En lo que sería la ijada de ese saltamontes había como una cápsula de gelatina blanca, el huevo de la Prionyx. Con cuidado, me llevé a casa las dos presas, huevo incluido, y las instalé sobre una capa de arena en un frasco, dejándolo a oscuras, impaciente por ver cómo se desarrollaba esta avispa solitaria cazadora de saltamontes. A los dos días el huevo seguía intacto pero se veía por transparencia que algo estaba devorando al saltamontes desde dentro, ¿una larva? ¡Parecían varias! En apenas una jornada sólo quedó la cáscara vacía de esta primera presa, y por entonces vi algo entrando a la segunda, aún viva, que en dos días escasos quedó también reducida al cascarón. Después, ni rastro de los devoradores. ¿Qué había pasado ? El huevo de la Prionyx seguía allí, marchito. ¿Quiénes se habían comido a los saltamontes? Al cabo de unas cuantas semanas, a finales de agosto, conocí la respuesta.
Sobre la arena del fondo del frasco habían aparecido 9 diminutas moscas grises, de apenas 3 mm de largo, idénticas a las que en julio se veían frecuentemente recorriendo nerviosas el suelo, revoloteando como en busca de algo. Las conocía sólo por su especie más llamativa, Sphenometopa fastuosa (dibujo), inconfundible por una librea arlequinada que hace difícil creer que sea pariente de las moscardas grises (Sarcophaga). Todas estas mosquitas, que llamaremos miltogramas por pertenecer a la subfamilia Miltogramminae, tienen su inquietud bien justificada, porque para reproducirse aprovechan un instante tan fugaz como difícil de presenciar. Cuando una avispa cazadora está metiendo dentro del nido a su presa paralizada, en ese momento en que la peligrosa avispa está dentro del túnel y por tanto no podrá atacar a la indefensa miltograma, entonces la pequeña saqueadora se acerca a la entrada y en un abrir y cerrar de ojos pone unos cuantos huevos sobre la presa. Eclosionarán en pocas horas y, sellado ya el nido, las larvas se desarrollarán llegando a devorar incluso a su legítimo inquilino, la larva de la avispa. Como es lógico, al menos algunas avispas cazadoras temen a estos ladrones. Una avispa Bembix, por ejemplo, se muestra recelosa de entrar al nido con una presa cuando ve alrededor de la entrada a las miltogramas esperándola. ¡Y pensar que esta avispa sólo caza moscas! En una enorme ironía de la evolución, la Bembix teme a las minúsculas miltogramas y en cambio captura sin dudarlo moscas mucho más grandes.
Por estar las miltogramas así asociadas a las avispas cazadoras, los ingleses las denominan "moscas satélites", quizá evocando una lejana similitud con las pequeñas lunas que siguen a un planeta. Por robarles la presa a las avispas, son cleptoparásitos, y por devorar a su larva, las llamaremos parasitoides de parasitoides, oséase... hiperparasitoides. Los primeros hiperparasitoides que aparecen por este blog, pero no serán los últimos, porque parece como si la naturaleza estuviera empeñada en asombrarnos y para eso le sobrase con un pequeño monte que se recorre en diez minutos.
Más sobre las miltogramas que parasitan a las avispas cazadoras en los Souvenirs Entomologiques de Fabre.