Santos el perfecto traidor a la Patria

Publicado el 25 noviembre 2014 por Clarena Roux @clarenaroux
El presidente Juan Manuel Santos, de derecha o de izquierda, según convenga....

Santos el camaleón

Veamos cómo llegó la hiena… perdón, el camarada Santos, a la presidencia de la República.
Hasta los 59 años de edad, Santos no había aspirado siquiera a ser edil de una localidad de Bogotá y mucho menos al Congreso. Siempre había vivido de su apellido. Su padre, Enrique Santos Castillo, manejó toda la vida la parte informativa del diario El Tiempo, el medio de comunicación más influyente de Colombia, desde donde combatió lo que su hijito hoy apoya: la narcoguerrilla y su padre el comunismo.
El abuelo del camarada Santos fue Enrique Santos Montejo, “Calibán”, uno de los periodistas más influyentes de Colombia en el siglo XX. Y un hermano de su abuelo, Eduardo Santos Montejo, fue presidente de Colombia entre 1938 y 1942. Precisamente, fue Eduardo Santos Montejo quien compró por una bicoca el diario El Tiempo, en ese entonces de propiedad de su cuñado, y lo convirtió en el poderoso y omnívoro poder que tanto daño le ha causado a Colombia. Eduardo Santos siempre pretendió que este diario pasara a manos de sus empleados, pero las maniobras sucias de sus parientes, ayudados por el mono Samper impidieron que esto fuera una realidad. Pero de ese robo, con historia de asesinatos, drogadicción, aberraciones y demás hablaremos después, teniendo como base un curioso y valioso librito que llegó a mis manos y que narra la oscura historia de esta familia, aclarando –por supuesto que sí- que también hay miembros del apellido Santos que han aportado grandemente al país.
Y hay que conocer esta historia porque aquí está haciendo carrera la premisa de que, como Santos es de la oligarquía tiene el derecho a gobernarnos; un derecho que le llega –aducen sus lambiscones, como una especie de halo bendito ante el cual deberíamos arrodillarnos agradecidos.
Pues ni lo uno ni lo otro. La familia Santos heredó su poder del instinto agudo del tío abuelo Eduardo Santos (quien no dejó descendencia), el presidente masón que gobernó a Colombia, no solo desde el Palacio de San Carlos, sino desde los editoriales de El Tiempo.
Con lo que hizo el presidente Eduardo Santos bastó para que este país de ignorantes viera a todos los Santos como poseedores del derecho para guiar los destinos de Colombia. Así, el camarada Santos se fue acomodando en una privilegiada posición política que lo llevó, antes de colarse en el uribismo, a ser ministro de Comercio Exterior de César Gaviria y de Hacienda de Andrés Pastrana.
Pero, detengamos un poco. Fiel a su tradición de deslealtades e incongruencias, el camarada Santos, cuando se conoció el tema de la financiación mafiosa de la campaña de Samper, no ahorró improperios contra Andrés Pastrana por haber dado a conocer esa información al mundo. Poco después la emprendió contra Samper por esa misma razón pero eso no ha impedido que hoy tenga a sus hijos trabajando en el gobierno.
Pero sí hubo siempre una constante en Juan Manuel Santos, y ésta es su fijación obsesiva por hacer del Partido Liberal una opción fuerte en Colombia, y colocarse él a la cabeza de su regeneración. En 1995 reconoció que su partido estaba agonizante y que debería dársele el rumbo propuesto por Alfonso López Michelsen, es decir, un giro hacia la izquierda afín a la guerrilla. Otra constante, en ese mismo sentido, ha sido su férrea defensa de las ONG proguerrilleras, y su oposición a que los fondos de éstas sean investigados y regulados por el Estado. Dijo en 1995 –y lo dice hoy- que “no se debe hacer nada que las limite”. Ya vemos hoy por qué razón muchas ONG no han sido investigadas y siguen delinquiendo impunemente contra los colombianos, beneficiando a la narcoguerrilla y sirviendo de fachada al flujo inmoral de sus dineros.
Veamos una breve cronología de sus desvaríos y contradicciones:

Santos vestido como guerrillero

Santos también ha detestado siempre a los congresistas norteamericanos Republicanos.  En abril 21 de 1995 hace más evidente esa animadversión, en especial contra el senador Jesse Helms (alguien que se opondría fuertemente a Ernesto Samper por sus relaciones con la mafia). Helms fue contradictor de Clinton cuando éste certificó a Colombia. Helms, sin duda alguna, fue un opositor portentoso de la narcopolítica de la época Samper. Santos define a Helms como un otrora “simple y pintoresco senador de la minoría republicana” que para este año de 1995 se ha convertido en el poderoso presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado. Santos acusa a Helms y los republicanos de fraguar un movimiento contra Colombia, desestimando intencionalmente la responsabilidad de Samper en esta negra etapa del país.
En Julio 7 de 1995, escribe un curioso (a la luz de hoy) artículo sobre los derechos de la oposición. Dice que “la oposición no se decreta, se ejerce”. Dice que Colombia “es un país en guerra” por los enfrentamientos entre guerrilla y ejército. Dice también que es deseable limitar los derechos individuales en beneficio de la comunidad, en un país en guerra. Alaba la gestión de Fujimori. Hoy, a la oposición el camarada nos llama “La Mano Negra”.
En Julio 14 de 1995, a raíz del secuestro de Julio César Sánchez, dice que el gobierno no debe negociar con la guerrilla debido a que ésta sigue secuestrando. Dice que las minas quiebrapatas, los secuestros y los atentados contra la ecología “son todas unas violaciones flagrantes del Protocolo (II de Ginebra).. (…) ¿Cómo se puede negociar con quienes incumplen su compromiso..?
En agosto 4 de 1995, a escasos 7 meses de haber acusado a Pastrana de causar la mala imagen de Colombia por sus denuncias, Santos ahora dice tímidamente que ruega para que Samper aclare bien lo de los dineros calientes en su campaña, por el bien del país. Dice que guardar silencio es un acto “pusilánime” y que hay que ser valiente y ventilar la verdad. “la verdad existe y lo único inventado son las mentiras”
En agosto 18 de 1995, dice públicamente que se distancia del gobierno Samper y aclara que es un “disparate” lo que algunos insinúan acerca de que forme parte de un complot para acceder a la primera Magistratura. Denigra del “cheque en blanco” que el Partido Liberal le endosó a Samper. Habla de su amigo Fernando Botero y alaba su “grandeza” y su “dignidad”.
En septiembre 1 de 1995, Santos ya asegura que hay mucha corrupción en el gobierno. Habla de los bacanales con dineros de la mafia, y de la falta de valores y principios que hacen que brinden con “Champaña en el Palacio presidencial con secuestradores y asesinos”. (No es lo que él haría con Raúl Reyes, Petro y otros secuestradores y asesinos..?)
En diciembre 8 de 1995, inicia su pelea con Horacio Serpa y hace una defensa del gobierno de César Gaviria, de quien fue ministro. A Serpa lo acusa de clientelista. Lo acusa de simpatizar con “todas las formas de lucha revolucionaria (que) lo llevaron a realizar todo tipo de alianzas tácticas con la guerrilla en su región” (Alianzas que él también haría luego para derrocar ese gobierno de Samper. Alianzas que está haciendo en este momento).
En diciembre 15 de 1995, luego de conocerse la absolución que hizo el Congreso sobre el proceso 8.000, Santos asegura que ese hecho es una vergüenza nacional. Una crítica muy dura que, evidentemente, pronto olvida.
En enero 26 de 1996, Santos le pide la renuncia a Samper. En marzo 1 de 1996, ataca de nuevo al gobierno Samper. Acusa a Serpa de estar comprando apoyo con puestos. Dice que Samper perdió la gobernabilidad y que Colombia lo está pagando.
En junio 5 de 1996, dice que se une a la causa de los militares, que son mal pagos y que son “obligados a rendir honores militares al deshonor”, refiriéndose a que el ejército persigue precisamente a quienes financiaron la campaña del gobierno Samper. Menciona Santos que a los militares se les persigue más que a los delincuentes, y que eso es injusto. ¿Qué dirá Santos hoy de ese apoyo de entonces a los militares…? ¿Se quedó, como dice él en esa columna, en promesas..? Claro que sí.
En junio 7 de 1996, vuelve a mencionar el problema de gobernabilidad de Samper. Y dice algo importante: “Una eventual participación mía en el gobierno no es posible ni conveniente. No es posible por una cuestión personal de principios”. ¿Esas cuestiones personales de principios, no fueron objeto para llamar a su gobierno a ex funcionarios del gobierno Samper..? ¿Esos principios ya no son válidos para hacer alianzas con quienes participaron en la masacre del Palacio de Justicia…?
En julio 19 de 1996, Santos dice que la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña Samper, no lo hace un delincuente. Critica la intromisión del DAS en la política internacional. Pero ya en esta época Bejarano no era director de ese organismo.
En septiembre 6 de 1996, habla de que se necesita una legislación eficaz para combatir el terrorismo. Que se necesita moral en la tropa y que es necesario que la ciudadanía apoye a sus Fuerzas Armadas. (¿Como lo hizo él en el caso de los 27 del 29? ¿Como está haciendo ahora…?)
En octubre 25 de 1996, habla de algunas cosas necesarias para salvar a Colombia. Entre ellas, continuidad en las estrategias militares y de cualquier índole, y que ésta no debe ser cambiada de rumbo con cada gobierno o cada ministro. Dice que estamos en guerra y, por tanto, se necesita un marco legal para la guerra. Neutralizar la política exterior de la guerrilla es otro punto (¿Trayendo a Baltasar Garzón o haciendo pactos con Petro y Chávez..? ¿Acaso nombrando a agentes de la izquierda para dirigir los destinos del ejército? ¿Terminando con la Seguridad Democrática del gobierno de Uribe?)
En diciembre 13 de 1996, le responde a Plinio A. Mendoza (quien lo llama socialista), y dice que se reconoce socialdemócrata, como Samper. Dice que él sí tiene principios y que estos no son negociables. Dice que siempre ha pensado de una sola manera y jamás cambiará, como cambió Plinio que de marxista pasó a defensor de la ultraderecha.
En enero 24 de 1997, Santos dice que es gravísimo ceder soberanía para evitar problemas con Venezuela. Habla de que Venezuela pobló Los Monjes para cerrarnos la entrada al Golfo. (¿Qué dirá ahora..?)
En abril 4 de 1997 manifiesta que está plenamente convencido de que la paz con la guerrilla se conseguirá únicamente mediante una negociación política. (Hay que recordar que él “nunca cambia de ideas”.)
En abril 18 de 1997, dice que los movimientos “suprapartidistas” son un error que trae ingobernabilidad al país. Dice que no está de acuerdo en formar partidos políticos diferentes, sino que cree firmemente en que se deben fortalecer los existentes. (Entonces, por qué fundó después la U..? ¿O es que la U no fue sino una estrategia para poder acceder a dirigir luego el Partido Liberal?)
En agosto 1 de 1997, Santos critica que Alvaro Uribe, como defensor de las Convivir, haya ido a Suiza a exponer lo referente al tema. Dice que eso debió haber sido política de Estado, no de intereses locales.

Santos y su gran aliado Putin


Relación con Chávez
Pero, sin duda alguna, lo digno de mostrar de Santos referente a sus extraños virajes, son sus declaraciones sobre Venezuela. En marzo de 2004, un año antes de ser nombrado ministro de Defensa de Uribe, en la revista Diners, publicó tal vez la más virulenta crítica a Hugo Chávez.
Dice allí que “la democracia ha sido secuestrada por Hugo Chávez”. Acerca de no castigar a Chávez por el intento de golpe, dice: “Sin embargo, en el juego político propio de las democracias débiles, al asumir Caldera el poder en 1994, y en un acto de estupidez histórica, se le concedió a Chávez el sobreseimiento de la causa: dejó sin mancha su expediente y con ello el camino libre para aspirar al poder por la vía electoral…. (…) Se pensó que bajo su liderazgo se podía generar un verdadero proyecto nacional. Muchos empresarios e intelectuales creyeron que sería un mandatario respetuoso de las leyes y le dieron su apoyo. El típico “Mesías” latinoamericano había llegado a Venezuela… ¿Cuándo aprenderemos de la historia? En el fondo, Chávez habría preferido llegar al poder por la vía del golpe de estado y no por caminos democráticos, hacia cuyas instituciones siente desprecio porque, como a todo tirano, le significan una camisa de fuerza”
Santos conoce perfectamente como la izquierda infiltra y contamina los órganos del Estado: “Fidel ha desplegado un contingente de más de 20.000 hombres en Venezuela. Es la mayor movilización de cubanos después de la guerra de Angola. Se presentan bajo la figura de maestros, alfabetizadores, entrenadores deportivos y médicos, pero se sabe que una buena porción asumió rápida y directamente tareas de lucha política y entrenamiento militar. Muchos resultaron ser asesores de la temible G-2 y del Ejército cubanos, y hoy se encuentran cómodamente infiltrados en el mundo castrense y en los cuerpos de seguridad del Estado venezolano. No se exagera al señalar que Chávez ha facilitado el establecimiento de la primera base cubana en Suramérica.”
“Lo que poca gente recuerda es que Chávez, durante su detención en la Isla La Orchila, se arrodilló ante el presidente dela Conferencia Episcopal y ante el cardenal Velasco y pidió perdón, demostró contrición de corazón y prometió propósitos de enmienda. Resultaron lágrimas de cocodrilo y juramentos que el viento se llevó. Otra vez en Miraflores, Chávez se echó para atrás en todo lo que había ofrecido. ¡Los revolucionarios no se arrepienten! Se negó a aceptar la relegitimación de los poderes, la revisión de las leyes y el establecimiento de una Comisión de la Verdad sobre la masacre que había precipitado su relevo. Como era de esperarse, los ánimos se caldearon.”
“En el seno de las Fuerzas Armadas de Venezuela la situación es grave, muy grave. No sólo por la purga y la politización, sino por los planes de convertirla en una fuerza miliciana y adoctrinada” (Digo yo: ¿No es lo que pretende ponerse en marcha en Colombia?)
“¿Qué recursos ha utilizado Hugo Chávez para tratar de atornillarse en la silla presidencial? Después de abril de 2002 decapitó a las Fuerzas Armadas (FAN), pasó retiro a cientos de altos oficiales e inició una política de ascensos en función de la lealtad y no de los méritos.”
“El cuadro descrito es grave, amenazante y apenas emerge como la punta de un inmenso iceberg. Ello debe significar un grito de alerta para las organizaciones democráticas del continente y motivar un análisis y seguimiento más cercano y comprometido del caso venezolano, no sólo como expresión de solidaridad con el pueblo hermano, que sufre hondamente los efectos de un totalitarismo que aún no ha tocado fondo, sino incluso por razones de supervivencia. Soldado avisado no muere en guerra.”
“Chávez no va a invadir a Colombia. Ni nos vamos a defender de sus pretensiones con tanques viejos y obsoletos. Basta con permitir que su territorio se convierta en santuario, como muchos sostienen que ya lo es, y una vez atornillado en el poder, alimente a la guerrilla con dinero o les permita el tráfico de armas o de droga a través de su territorio, para neutralizar todos los esfuerzos que Uribe ha hecho por doblegar a los alzados en armas.”
“No es necesario acudir a los numerosísimos informes de los servicios de inteligencia para corroborar el claro e inminente peligro para Colombia”.
Pero, a qué iba todo este ataque contra Chávez, ya en pleno gobierno de Uribe, y aproximándose su segundo mandato? Obviamente planeó todo con sumo cuidado. En enero de 2005, después de haber dicho que no estaba de acuerdo con la reelección de Uribe, decide salirse del Partido Liberal y formar el Partido de la U, para respaldar la reelección de Álvaro Uribe. Esto, a pesar de que durante años aseguró que jamás dejaría el Partido Liberal, y que formar nuevos movimientos políticos traería el desastre para Colombia.
Santos siempre esperó a que Álvaro Uribe lo llamara a su gobierno. Pero como ese llamado nunca se efectuó, cambió de estrategia, se arrodilló ante Uribe y publicó varias cosas contra la extrema izquierda (con la cual él siempre se ha sentido identificado) y contra Chávez, y se sentó a esperar la llamada.
Entonces de ser un lagarto con columna de opinión en El Tiempo (con la cual consiguió ser ministro de Gaviria y de Pastrana) Santos se convierte en una figura clave en el interior del uribismo, aunque en principio sin puesto.
Para las elecciones parlamentarias de 2006 Santos se autoproclamó como el jefe máximo del Partido de La U, cuyo nombre tiene un significado obvio: URIBE. Con la reelección avalada por la Corte Constitucional, Santos se dio a la tarea dizque de organizar las listas uribistas al Congreso. La verdad es que los aspirantes al Senado y a la Cámara afines a Uribe veían en Santos a un pobre e iluso hombre que, al no tener nada que hacer, trataba de organizarlos; lo veían como una especie de técnico de fútbol al que sus jugadores no le paraban ni media, y al que le seguían la corriente para evitar que se frustrara. Todos los políticos de La U, en realidad, sólo veían a Álvaro Uribe como su jefe único.
En mayo de 2006, Uribe fue reelecto presidente de Colombia en primera vuelta, con más del 62% del total de los votos. Y, claro, ‘Judas’ Santos se trepó en el carro de la victoria.
Y la llamada que esperaba Santos, efectivamente llegó. No está claro quién fue el que recomendó a Uribe invitar al gobierno a Juan Manuel Santos, pero sí podemos asegurar que no fue por iniciativa de Uribe que Santos llegó a ser ministro. Alguien le dijo que seguramente no era mal negocio para el gobierno de entonces porque el personaje de marras era uno de los propietarios de El Tiempo.
Uribe, que tiene talento para todo menos para escoger a la gente con la que se debe rodear, le ofreció a Santos el puesto que quisiera y éste escogió uno que le caía como anillo al dedo: Ministro de Defensa, pero no porque fuera un avezado conocedor de las artes militares -claro que él dice que sabe mucho del tema porque durante un año fue cadete de la Armada-, sino porque tenía claro que en el Ministerio de la Defensa podía recoger los frutos de la guerra a muerte que Uribe les había declarado a las guerrillas, a los narcotraficantes y, en general, a todos los grupos ilegales. Santos no tuvo reparo en traicionar a sus compas del ELN y las FARC, con quienes había armado un complot para derrocar a su amigo Samper, y rápidamente empezó a mostrar su catadura como ministro de Defensa.
Aunque hacía como que combatía a la subversión y al hampa, por debajo de la mesa daba jugosos contratos a los enemigos de Uribe. Por ejemplo, le soltó multimillonarios negocios a uno de los más empecinados y hostiles: Daniel Coronell, un “periodista” que desde su narco-noticiero Noticias Uno y desde su columna de opinión en la revista Semana, siempre ha atacado con saña al ex mandatario más querido por los colombianos.
“Como conozco su larga trayectoria de deslealtades tengo confianza en que un gobierno suyo (de Juan Manuel Santos) terminará con la impunidad de Uribe”, dijo Coronel en una entrevista publicada en febrero de 2010 en Semana.
Y el no menos cuestionado periodista Felipe Zuleta -otro descarriado varón- en febrero de 2010, definió a Santos, en el portal de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (Unab), como “un ser bastante curioso y desleal”.
“Yo voy a votar por Juan Manuel porque tengo la certeza de que mete a Uribe preso al otro día”, afirmó Zuleta. Tanto sus palabras como las de Coronel eran premonitorias.
Desde su ministerio de Defensa, Santos se encargó de atizar las relaciones con Chávez. Buscó siempre una polarización entre Venezuela y Colombia; polarización que Uribe jamás buscó ya que siempre intentó por todos los medios lograr que el tirano de Miraflores entrará en razón. Pero fue imposible.
El primero de marzo de 2008, en una acción de legítima defensa nacional, las Fuerzas Armadas de Colombia dieron de baja en territorio ecuatoriano al tenebroso jefe terrorista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) Raúl Reyes.
Aunque prácticamente a Santos lo sacaron de su cama para que se enterara (recordemos que Uribe siempre dirigió personalmente las operaciones del ejército), ese sábado, muy temprano, Santos organizó una rueda de prensa en la sede del Ministerio de Defensa y, como todo un estadista, anunció a Colombia y al mundo el exitoso operativo militar que acabó con la vida de Reyes.
Pero a las pocas horas de ese mismo sábado las cosas empezaron a complicarse con el alcahueta presidente ecuatoriano, Rafael Correa, hijo de un narco, quien puso el grito en el cielo porque en un campamento de las Farc en su país fue abatido su amigo Raúl Reyes. ¿Qué pasó entonces? Que Santos se escondió y fue Uribe quien salió a darle la cara a la opinión internacional y a defender la operación militar en la frontera colombo-ecuatoriana.
Seis días después, Uribe se portó como un titán en la Cumbre de Río, celebrada en Santo Domingo, la capital de República Dominicana. Allí, el mundo entero vio como el estadista atendió como un maestro a Correa y al no menos compinche de las Farc, el presidente venezolano Hugo Chávez. Esa Cumbre pasará a la historia como una página gloriosa de nuestro país. Pero, ¿Alguien le informó a Álvaro Uribe sobre la clase de hiena que era Santos…?

Sí.. Por supuesto. Pero el presidente siempre callaba porque seguramente creía que todo eso eran cuentos de sus enemigos para distanciarlo de su ministro de Defensa.
Hay que ser demasiado bien intencionado, paciente -o ingenuo- para que Uribe se hubiera aguantado el que Santos, en mayo de 2008, le hubiera filtrado a la revista Semana, que dirige su sobrino Alejandro Santos, la noticia de la muerte del criminal Manuel Marulanda Vélez (alias “Tirofijo”), el fundador de las Farc. Desde luego que el tontohermoso de Alejandrito publicó en la portada de la revista la foto de su tío bajo el titular “Tirofijo está muerto”.
El 2 de julio de ese mismo 2008, el Ejército liberó de las Farc, en las selvas colombianas, a la ex candidata presidencial Íngrid Betancourt, a tres contratistas estadounidenses y a 11 militares y policías. De inmediato, Santos se apoderó del éxito de la llamada “Operación Jaque” y, como buen lagarto que es, se paseó con la Betancourt cogido de la mano en el aeropuerto de Catam, en Bogotá, y cobró para sí la victoria militar contra las Farc.
A los pocos días, algunos medios de comunicación mamertos informaron que el Ejército había engañado a las Farc haciendo pasar a varios militares por miembros de una comisión humanitaria de la que hacían parte delegados de la Cruz Roja y periodistas del canal de televisión venezolano Telesur. Como para variar, Santos se escondió y a Uribe, una vez más, le tocó salir a dar la cara y a defender la legitimidad de la “Operación Jaque”.
En mayo de 2009, Santos renunció al Ministerio de Defensa y de inmediato hizo pública su intención de aspirar a la Presidencia de la República. Desde luego que él era consciente de que para llegar a la Casa de Nariño era necesario el apoyo del entonces presidente Uribe. Por primera en sus casi 60 años de vida, Santos se sometía así al ejercicio de las urnas. Como lo dijimos anteriormente, el carisma y la popularidad de Santos no le habían alcanzado siquiera para ser edil de La Candelaria.
Santos, pues, se retira del ministerio pero le tiende una trampa a quien todos pensaban que sería el sucesor de Uribe: Andrés Felipe Arias cae en la celada y su prestigio se va al piso al mismo tiempo que crece el de Juan Manuel Santos.
Cuando en febrero de 2010 los mandaderos de la Corte Constitucional tumbaron la tan anhelada segunda reelección del presidente Uribe, el camino le quedó expedito a Santos para ser el nuevo jefe de Estado. Pero como Santos ha sido un pésimo político durante toda su vida, tuvo que acudir a Uribe para que su campaña no naufragara.
Entre abril y mayo de 2010, las encuestas daban como eventual ganador de las elecciones presidenciales al candidato independiente Antanas Mockus. Entonces a Uribe le tocó salir a decir públicamente que Santos era su candidato y los colombianos en masa le obedecimos y votamos por él. En otras palabras, la gente no votó por Santos sino por Uribe. Eso es una verdad de Perogrullo.
Muchas cosas curiosas ocurrieron durante la mencionada campaña presidencial. Una de ellas fue que los principales medios de comunicación de Colombia se la jugaron toda en favor de Mockus toda vez que las encuestas lo daban como virtual ganador. Incluso, el lagarto mayor del periodismo colombiano, Darío Arizmendi, se dio el lujo de irrespetar a Santos cuando lo trató de corrupto durante una acalorada entrevista en Caracol Radio. Vaya paradoja: Arizmendi es hoy en día uno de los principales lambones que tiene Santos.
Cuando el 30 de mayo de ese 2010 venció en primera vuelta a Mockus, Santos dijo en su discurso, en un hotel del norte de Bogotá, que Álvaro Uribe había sido el mejor presidente de Colombia en toda su historia. Tres semanas después, como vencedor en segunda vuelta, Santos prácticamente opinó lo mismo sobre Uribe, sólo que modificó un poco la frase de 20 días atrás: Uribe es uno de los mejores presidentes que ha tenido Colombia en toda su historia.
Apenas se convirtió en presidente electo, Santos tomó distancia de todo lo que tuviera que ver con Álvaro Uribe y el uribismo. Los que antes fueron sus compañeros de trabajo, se convirtieron para Santos prácticamente en criminales y, desde luego, en sus enemigos. En cambio, todos los enemigos de Uribe pasaron a ser, en un abrir y cerrar de ojos, en los amigos del nuevo mandatario. En la conformación de su gabinete Santos dejó en evidencia que para trabajar con él había un requisito fundamental: ser antiuribista. Bajo esa condición, por ejemplo, hizo ministros a Germán Vargas Lleras (Interior), a María Ángela Holguín (Relaciones Exteriores) y a Juan Camilo Restrepo (Agricultura). Y se llevó a camaleones cómo él. Basta ver la nómina de sus ministerios.
El 22 de julio de 2010, el camarada Hugo Chávez rompió relaciones con Colombia luego de que el gobierno de Uribe denunciara públicamente -con pruebas- que Caracas les daba refugio a cabecillas de las Farc y del también terrorista Ejército de Liberación Nacional (Eln). Dieciséis días después, Santos asumió como presidente de Colombia y en el acto de posesión quedó en claro que el ex presidente Uribe ya no sería su amigo. Es más, seguramente fue Santos quien envió al entonces presidente del Congreso, el loquito Armando Benedetti, para que se despachara en un discurso contra los ocho años de gobierno de Uribe.
El 10 de agosto de 2010, tres días después de haberse posesionado como gobernante, Santos viajó a Santa Marta y allí firmó la paz con Chávez. Aunque de una hiena se puede esperar cualquier cosa, llamó la atención que Santos hubiera volado a hacer las paces con Chávez cuando en épocas pasadas él era el crítico más mordaz que había en Colombia del mandatario venezolano. Todos saben que Santos era quien azuzaba a Uribe para que se peleara con Chávez. Poco tiempo después de aquella reunión en Santa Marta, Santos definió a Chávez como “mi nuevo mejor amigo“.
Y desautoriza un reciente informe de Alvaro Uribe en la ONU donde asegura que Chávez esconde en su territorio campamentos de las FARC. Santos restablece relaciones con Chávez sobre la base de estar de acuerdo en que el gobierno venezolano no ha tenido, ni tiene ni tendrá guerrilleros protegidos en su país.
En los 20 meses que Santos lleva en la Presidencia se ha preocupado sólo por una cosa: enterrar todo lo que hizo Uribe como gobernante y desprestigiar a todo aquel que trabajó con él o que públicamente diga que es uribista. De hecho, lo primero que hizo fue entregársele al Partido Liberal, el mismo que estuvo en la oposición del gobierno de Uribe y el mismo que no lo eligió como presidente de Colombia, cumpliendo su viejo sueño de liderar el partido Liberal y hacerlo virar hacia la izquierda proterrorista, llevándose en ese viaje a todo el país, y haciéndolo sobre la sangre de nuestros soldados a quienes él realmente detesta, tal vez porque le faltó hombría para ser uno de ellos.
Para contrariar a Uribe, Santos se metió en el cuento de que en Colombia hay un conflicto armado. Para contrariar a Uribe, Santos se dio a la tarea de indemnizar a las supuestas víctimas del conflicto armado en Colombia. Para contrariar a Uribe, Santos se la pasa maniagarrado con sujetos como César Gaviria y Andrés Pastrana. Para contrariar a Uribe, Santos nombró como ministro de Trabajo a Rafael Pardo. Y para contrariar a Uribe, Santos anda desesperado por iniciar un proceso de paz con las Farc.
Al igual que lo hizo con Chávez, Santos se dio a la tarea de “hacer las paces con las altas cortes del país”, y a su ministro Vargas Lleras lo puso a decir que su gobierno no criticaría nunca las decisiones de los jueces, es decir, que el actual gobierno no irrespetaría a los jueces del país como -según él- sí lo hizo Uribe. Puro cuento, porque el propio Santos, en repetidas oportunidades, ha descalificado decisiones como una del Tribunal Superior de Bogotá que le pidió a la Corte Penal Internacional investigar al ex presidente Belisario Betancur por los hechos del Palacio de Justicia, en noviembre de 1985.
El propio Santos diría también que en su gobierno no se perseguiría a nadie por su ideología política, en una evidente alusión a que durante los ocho años del mandato de Uribe se hicieron desde el DAS ilegales labores de espionaje en contra de magistrados, periodistas, activistas y opositores. En cierta ocasión, Santos dijo en una entrevista que él creía que Uribe nunca había infringido la ley, pero que no podía decir lo mismo por personas que hicieron parte del círculo de colaboradores de Uribe. ¿Acaso Santos no era parte del círculo más cercano de Uribe? ¿Acaso no reptaba ante él las 24 horas del día?
Para desprestigiar a Uribe y al uribismo, Santos ha tenido unos aliados claves: los medios de comunicación. Medios como El Tiempo, El Espectador, Semana y Caracol Radio, entre otros, desinforman a diario y atacan sin clemencia a Uribe y a los uribistas.
A Santos, en cambio, lo adulan a mañana, tarde y noche. Es más, El Espectador y Semana han llegado a la ridícula lambonería de destacar a Santos como el personaje del año en Colombia en 2008, 2009, 2010 y 2011. Y sin duda lo harán también en 2012.
Aparte de Santos, los otros personajes del año para estos medios trabajan en el actual gobierno o son públicos enemigos de Uribe. Pero cuando Uribe era presidente estos medios ni se dignaban a mencionarlo. No hay duda de que detrás de tanta parcialidad mediática está la famosa pauta publicitaria, es decir, buena imagen para Santos y su gobierno a cambio de dinero oficial. ¿O será gratuito que estos medios nos vendan a los colombianos la idea de que Santos es el nuevo líder de América Latina? Es evidente que ese “liderazgo” lo demostró Santos en la pasada Cumbres de las Américas. Lástima que sus nuevos mejores amigos -Hugo Chávez, Rafael Correa y Daniel Ortega- le despreciaron la invitación a Cartagena. ¿O sería de mutuo consentimiento para no traerle más problemas domésticos al camarada Santos?
Quién sabe..! Pero lo que sí sabemos es que Santos, como la hiena que es, se ha dedicado a decir en todas partes que él nunca ha hecho nada para fastidiar u ofender al ex presidente Uribe. Recientemente, en el diario El País, de España, dijo que: “no entiendo su actitud (de Uribe) hacía mí, he sido fiel a sus legados que expuso de muchas formas y de manera insistente, la seguridad democrática, la confianza inversionista, la cohesión social, lo que él llamaba los tres huevitos que había que cuidar, en los dos últimos años así lo he hecho y los resultados han sido espectaculares, de modo que no llego a entender su postura, se ha vuelto un crítico de lo humano y de lo divino, nada de lo que hace el gobierno le parece bien, no reconoce ninguno de nuestros éxitos… me decía un amigo suyo que lo que pasa es que todavía no ha asimilado que dejó el poder, pues para bien de él y para bien mío y del país espero que lo asimile pronto, aunque yo ya estoy vacunado, al principio todo esto me afectaba pero después de treinta twitters diarios me he vuelto inmune, le presto poca atención, hay cosas más importantes que atender…”
¿Habrase visto tamaño cinismo..? Como dicen las señoras, ‘ahí está pintado el muérgano de Santos’, ahí está pintada la hienacarroñera que es.
Muchos dicen que Santos es un traidor al más fiel estilo bogotano. Yo, como bogotano, protesto por eso. Santos no es bogotano. Santos proviene de una provincia de Santander y su apellido se pierde en el tiempo reciente sin superar el siglo XIX hacía atrás. No tiene un origen claro. Pareciera que sus ancestros adoptan ese apellido para escapar de la Inquisición. En todo caso, es un malaleche que nació por equivocación en Bogotá y cuya cuna debería reclamar Horacio Serpa, para tragedia de los santandereanos.
El asunto es que, fiel a su estilito afectado, el actual mandatario colombiano se hace ver como una víctima de Uribe.
Y hay que decir la verdad. Uribe es víctima de su propio invento. Si hubiera leído con atención a Daniel Coronell y a Felipe Zuleta seguramente no hubiera sido objeto de las deslealtades de una hiena llamada Juan Manuel Santos.
Olvidó el ex presidente Uribe que ojo de loca no se equivoca.
Tomado de  Santos, la hiena- Periodismo sin fronteras-