Sarna con gusto no pica

Por Josep Pradas

Intensa discusión entre Sócrates y Calicles, en el Gorgias platónico (494a-495b). Comer con hambre, beber con sed, rascarse cuando te pica la cabeza, todo ello fuente de placer, según Calicles. Sócrates va a más, y llega a donde tiene que llegar... Sin duda, el Gorgias es uno de los diálogos más interesantes y divertidos de Platón. El fragmento pertenece a la edición de Gredos.

Sócrates inicia el interrogatorio en torno a la cuestión de comer con hambre, beber con sed, etc., que da lugar a una larga discusión entre los dos contendientes (493b-495c). Para Calicles, tener todos esos deseos (repárese en que son deseos de carácter material, es decir, necesidades corporales que si no se satisfacen provocan dolor) y poderlos satisfacer equivale a obtener placer, gozar y vivir felizmente (493c). Sócrates pone un contraejemplo: rascarse porque se tiene sarna, ¿también conduce a la felicidad? Sócrates cambia de línea argumentativa, retomando la anterior idea (derramar/reponer): son dos opuestos que asociará a la otra oposición entre salud y enfermedad. Calicles acepta esta premisa socrática, que ya aparece en el Protágoras (332de): que los opuestos no pueden darse simultáneamente: o se está sano o se está enfermo, y por ello o se es afortunado (feliz, bueno), o desafortunado (infeliz, malo). Entonces, retomando el binomio derramar/reponer, Sócrates se refiere a la acción de comer o beber, en vistas de saciar el hambre o la sed (resultado de haber derramado lo antes comido o bebido). Si el hambre o la sed son dolorosos (malo), cuando comemos o bebemos para saciarnos de ellas sentimos placer (bueno), por lo que comer con hambre y beber con sed equivalen a sentir placer y a la vez dolor, algo bueno y malo a la vez, algo que Calicles había admitido antes como imposible, contradictorio. Ahora deberá admitir que si dolor y placer pueden darse juntos es porque no son opuestos y han de ser también diferentes el ser feliz y el ser desgraciado, para concluir finalmente que el placer no es lo mismo que el bien (Guthrie, Historia de la fil. gr., vol. IV, pág. 283 de la edición de Gredos; Guthrie advierte que esto podría ser una falacia socrática).

Ciertamente, Sócrates estira de las ideas, pero de fondo es correctísima su réplica, y en absoluto absurda. Calicles le acusa de demagógico, pero no tiene motivo en tanto que, si se discute sobre conceptos, hay que asumir que cualquier idea general puede ser desmentida por cualquier ejemplo particular, y así funciona el método socrático. Así ha desbancado Sócrates a Polo y a Gorgias, recuerda (493d). Calicles asume el reto de contestar sin vergüenza, porque Sócrates quiere avanzar en la cuestión de rascarse allá donde le pique a uno, y de la cabeza pasa a otras zonas del cuerpo más comprometidas, para acabar refiriéndose a la vida que llevan los disolutos (el terreno de la concupiscencia sexual, de la prostitución, según Guthrie). Incluso si se trata de la prostitución masculina (sugerida por Sócrates a sabiendas de que tal cosa se haya en los límites del código moral de Calicles, pero que por coherencia con lo que ha dicho hasta ahora se ve obligado a dar por cosa placentera y, por tanto, buena) (494e).

La cuestión es que aquello placentero será bueno, y proporcionará felicidad a quien lo disfrute. Que todos los placeres son buenos, sea cual sea su naturaleza, afirmará Calicles a instancias de Sócrates y forzado por los argumentos anteriores, y asegura que lo dice en serio, a pesar de todos los ejemplos anteriores (495ac).