de monstruos de un Museo de Cera desaparece. Santo es llamado a resolver el misterio por el Doctor Karol (Claudio Brook), quien es el director del museo y cuya implicancia en los hechos no está del todo clara.
Aunque es evidente que la cinta se inspira en la clásica “Mystery of the Wax Museum” (1933), esta posee ciertos elementos que la sitúan en una categoría diferente, partiendo por su protagonista. El Santo es un héroe que se diferencia de cualquier otro, no solo por el hecho de que cuando no está ayudando al prójimo pasa sus días sobre un cuadrilátero enfrentándose a “peligrosos” luchadores profesionales, sino que además tiene la particularidad de no poseer una doble identidad. El Santo es el luchador enmascarado las veinticuatro horas del día, razón por la cual jamás se quita su distintiva máscara ni su traje de luchador (aunque en producciones posteriores, al menos comienza a utilizar ropa de civil cuando no está “trabajando”). Esta visión del héroe eterno traspasó la pantalla, al punto de que el hombre tras el personaje solo mostró su verdadero rostro en 1984, durante un programa de televisión que fue emitido dos años después de su retiro. Por otro lado, además de sus puños, el Santo es conocido por utilizar sus destrezas como detective para solucionar los extraños casos que se le presentan. En esta ocasión, se vale del laboratorio de su amigo, el profesor Galván (José Luis Jiménez), quien además es una de las víctimas del villano de turno, para descubrir lo que se esconde tras la lúgubre exposición de monstruos de cera del Doctor Karol.
Otra característica interesante de la cinta son las motivaciones que llevan al doctor Karol a secuestrar personas. Si bien existe un evidente paralelo con el accionar del villano de la ya mencionada “Mystery of the Wax Museum”, quien utiliza cuerpos humanos para aumentar el número de muñecos de cera de su museo, el personaje interpretado por Claudio Brook esconde algo aún más siniestro. A raíz del accidente que sufrió algunos años atrás, el cual desfiguró parte de su cuerpo, y a su traumática experiencia en los campos de concentración nazis, el buen doctor presenta un trastorno emocional importante que lo empuja a infringirles dolor a otras personas, que él considera que han tenido una vida más afortunada que la suya. Quizás lo más interesante, es que esta sed de venganza termina traspasando las barreras de lo artístico y lo sobrenatural. Como es de esperarse, el doctor utiliza a sus víctimas para crear nuevas figuras para su museo de los horrores. Sin embargo, no contento con esto, mediante la utilización de un suero creado por él, este logra darle vida a sus “monstruos de cera” durante las noches, lo que forma parte de su plan de llevar horrores inimaginables al resto de la población del hasta entonces tranquilo pueblo donde reside.Más allá de estos detalles, la cinta presenta los mismos elementos que caracterizarían las apariciones cinematográficas del Santo. Durante el transcurso de la película, el protagonista no solo se enfrenta de manera encarnizada en un par de ocasiones a los secuaces del villano, sino que además participa en tres luchas profesionales sobre el cuadrilátero. Esto último es precisamente uno de los principales problemas del film. No solo estos enfrentamientos atentan contra el ritmo narrativo de la historia, el cual no es del todo fluido debido a que el relato transcurre de forma episódica, sino que además están pésimamente coreografiados, por lo que tampoco resultar ser demasiado llamativos. Algo habitual en los films del enmascarado de plata, es la polarización de los personajes. Estos pueden ser representantes del bien o del mal, lo que provoca que en su gran mayoría se trate de personajes unidimensionales que responden a estereotipos clásicos del héroe, el villano y la damisela en peligro, entre otros. Quizás por este mismo motivo, el trabajo interpretativo de los actores involucrados en esta producción es más bien deficiente, con la excepción del Santo y Claudio Brook, quienes realizan un buen trabajo, en especial Brook quien pese a que por momentos cae en la sobreactuación, logra construir a un villano interesante que se presenta como un buen rival para el protagonista.
En el aspecto técnico, pese a ser una producción de bajo presupuesto, presenta algunos escenarios bastante logrados, como por ejemplo el subterráneo donde el Doctor Karol tiene en exhibición a todos sus monstruos de cera. Las escenas que ocurren en dicho lugar presentan en su gran mayoría una atmósfera bastante inquietante, la que se debe al trabajo de fotografía de José Ortiz Ramos, quien la verdad en esta ocasión realiza una labor bastante irregular. Por otro lado, el guión pese a ser bastante simplista, presenta algunos agujeros importantes que dan pie a preguntas que no se resuelven durante la hora y media que dura el metraje. Más allá de sus falencias, “Santo en el Museo de Cera” es una película entretenida que mezcla elementos tan diversos como un científico loco, un luchador enmascarado, una serie de secuestros, y encarnizadas luchas arriba de un cuadrilátero, entre otras cosas. Además existe espacio para la comedia involuntaria, producto del bajo presupuesto de la producción y del exceso de seriedad con la que los realizadores se toman la figura del mítico héroe, lo que más tarde se convertiría en parte del sello de las producciones del enmascarado de plata. Es por todo esto, que cada uno de los films del Santo puede ser considerada como una pequeña joya del cine de bajo presupuesto, y por supuesto del cine mexicano.
por Fantomas.