What I talk about when I talk about running, "De qué hablo cuando hablo de correr", algo así como un ensayo autobiográfico de Murakami no se publicará, que yo sepa, hasta fines de año. A Haruki le gusta mucho corrrer, y correr distancias prolongadas. Murakami es pues un corredor de fondo. Las cualidades del corredor de fondo son -es una ley biológica- opuestas a las del sprinter: son personas menudas, que necesitan de recorridos largos para poder desarrollar sus cualidades atléticas.
Estoy un tanto decepcionado. Resulta que el buen Haruki es también un fondista de las letras. Capaz de escribir quinientas o seiscientas páginas y de hacer que permanezca pegado a ellas, viendo como la historia se desdobla y nos lleva a otros mundos (no sé si paralelos). Capaz de hacer pensar a los gatos o de convertir a personas corrientes en seres casi dotados de cualidades mágicas. Pero, a lo que se ve, lamentablemente incapaz de mantener esa atmósfera en las distancias cortas, en esos cien o doscientos metros de un relato breve.
No consigo encontrar en estos cuentos la magia del mejor Murakami. Son, eso sí, elementos útiles (él mismo lo dice) para explorar sus mundos, incluso para encontrar elementos que después se habrán de convertir en novelas. Un verdadero taller de escritura creativa. La mayoría de estas veinticuatro historias me siguen pareciendo en construcción, o acabadas de urgencia, en su mayoría incapaces de contener esa sensación un tanto surreal que me suelen producir sus libros. Sólo, a mi juicio, se salvan algunas cosas: las múltiples menciones al jazz que tanto aprecia, realizadas con tanta pasión que crean ganas urgentes de poner a John Coltrane; y algunos cuentos con más poso del que parece a primera vista, en especial El séptimo hombre y Hanalei Bay.
Bueno, es Murakami. Había que leerlo.