Título: Sarna con gustoAutor: César Pérez GellidaEditorial: Suma de Letras, 2016Páginas: 509.
Resumen oficial.
Lastrado por los efectos nocivos que le ha dejado la obsesiva persecución de Augusto Ledesma, el pelirrojo inspector de homicidios de Valladolid, Ramiro Sancho, vuelve al Cuerpo con la esperanza de retomar las riendas de su vida anterior. Nada más lejos de la realidad.
Una adolescente ha desaparecido en el marco de las ferias patronales de la ciudad. Se trata de la hija de un importante empresario y las primeras pesquisas apuntan a que podría tratarse de un secuestro.
César Pérez Gellida aborda su novela más negra desde una óptica global con el objeto de ofrecer al lector una visión 360º sobre un delito sumamente cruel como es la privación de libertad. Y lo ejecuta de una forma tan real que compartirá la angustiosa incertidumbre de la familia, tan estremecedora que saboreará el miedo desde la oscuridad de un lugar desconocido, tan veraz que se ajustará el pasamontañas para meterse en la piel del secuestrador y, como no, tan cercana que participará en el proceso de negociación e investigación en primera persona.
Impresión personal.
¡Hay que joderse...! ¡César lo ha vuelto a hacer!. De nuevo me ha mantenido leyendo casi en cuclillas, con los músculos en tensión y la mandíbula apretada hasta que algún ruido cercano me sacaba de la ficción y me devolvía a la realidad. Por cierto, que los últimos ruidos eran campanadas continuas en el campo con San Isidro Labrador desfilando por esos caminos de dios. Buen día para desentrañar el final de un caso de estas características.
Con Sarna con gusto, César nos inicia en una nueva serie llamada, Refranes, canciones y rastros de sangre donde de nuevo nos encontraremos con nuestro pelirrojo inspector Ramiro Sancho, cuya cabeza entiende el idioma en formato de refranes y dichos, a cual más original y más gráfico de cada situación en que los va encajando; también nos vamos a encontrar con Olafur Olafsson, excomisario islandés que ya conocimos en la trilogía anterior, en un estado de alcoholismo más que lamentable, y con Erika Lopategui, hija de Carapocha, también personaje de batallas del pasado del inspector.
Casi he agradecido, la segunda trama que César introduce en la vida de Ramiro Sancho. Aunque el futuro de la serie augura algo peor que lo leído en Sarna con gusto, la acción de la Congregación de los Hombres Puros que se introduce de forma brillante en esta novela y nos prepara para las siguientes, me ha servido realmente de descanso, lo cual no quiere decir que esta parte esté exenta de tensión, pero el sufrimiento humano tan cercano que se vive en el secuestro, no es tan potente como para que aún nos afecte. Aunque así y todo, no me cabe duda de que esta historia nos va a suponer en la próximas entregas una carga emocional difícil de olvidar. Es inevitable tratándose de César, así que hay que ir prevenidos y agarrarse bien fuerte al sofá.
No hace falta que os diga que a mi me encanta Ramiro Sancho. Su tenacidad (o cabezonería, según se interprete), su manera de expresarse (me encanta su repertorio de refranes y dichos), su intuición y creatividad a la hora de resolver los casos, su compañerismo y esa rebelión contra lo establecido que prima más la resolución de los casos que el cumplimento de protocolos normalizados, conforman un personaje y una persona muy humana, muy real y llena de honestidad. Un personaje fiable en todos los sentidos.
No hace falta que os diga, después de lo escrito, que como siempre César me ha sorprendido con su novela; que me encanta que lo siga haciendo y que estoy deseando conocer la segunda entrega de esta serie. Me costó desprenderme de Sancho, Olafur, Erika, Carapocha y Augusto Ledesma y agradezco recuperar a alguno de ellos. Ya forman parte de mi imaginario literario sin remedio
¡Hay que rejoderse!