-¿Busca a alguien?» pregunta el gigante tuerto, ocultando con su corpachón la entrada de la mansión. Su ojo escruta la noche como un faro solitario que se posa en mí cuando respondo: -A Humphrey Bogart. Entonces franquea la puerta. Dentro me cachea un tipo canijo de manos grandes antes de conducirme a la sala de juego ilegal. Entre el rien ne va plus y el humo de los Montecristo me imagino ganando dinero a raudales, sonreído por Fortuna y opulentas damas. El hechizo dura hasta la puerta trasera por la que salgo acariciando sueños y al caniche enano del jefe.
Texto: +Mikel Aboitiz