Son textos graciosos cuando es una tercera persona la retratada, pero difamatorio cuando uno es el retratado. El autor satírico es considerado un villano amargado y el retratado, una víctima. Hacerle objeciones a la sátira es lo mismo que enfrentar los valores de la leña a la implacabilidad del fuego.
Solo se la puede combatir en Internet dándole a la caja de comentarios de un blog y, tras usar Bloqueo de las mayúsculas, con la mayor cantidad de faltas de ortografía que se pueda, llamar de pendejo para arribar a su autor minando así su moralidad.