Presente edición : Alfaguara, 2007
Al llegar hace unos años a Brasil y buscar cuáles eran las obras consideradas clásicas en la literatura nacional –además de las tres obras de Machado De Assís ya leídas- Sargento Getulio figuraba entre el extenso grupo de títulos que iba descubriendo, pero quizá por querer leer en orden cronológica y tras una experiencia poco entusiasta con el primer libro de João Ubaldo Ribeiro la lectura de este clásico brasileño injustamente –para mí- se fue postergando.
El autor imprime en el Sargento Getulio Santos Bezerra de la Policía Militar de Sergipe un habla entrecortada, poblada de palabras y jergas regionales, llena de ripios, que me torna difícil la lectura en el primer capítulo, hasta acostumbrarme a las palabras mutiladas y/o mal empleadas por parte del sargento y su entorno, al monólogo atropellado, descubriendo en él una predisposición a seguir las órdenes al pie de la letra. Así es como le ordenan trasladar a un cautivo, Paulo Afonso, considerado enemigo de las autoridades al mando, desde Bahía donde lo captura y llevarlo hasta Aracaju, transitando por el agreste sertão brasileño. Pero en su trayecto, además de algunos inconvenientes que enfrentará, el gobierno cambiará de mando, pasando el detenido de procurado a parte del nuevo sistema, y convirtiendo al sargento Getulio ahora en el enemigo. La terquedad del sargento, quien nunca desobedeció una orden, se impone, negándose a liberar a su detenido, manteniendo firme su convicción de cumplir lo que le mandaron, aún sabiendo que eso le puede costar la vida.
Es una historia que desde el inicio atrapa y a cada página se hace difícil el dejarlo para más tarde, queriendo continuar. Es fácil reconocer en el sargento Getulio a un tipo curtido por la dura vida, acostumbrado a atropellar a quien se ponga en el camino entre él y el objetivo trazado, aunque por momentos y paradójicamente sea también un hombre religioso. La brutalidad con la que tortura a su detenido no es poca, extrayéndole dientes y observando luego las encías sangrantes, hinchadas y despobladas, deleitándose con su obra, e imaginando la reacción del guiñapo cuando reaccione del desmayo. Filosofa también tras decapitar un teniente por faltoso, y la carnicería desatada en la previa. Y claro, intenta imaginar qué puede haber ocurrido para que amigos enterados de lo sucedido le recomienden soltar al detenido y fugarse lo antes posible.
Otro detalle muy interesante es la descripción al borde de la muerte desde la óptica del futuro fiambre: es muy atrayente, no hay esa lucecita blanca poética y cursilona, aquí es puro tremor intentando aferrarse a este mundo a cada manotazo, a cada gesto, a cada palabra sin sentido, hasta gruñir, babear, y exhalar; el autor nos hace partícipes de la agonía de uno de sus personajes.
Leo en la oreja del libro que el autor tenía treinta años al publicar esta obra, adjudicándose el prestigioso Premio Jabuti de Literatura aquí en Brasil en 1972 como autor revelación. Particularmente João Ubaldo Ribeiro dio un salto abismal entre su primera novela y ésta, donde con tanta sangre y pedazos de carne y cerebro salpicando a cada cambio de página era muy fácil perderse en lo gore y pasar rápidamente desapercibido, pero él realizó lo más difícil, imprimiéndole poesía (sí, por muchos trechos es muy poético), humor negro (la absurda perspectiva del sargento entre tanta sangre divierte, y cómo), introspección (las profundas cavilaciones del sargento ante la loca realidad en la que se mueve, tan natural para él), en tan pocas páginas (son 163), haciendo de esta una de esas obras que vencerá la difícil barrera del tiempo, al menos en Brasil.