En ocasiones, el poder mediático del fútbol magnifica ciertas situaciones extradeportivas acaecidas en los terrenos de juego. La repercusión que cobra cualquier hecho sucedido en un partido recomienda la ejemplaridad de los participantes. Y es que como ya se ha comprobado, el fútbol base, los chavales, tiende a reflejar lo observado en las categorías profesionales. Por ello es de vital importancia que acontecimientos como los de hace dos días no vuelvan a ocurrir. Hablamos de una polémica que desde Italia ha salpicado al balompié internacional.
Se enfrentaban en Cuartos de Final el primero y el tercero de la Serie A ante una expectación máxima, en una Copa de Italia que conserva la atracción del formato a partido único. El recuperado Inter de Milán de Roberto Mancini se enfrentaba al sorprendente Nápoles de Maurizio Sarri, que tras 20 partidos lidera la liga transalpina. Todo pese a la mala acogida de Sarri en San Paolo. El hueco que dejaba Benítez, y el perfil mucho más conservador de su juego, hizo que hasta Maradona saliese a criticarle. Y los comienzos del exempleado de banca en el conjunto celeste no fueron fáciles, aunque ha sabido exprimir al máximo su plantilla a base de trabajo. Lo que nunca faltó en su humilde carrera, donde destaca su paso por el Empoli. Quizás su experiencia en la clase baja futbolística le ha hecho no tener pelos en la lengua.
Volviendo al suceso, corría el minuto 88 y el Inter de Milán vencía en Nápoles con gol de Jovetic. Sarri se veía fuera de las semifinales y para colmo, Dries Mertens veía la segunda amarilla. Entonces, el entrenador de 57 años se explayó con su colega Mancini, arrojando perlas del tipo frocio (marica) o finocchio (maricón). La pelea estaba servida.
Parece fijación la del napolitano, que ya acuñó en 2013 la frase "el fútbol se ha convertido en un deporte de maricones". Además, Roberto Macini no es el más indicado para atajar una polémica. Más bien las atrae, como ya vimos con Balotelli o Tévez en su época como coach citizen. Así que la respuesta no fue más calmada. El interista denunció los insultos y añadió que "Sarri es un racista. Hombres como él no pueden estar en el fútbol."
El escándalo ha dividido a la opinión pública en Italia, un país cuyo fútbol es conocido por su dureza. Muchos aceptan las disculpas de Sarri, entendiendo que se trata de un lance del juego que no debe ir más allá.
Otros, como el presidente de los entrenadores italianos, el mítico Renzo Ulivieri, incluso se plantean la dimensión que pueden alcanzar las palabras. Él hubiese respondido con un machista (y peor): "Tráeme a tu mujer y después pregúntaselo a ella." Lo cierto es que el preparador napolitano se enfrenta a una posible inhabilitación que oscila entre los 2 partidos y los 4 meses, dependiendo del carácter, ofensivo o discriminatorio de la falta.
Sea cual sea la interpretación de la Justicia italiana, no se pueden permitir actitudes como las del martes, a estas alturas, en el deporte más seguido del continente. Los profesionales deben ser los primeros en dar ejemplo a los millones de jóvenes que lo practican. El Fair Play debe empezar en los banquillos.
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