La figura del padre, tiránica, enigmática, distante y gélida. Ese padre que arañó la infancia del narrador y que ahora lo lleva a elaborar un texto donde recuerda, donde analiza, donde ajusta cuentas. Ese padre que provocó en el alma y en la voz narrativa unos enormes impulsos de amargura, de incomprensión, de suicidio.Con estas páginas donde lo narrativo y lo lírico se mezclan con datos históricos (sobre todo, de escritores que escogieron la vía del suicidio, cuyos finales son dibujados con elegantes pinceladas sobrecogedoras), Eduardo Halfon consigue un texto que se me antoja imposible de resumir. Incluso imposible de comentar. Es tan duro, tan denso, tan Kafka, tan lágrimas retenidas, tan perplejo, tan mentirosamente apolíneo, tan palpitante, que resulta cruel abordarlo como “texto” desde un punto de vista crítico: es pura vida doliente, puro escozor hecho tinta. Y con una filigrana de voces y planos cruzados que sorprende y deleita.En resumen, un relato testimonial y sangrante sobre las difíciles relaciones entre un padre y un hijo que, se lo aseguro, se les quedará para siempre en su memoria.Así que háganse a ustedes mismos un favor, olvídense de estas palabras mías y corran a leer las de Halfon.
En serio.