En fin, a pesar de que en Madrid es día festivo (y en otras Comunidades Autónomas españolas también), no os vais a librar de la reseña semanal, así que, al grano. Bueno, no, al grano todavía no, que antes tengo que hacer una advertencia: con la lectura correspondiente a la reseña de esta semana he empezado la casa por el tejado, ¿que quiero decir con esto? pues que me he leído el último libro del autor de turno sin leer los tres precedentes, cosa que, al tratarse de una saga, no es muy recomendable y, aunque no he tenido ningún problema a la hora de ubicarme con la historia ni con los personajes, puede que la reseña quede algo coja.
"Las desgracias nunca vienen solas" es el refrán que a César Pérez Gellida le ha faltado incluir en Sarna con gusto, la primera novela de Refranes, canciones y rastros de sangre. ¿Por qué digo esto? Porque a Ramiro Sancho, el gran protagonista, le crecen los enanos: si no tenía suficiente con sus fantasmas del pasado (procedentes de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne), en esta ocasión se le suma un nuevo caso en el Grupo de Homicidios de Valladolid, el secuestro de Margarita (una adolescente de 15 años) y el verse involucrado en una trama que no esperaba. Y hasta aquí voy a leer, no os voy a contar nada más de la historia, por mucho que insistáis, jeje.
Pero... voy por partes, aunque no tengo muy claro por dónde empezar ¿qué tal si lo hago por el principio? Sí, comenzar paso a paso, o página a página, será lo mejor.
Lo primero que llama la atención de la novela es la cubierta, en la que una chica con el pelo algo desaliñado te traspasa con la mirada, una mirada implorante y cargada de temor que a lo largo del libro se te viene a la cabeza en alguna que otra ocasión.
Pasadas las páginas de guarda, de cortesía, de información y de dedicatoria veo, con alegría, un listado de personajes, tanto principales como secundarios. Un detalle que se agradece (o al menos yo lo agradezco), y mucho, cuando el listado de nombres y/o funciones de los personajes se extiende un poco más de la cuenta.
Tras leerme, y casi aprenderme, el listado de personajes, paso una página más y me topo con un prólogo, que al contrario que muchos yo sí leo, de lo más llamativo por dos motivos: 1) por quién está escrito y 2) por lo que cuenta, que, para una novata en la lectura de Gellida como yo, es todo un descubrimiento (creo que muchos, tras mis palabras, van a tener que saltarse su regla de no leer el prólogo, jaja).
Y, ahora sí, acabado el prólogo se muestra el primer capítulo de la novela: El calzado del diablo nunca suena. Original, ¿no? Pues así son todos, 25 capítulos titulados con algún refrán, algunos conocidos, otros no tanto (no obstante, no sólo de refranes vive el libro, también incluye canciones, como la trilogía anterior).
Pero... tras la sonrisa inicial, llega la mueca de angustia, los ojos desorbitados, los vellos erizados, las manos agarrotadas... y, sin embargo, no puedes dejar de leer. Y es que, Gellida te mantiene en vilo durante toda la trama gracias a:
- su estilo directo y crudo, aunque intercala de vez en cuando algún comentario que te hace sacar una sonrisilla (irónica o no) para coger un poco de aire,
- la gran labor de documentación en cuanto al trabajo e investigación policial se refiere,
- la calidad de sus personajes, da igual que sean principales o secundarios, todos están medidos al milímetro y
- la visión panorámica del secuestro, eje central de la novela: las acciones y reacciones tanto de la familia, como de la policía y los secuestradores están de lo más logradas, quizás me choca un pelín la actitud de Margarita, la secuestrada, ya que muestra un valor que yo, en su situación, no mostraría. Tales son las descripciones, la forma de narrar la historia, que en vez de estar leyendo parece que lo estás viendo, estás completamente integrado en las escenas (por suerte en segundo plano, sin interactuar ni participar) y, además, hace que te preguntes, perdóname César, si el escritor ha sido víctima de un secuestro o, por el contrario, ha sido el secuestrador: la forma de ponerse en el papel y mente de cada uno de los personajes no tiene explicación de otra forma.
Resumen:Lastrado por los efectos nocivos que le ha dejado la obsesiva persecución de Augusto Ledesma, el pelirrojo inspector de homicidios de Valladolid, Ramiro Sancho, vuelve al Cuerpo con la esperanza de retomar las riendas de su vida anterior. Nada más lejos de la realidad.
Una adolescente ha desaparecido en el marco de las ferias patronales de la ciudad. Se trata de la hija de un importante empresario y las primeras pesquisas apuntan a que podría tratarse de un secuestro. César Pérez Gellida aborda su novela más negra desde una óptica global con el objeto de ofrecer al lector una visión 360º sobre un delito sumamente cruel como es la privación de libertad. Y lo ejecuta de una forma tan real que compartirá la angustiosa incertidumbre de la familia, tan estremecedora que saboreará el miedo desde la oscuridad de un lugar desconocido, tan veraz que se ajustará el pasamontañas para meterse en la piel del secuestrador y, como no, tan cercana que participará en el proceso de negociación e investigación en primera persona.